Tuvo lugar poco antes de morir, en 2003. Habla de sus comienzos literarios, de la herencia nefasta de Neruda, del pedestal que ocupa Borges, de las contradicciones de los escritores

El oficio de escribir

- ¿Cuándo pensaste que podías vivir de la escritura?
- A los 20 años me interesaba vivir como poeta. Ahora no podría especificarte qué era eso. Ser poeta era, para mí, ser revolucionario, abierto a cualquier manifestación cultural, sexual, a experiencias con drogas. Creíamos en algo totalmente utópico, en una suerte de hermandad universal.

- ¿Creías que con la prosa no podías profundizar tu sensibilidad?
- La prosa siempre ha exigido más trabajo y, entre otras cosas, estábamos contra el trabajo. Éramos los flojos incansables. Trabajaba cuando no me quedaba más remedio. También aceptábamos vivir con muy poco. Éramos espartanos con los medios de vida pero al mismo tiempo éramos atenienses con los goces de la vida. Pobres pero lujuriosos. Todo eso estaba relacionado con el modelo norteamericano de los hippies, con el mayo del 68, etc.
España

- Dijiste que a México le debés tu formación sentimental.
- Más que nada le debo mi formación intelectual. La sentimental se la debo más a España... Llegué a los 23 o 24 años. Creía que ya lo sabía todo y en realidad no sabía nada. Me di cuenta de ello con la primera chica con la que estuve. Sabía de posturas pero no de sexo.

- Llegaste a España en la época en que la gente salía de esa olla a presión en la que había estado después de 40 años de dictadura.
- En el año 77, en Barcelona encontré gente de todas partes de España, Europa y Sudamérica. Había trabajo que te permitía subsistir, la presión estatal empezaba a relajar y había grandes márgenes de libertad. Para un extranjero como yo, eso era un regalo que jamás podré agradecer lo suficiente.

- ¿Ya pensabas que la literatura gira en torno a Pablo Neruda?
- No es tan así. Para mí el poeta mayor de Chile es Nicanor Parra. Luego hay varios. Neruda es uno de ellos. El es más o menos lo que yo pretendía ser a los 20 años. Vivir como poeta sin escribir. Escribió tres libros muy buenos. El resto son muy malos. Pero él ya vivía como poeta y ejercía como “poeta rey”. Lo que dejó a su paso es lo que suelen dejar a su paso estos “viejos machos”: un rastro de muerte, de desolación y de tierra arrasada. Ojalá pasara solo en la literatura. El caso más reciente es el de Fidel Castro, el del “macho anciano” que quiere morir matando. Al igual que Franco.
Borges.

- ¿Cómo dejaron el campo los que constituyeron el famoso Boom de los 60? ¿La literatura latinoamericana se puede recuperar de esos nombres?
- Creo que sí. A diferencia de la poesía, que es una disciplina que tiende a la endogamia, en la que los poetas los escriben, los leen y los comentan los poetas, en la prosa hay que batirse el cobre con el lector a secas. Y hay pocos pero buenos lectores que quieren cosas nuevas. Y la literatura latinoamericana ha tenido la gran suerte, una suerte mayúscula, de tener a Borges. Creo que el centro del canon latinoamericano, y si me apuras de la literatura en lengua española, es Borges. Desde Quevedo hasta ahora no hubo otro prosista más brillante que Borges. Así de bestial es el salto. Lo que habla fatal de nosotros porque hemos tardado 400 años en añadir el tercer nombre (Cervantes, Quevedo, Borges), con siglos perdidos en el medio.

- Me parece que hay una similitud entre Neruda y escritores mexicanos como Octavio Paz y Carlos Fuentes por el notable respaldo del Estado, en forma directa o indirecta. Están respaldados por el establishment, pero cuando se los lee parece que no lo están.
- Es que en el único país en que esto no ocurre es Argentina. Hay un status de profesionalidad que se le adjudica al escritor y que el Estado procura ignorar. En los demás países se pide que el escritor sea independiente pero que cobre del Estado. Y eso se asemeja a la frase del presidente mexicano Echeverría que dijo “ni a la izquierda ni a la derecha sino todo lo contrario”. Tienes que ser independiente y cobrar del Estado. Y los escritores protestan por la falta de ayuda directa del Estado, que se traduce básicamente en agregadurías culturales y en diferentes trabajos e incluso satrapías.

- En esto Vargas Llosa también se diferencia.
- Pero Vargas Llosa se presenta a la presidencia del Perú. Y uno no puede imaginar a Manuel Puig, Osvaldo Soriano o a Cortázar presentándose como candidatos a presidente de Argentina. Hubo presidentes latinoamericanos que fueron escritores. El caso más relevante y más triste, porque lo echaron al cabo de dos semanas, fue el de Rómulo Gallegos.

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Perfil

Roberto Bolaño murió en Barcelona el 14 de julio de 2003, como consecuencia de una insuficiencia hepática, a los 50 años. Había nacido en Chile y había recorrido Latinoamérica, Africa y Europa, para lo cual realizó los más diversos trabajos. Fue lavaplatos, basurero, mayordomo, descargador de barcos, periodista. Desde 1985 vivió en Blanes, un pequeño pueblo de la costa catalana.

Con Los detectives salvajes ganó el Premio Herralde 1998 y el Rómulo Gallegos en 1999. La novela fue elegida por The New York Times como uno de los diez mejores libros editados en 2007. En ese diario, el profesor de la Universidad de Harvard James Wood señala que Bolaño es reconocido en el mundo hispanohablante como uno de los más grandes escritores modernos.

Bolaño dejó inconclusa la que es, quizás, su mayor obra: 2666. Con ella ganó póstumamente el premio Salambó a la mejor novela escrita en castellano.

Dos meses después de su muerte se publicó El gaucho insufrible (cuentos, 2003).

El escritor chileno no esquivó la honestidad brutal (por ejemplo, cuando criticó a su compatriota Isabel Allende diciendo que no era una escritora sino una “escribidora”), combatió el aburguesamiento, vivió la literatura como una profesión de fe y se infiltró en la ficción (aparece como personaje en las novelas Soldados de Salamina, de Javier Cercas, y en Mantra, de Rodrigo Fresán). Todo esto, aunque el motor fue esencialmente su literatura, contribuyó a la generación del mito que se ha forjado en torno de su figura.