Abú Ali al Hassan al Haytan, conocido en Occidente como Al Hasen, nació en 980 a orillas del Tigris. Fue un sobresaliente sabio cuyos resultados en la óptica y en la física experimental pueden compararse con la de los mayores genios de la humanidad. Su célebre libro “Kitab Al Manazir” en siete rollos o volúmenes, traducido al latín en 1280 como “Opticae Tesourus Al Hazeni”, tuvo gran influencia sobre el monje inglés Roger Bacon, Kepler, Galileo, Newton y Fracis Bacon, quien escribió sobre la ciencia empírica o experimental varios siglos después. El “Kitab” trata, entre otros temas, los siguientes puntos: 1) Uno de los capítulos es el de cómo vemos. Aristóteles, Euclides e incluso Ptolomeo creían que, al mirar, los ojos despiden rayos que tocan los objetos que vemos. Al Hasen comprobó que esto era un error puesto que “la luz está allí en cualquier caso: durante el día el sol ilumina todo y los objetos la reflejan en todas direcciones, basta abrir los ojos para que llegue la luz”, y demostró, mediante disecciones, que la luz penetra en el ojo por una pequeña abertura -la pupila- y luego es enfocada por una lente -el cristalino- a la parte posterior del ojo -la retina- y de allí emerge el nervio óptico que se dirige al cerebro. 2) Describió detalladamente el fenómeno de la difracción y el poder aumentativo de las lentes, hecho que tres siglos después encontró su aplicación práctica en Italia y una centuria más tarde su explicación teórica. 3) El fenómeno de la refracción atmosférica llamó su atención y con él explicó por qué el sol y la luna parecen más grandes cuando están cerca del horizonte. 4) Describió el fenómeno del crepúsculo estableciendo que éste se produce hasta el momento en que el sol se encuentra a 19º debajo del horizonte; de allí que su duración es variable dependiendo de la latitud del lugar y de la época del año. 5) Describió además la atracción entre las masas y la aceleración de las mismas debido a la gravedad, sosteniendo que un cuerpo permanecerá en reposo o que se moverá a una velocidad constante mientras no actúe sobre él ninguna fuerza externa. Pasados 650 años esto se conocerá como la primera ley del movimiento de Isaac Newton. 6) Fue, además, un pionero de la investigación científica: “El método científico -manifiesta- comienza con una observación formulada a modo de un enunciado del problema a resolver. A continuación se propone una solución o hipótesis de trabajo que se pone a prueba con un experimento, de ser posible prediciendo el resultado esperado. Si hay éxito puede refinarse a nivel de una teoría. En caso contrario, puede ser necesario formular otra hipótesis y nuevos experimentos para ponerla a prueba. Una vez resuelto el problema, se lo pone por escrito y se lo da a conocer”. 7) Otro aporte fundamental de Al Hasen es el estudio de las propiedades ópticas del vidrio y experimentó con lentes simples para observar su capacidad de aumento, descubriendo que la lente convexa, más gruesa en el centro que en el borde, tiene el efecto de hacer converger los rayos de la luz entrante en un punto focal donde se forma una imagen real aumentada; y la lente cóncava, más delgada en el centro que en la periferia tiene el efecto de hacer que los rayos de luz incidentes diverjan y formen una imagen virtual reducida. Reveló, pues, que los ángulos de incidencia y de refracción varían (la relación real entre dichos ángulos fue descripta recién 600 años después por Snell). Al Hasen murió en Bagdad en 1039. En homenaje suyo lleva su nombre un cráter lunar y un asteroide. El legado de aquella prodigiosa civilización árabe medieval puede ser ampliado con el estudio de millones de manuscritos sepultados en bibliotecas y museos islámicos... Pero no nos hagamos al respecto demasiadas ilusiones. Después del derrumbe del Califato de Bagdad, las corrientes religiosas más fanáticas mantuvieron su predominio apagándose paulatinamente todas las instituciones culturales y científicas. El empuje intelectual de siete siglos quedó anquilosado y ahogado en los cantos monótonos de los muedzin, el despotismo de los jeques, la intolerancia fundamentalista y la abulia resignada y fatalista de las masas amorfas.

Arturo Garvich                                                    

Las Heras 632 - S. M. de Tucumán