Presentamos hoy un nuevo capítulo sobre las tareas de restauración de la fachada del templo de San Miguel Arcángel, conocido por todos como San Francisco. Los trabajos que se están realizando son parte del proyecto de restauración y conservación que elaboró en 2021 un equipo de especialistas y que actualmente ejecuta la Empresa Línea Construcciones SRL, bajo la supervisión de los autores del proyecto y operarios especializados en intervención del patrimonio.
En publicaciones anteriores de LA GACETA se describió cómo el franciscano Luis Giorgi diseñó, a partir de 1880, la fachada del templo. Recordemos su ordenamiento en tres niveles horizontales delimitados por cornisas y molduras, y las tres calles o paños verticales definidos mediante columnas y pilastras. Esta composición arquitectónica permitió independizar visualmente y constructivamente los sectores, en los que destacan las aberturas y la decoración ornamental.
El tema de hoy refiere a elementos muy particulares que participan y embellecen la ornamentación de la fachada. Se trata de los capiteles; es decir, aquellos componentes decorados que coronan el fuste de las columnas y las pilastras y que reciben el peso del entablamento constituido por cornisas y molduras, como vimos en el artículo de la semana pasada.
El mundo grecorromano fue delineando características específicas para la ornamentación de los edificios; como resultado de la conjunción de distintos criterios se organizaron los estilos dórico, jónico y corintio, que fueron adoptados por el clasicismo y tuvieron marcada vigencia en la arquitectura hasta el siglo XIX. En este largo recorrido, se fueron incorporando variaciones al diseño de los elementos originales, siendo este el caso de San Francisco.
Los capiteles que ornamentan la fachada de la iglesia son resultado de la aplicación del orden compuesto, resultado de la combinación de las formas del capitel corintio, del que toma las hojas de acanto, y del jónico, del que repite las volutas.
Estos bellísimos elementos coronan las columnas y pilastras que organizan las tres calles verticales del muro; las dimensiones de las columnas y pilastras varían, siendo las de mayor porte las de planta baja, en el sector de ingreso al templo; y las de menor tamaño las del nivel superior, en el área del campanario que se está restaurando.
Para abordar la recuperación de los capiteles, el escultor Jaime Pereyra junto a su equipo (Roberto Fuentes Becerra, Fernanda Coronel y Mario Díaz Álvarez) han realizado un delicado estudio e intervención. En él se distinguen cuatro capiteles en las columnas, de sección redonda, y uno en cada pilastra con carácter mucho menor; los elementos verticales están adheridos al muro con función decorativa.
Los capiteles se desarrollan constructivamente alrededor de la mampostería de las columnas, las que, en la parte superior, reducen su sección para dar lugar a la ornamentación del capitel. Estos capiteles se componen de piezas llamadas ornatos (32 en total), los que se disponen siguiendo un orden estilístico preciso.
Si visualizamos un capitel desde arriba hacia abajo, en la primera línea organizativa tenemos los ornatos de mayor tamaño, llamados ornatos soporte. Se colocan marcando las directrices compositivas del elemento, configurando las cuatro caras del capitel. La unión de estas piezas se materializa con un elemento llamado roseta. Posteriormente en los anillos inferiores se van disponiendo, según el diseño, el resto de las piezas como ser cálices, hojas de acanto de diferentes dimensiones, hasta culminar con el collarín de terminación, el cual genera un límite entre el fuste de la columna o pilastra y el capitel.
El estado de las piezas
Un minucioso estudio del estado actual de cada capitel (se están interviniendo cuatro) permitió identificar las 32 piezas que lo componen; con ello fue posible observar los deterioros sufridos, como los daños de las filtraciones superiores por la pérdida de las tapas que protegen a las piezas salientes de la línea de la fachada, los ornamentos faltantes, los ornatos que perdieron parte de su volumetría), la deformación de los ornatos y la presencia de oquedades.
Ese estudio reveló que los capiteles más deteriorados son los expuestos hacia el lado sur, pues reciben en mayor medida, la incidencia del agua de lluvia.
Una vez recopilada la información necesaria se procedió en dos vías paralelas. Una fue el trabajo en el taller, donde se estudiaron las piezas existentes previstas para la creación de copias. Esta actividad llevó bastante tiempo, ya que cada ornato debió ser despojado de sucesivas capas de pinturas, las que se fueron acumulando con los años. Esto permitió llegar al material constitutivo, a partir del cual se tomaron los moldes. Realizados estos moldes se procedió a su llenado con materiales de similares características a las existentes. De esta manera se obtuvieron las réplicas necesarias para los trabajos de integración y reintegración sobre los capiteles.
En paralelo, en obra se continuó trabajando sobre la limpieza y consolidación de lo existente, acción que es fundamental para poder garantizar la sujeción de todas las piezas. Si bien los capiteles del primer nivel presentan deterioros y alteraciones, en un porcentaje general se encuentran en muy buen estado, propio de la mano de obra y materiales utilizados en la época de la construcción.
Actualmente, y con todas las réplicas listas, se están realizando los trabajos de reposición de ornatos (nuevos y existentes que se encontraban sueltos), el modelado in situ de partes deterioradas, y trabajos preventivos y necesarios como las protecciones superiores o tapas.
Josefina Ellis - Arquitecta e integrante de la empresa a cargo de la recuperación de la fachada de San Francisco