Por Abel Novillo

PARA LA GACETA - TUCUMÁN

La fecha del 9 de julio de 1816, en que se resuelve de manera definitiva y tras acaloradas discusiones la independencia de nuestro austral país, refleja sin embargo también otras realidades muy palpables,  contemporáneas, que quizás por la falta de los modernos medios de información se desconocían.

Se sufría el incontrolable avance indigenista que asolaba las aldeas, caseríos y ciudades sin que se encontrara el freno eficaz para controlar esos permanentes y criminales desmanes que además, indirectamente, frenaban la extensión de las fronteras civilizadas.

Quedó al descubierto la desunión política del país, con la evidencia marcada por la ausencia de diputados al Congreso por parte de importantes territorios que componían el mapa político de nuestro país en formación. Incluso en  Buenos Aires, a pesar de haber mandado delegados de manera oportuna, existían sectores que se oponían a la composición del  Congreso.

Por eso, no estuvo para nada equivocado el  escritor Vicente Fidel López, cuando en su obra Historia de la República Argentina expresa que: «el Congreso de Tucumán, recibió a la patria casi cadáver».

Por la abierta rebelión armada de algunas provincias queda también firmemente marcada la gestión del insigne Manuel  Belgrano, quien -no habiendo encontrado ningún reino europeo durante su periplo en ese continente que aceptase hacerse cargo de esta  ex colonia española-, propuso como solución la designación de un monarca descendiente del reinado Inca, algo que  en mi época de estudiante nos parecía una alocada idea porque no valorábamos que en esos años del siglo XIX no se concebía una concentración humana sin la dependencia de un Rey.

Por esos años,  como ejemplos, o quizás como malos ejemplos, solamente existían dos intentos de países por despojarse del dominio monárquico, el actual EE.UU  que, luego de una extensa guerra con los ejércitos del Rey de Inglaterra, logró su independencia. Y también por Francia, que luego de una sangrienta revolución acabó con el sistema regido por un Rey, aunque habrían de pasar varios años hasta que se estabilice como una República.

Pero estos países, en tiempos del Congreso de Tucumán, no pasaban por los mejores momentos políticos y consecuentemente el novel sistema republicano se prestaba a discusiones y a dudas sobre su efectividad.

La Gesta del 9 de julio de 1816 creería que representa, además del inicio parlamentario de nuestro país, la fecha más importante de nuestra extensa historia, más allá incluso de las grandes batallas que fue necesario liberar para alcanzar la ansiada independencia, con sus lamentables saldos de muertos y heridos.

Nuestra historia, lamentablemente y quizás por ser un hecho menor, no estudió ni valoró el enorme sacrificio que debieron realizar nuestros antepasados de ese año de 1816, de apenas 5.000 o 6.000 habitantes para poder acoger, con la comodidad que por su dignidad merecían los señores diputados, ya que carecíamos de hoteles o pensiones dignas, solo fondas miserables, carente seguramente de cualquier comodidad imprescindible para los lejanos viajeros.

Los diputados, sabedores que su estancia en nuestra ciudad rebasaría seguramente los seis meses, venían en sus carruajes con sus esposas, hijos, secretario y sirvientes y se los debía alojar debidamente. Cómo habrán hecho, ¿no?

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Abel Novillo - Historiador.