¿Hay amor más fuerte y verdadero que el de un hincha por su equipo de fútbol? El amor por los colores es puro, sin límites ni explicación.
En cada estadio se encuentran miles de historias que así lo demuestran; pero lo que sucedió en Temperley hace poco más de dos décadas es la cabal muestra de que un hincha da todo por el club de sus amores.
En 1987, tras cinco temporadas en Primera División, Temperley había descendido al viejo Nacional B y la idea de retornar rápido se había esfumado en un abrir y cerrar de ojos; dejando paso a la peor de las pesadillas. En 1989 cayó a la B Metropolitana y dos años más tarde, el juez José María Durañona decretó la quiebra del club por un pedido de Futbolistas Argentinos Agremiados, que exigía el pago de aproximadamente 1,2 millones de dólares.
Liquidación de bienes, libertad de acción de todos sus jugadores, faja de clausura y cese de actividades fue lo que dejó al “gasolero” sumido en la peor de sus desgracias. “Fue un caso inédito en el fútbol. Se cerró el club y querían rematar los bienes”, le cuenta a LA GACETA Marcelo Fernández, jefe de prensa “celeste”.
Cuando uno llega al “Alfredo Beranger”, en lo más alto de la platea resaltan cinco apellidos: Ahualli, Allende, Colás, Pecorelli y Romano. Es una especie de agradecimiento/homenaje para cinco familia que pusieron todo su amor y hasta arriesgaron sus capitales con el fin de que el “celeste “ no muriera.
“Hipotecaron sus casas en forma de garantía mientras el club pagaba las deudas”, explica Facundo Mirata, productor de Torneos e hincha fanático del “gasolero”. “Era una deuda muchísimo menor a la que tuvo Racing, por ejemplo. Sin embargo, Temperley estuvo un año y pico sin jugar. Lo desafiliaron y debió volver en la Primera C. Sin esa gente, el club hubiese desaparecido porque no había manera de cancelar la deuda. Para el hincha de Temperley ese momento es un renacimiento. Estamos muy orgullosos de ello, porque no pasa que hinchas levanten a un club”, agrega.
Cuando las papas quemaban y la solución no aparecía, se armó una comisión de apoyo que logró abortar el remate de las instalaciones. Los simpatizantes hicieron rifas, fiestas y peñas; todo eso junto, al gran aporte de las cinco familias, permitieron dejar atrás la angustiante situación. “El juez quería garantías y las instalaciones del club no alcanzaban a cubrirlas. Es por eso que estas familias fueron a hablar y pusieron sus viviendas a disposición. Una verdadera locura”, resalta Fernández.
“Después de lo nuestro pasó lo de Racing y lo solucionaron políticamente. Pero en ese entonces estaba (Eduardo) Duhalde y hasta nos pudieron pasacalles”, asegura Jorge Colás, uno de los socios que saltó al rescate. “El cartel colgado en la puerta de nuestro estadio decía: ‘hagamos un club fuerte en el Sur; hágase socio de Banfield”, agrega Luis Romano, otro de los “héroes”. “El club estaba cerrado, fue muy duro. Podrían haber hecho algo políticamente y no lo hicieron. Nos dejaron solos”, sentencia Colás.
En aquel momento, el “Gasolero” perdió todo, hasta muchas promesas de buenos futbolistas. “La mayoría de los jugadores que quedaron libres se fueron a Banfield; Julio Cruz, Mauro Navas, Mariano Campodónico…Y a algunos los terminaron vendiendo”, relata Romano.
Con las viviendas que sirvieron de garantías, Temperley volvió a abrir sus puertas. Estaba todo destruido, el pasto superaba el nivel de los travesaños y hasta se habían producido robos en el club.
El 24 de julio se cumplirán 30 años del partido en el que Temperley volvió a jugar luego de el cese de actividades. “Fue durísimo ese tiempo sin fútbol”, asegura Romano. Aquella tarde, y ante una multitud que colmó la cancha, el “gasolero” derrotó 1-0 a Tristán Suárez con gol de Walter Céspedes.
“Fue un volver a vivir. Durante el primer año recaudamos 300 mil dólares”, jura Colás. “Acá todos ayudaron, no sólo los que pusimos las propiedades como garantías”, agrega. “Temperley es grande por el amor de su gente”, sentencia Romano.
En 2001, el “gasolero” terminó levantando definitivamente la quiebra. Hubo fiesta en el juzgado de Lomas de Zamora y los festejos siguieron hasta Turdera. El “gasolero” volvió a ponerse de pie gracias a sus hinchas, esos que mostraron que el amor por un club está por encima de todas las cosas.