Los problemas por la escasez de dólares no son culpa del Fondo Monetario Internacional sino del gobierno nacional. Que, además, pretende que el Fondo permita empeorarlos.

Corresponde mostrar algunos números para desarrollar la explicación. El Banco Central de la República Argentina informa que las reservas brutas de divisas en la entidad eran, al 30 de diciembre de 2019, de 44.848 millones de dólares, y al 31 de mayo de 2023 de 33.001 millones de dólares. Una caída de 11.847 millones de dólares. Por otra parte, el FMI señala que desde 2020 hasta mayo de este año cobró de Argentina entre capital e intereses unos 30.580 millones de dólares, pero le entregó 27.950 millones. El acuerdo vigente con el organismo implica un préstamo cuyos desembolsos están más o menos calzados con las fechas de pago del crédito de 2018: el crédito nuevo sirve para pagar el crédito viejo. Así, los pagos netos al FMI fueron de alrededor de 2.630 millones de dólares. Equivalen a poco más del 22 por ciento de la caída de las reservas del BCRA.

Pero hay más. Para el Indec, desde 2020 hasta mayo de 2023 entraron por balanza comercial (exportaciones menos importaciones) unos 31.511 millones de dólares, con lo que lo pagado al Fondo Monetario es poco más del ocho por ciento de los ingresos de dólares al país sólo por comercio exterior. Como los exportadores están obligados a cambiar sus dólares en el BCRA pero aun así las reservas bajaron puede decirse que salieron del país 43.358 millones de dólares como mínimo (ya se verá por qué puede ser más). Sólo el seis por ciento de esa cifra para el FMI. ¿Quiere decir que durante el gobierno kirchnerista se fugaron más de 41.000 millones de dólares?

Cuidado. Calificar las salidas de dólares como fuga tiene mucho de prejuicio. Los dólares siempre se van porque tiene poco sentido que sigan en el país. Por ejemplo, parte de los que ingresan serán comprados por importadores que los usarán para abonar sus compras. Además, si hay mayor oferta de divisas su precio bajará y dólar más barato en pesos significa títulos públicos de gobiernos extranjeros o papeles de empresas extranjeras más baratos en pesos. La entrada de dólares vuelve relativamente más atractivas las colocaciones en el exterior.

Y también está la deuda externa, tanto pública como privada. Si aumenta significa que ingresaron dólares al país en forma neta (se cobró más de lo que se pagó); si disminuye, que salieron dólares en forma neta (se cobró menos de lo que se pagó). Según el Indec la deuda total a valor nominal era de 278.489 millones de dólares al final del cuarto trimestre de 2019 y de 275.093 millones de dólares al final del primer trimestre de 2023. Entonces, salieron por pago de deuda (FMI incluido) 3.396 millones de dólares. Menos que la caída de reservas, que al 31 de marzo habían llegado a 39.060 millones de dólares, representando una baja de 5.788 millones de dólares desde diciembre de 2019. Y mucho menos si se compara con el total ingresado por comercio exterior, de unos 32.858 millones de dólares en el período observado, lo que hace un egreso total de 38.686 millones de dólares. Es decir, por deuda externa salió menos del nueve por ciento de los egresos y sin considerar inversión externa directa, que es otra fuente de divisas. No se usaron sus datos porque están menos actualizados, pero daría una mayor salida total de dólares (pues incluso con ella más los saldos comerciales bajaron las reservas).

En resumen, la gran mayoría del ingreso neto de dólares desde fines de 2019 se fue al exterior en inversiones y colocaciones financieras. ¿Por qué? Por mejores alternativas de negocios y por cobertura de riesgos. Motivos totalmente legítimos.

Claro que el precio del dólar tiene que ver, aunque cuánto depende del contexto. Si se cree que hay cerca una crisis grave se demandará esa moneda aunque suba su cotización. Y por supuesto, si el precio se mantiene se demandará todavía más.

Recuérdese principios de 2018, cuando comenzó una gran salida de dólares sin crisis inminente porque a instancias del diputado Sergio Massa (mala negociación de Cambiemos) se aprobó un impuesto que gravaba las ganancias financieras en Argentina de residentes en el exterior. Como consecuencia, según ocurrían los vencimientos de las colocaciones sus titulares las cambiaban por dólares. Es decir, Massa, el crítico de las fugas, fue causante de una. A eso se sumó que la Reserva Federal de los Estados Unidos subió la tasa de interés de referencia atrayendo inversiones hacia ese país, lo que potenció la demanda por dólares a pesar de que no había fijación oficial de su precio y éste subía, alza de tasas que además secó el mercado financiero internacional. Después vino el pedido de crédito al FMI, no antes o durante. Y por las dudas con las fugas, no hay que olvidar que entre 2018 y 2019 hubo una fuerte sequía que frenó las entradas de dólares y que un gran pico de demanda por divisas llegó en agosto de 2019, cuando se vio que los Fernández ganarían las presidenciales.

Hoy Massa pretende que el Fondo le entregue dinero adelantado (incluyendo desembolsos pactados para 2024) y que acepte su intervención en el mercado para que no suba el precio del dólar. Esto es, quiere muchos dólares y baratos, algo que en una economía en crisis y en año electoral incentivará a comprar más dólares. O sea, mayor “fuga”.

En principio, sacar ganancias y ahorros del país, formal o informalmente, es legítimo. Los dólares son de quienes los ganaron, no “del país”, y no se puede pretender que pierdan dinero para sostener políticas económicas que los perjudican. Si se cree que las divisas hacen falta para la economía nacional deberían generarse condiciones para que las personas reinviertan. Mientras tanto, soldado que huye sirve para otra guerra. Dólar que huye sirve para otra inversión.