CÓRDOBA. “Presiento que no fue solo él, me parece que pueden haber más (implicados), quiero que se investigue y ver imágenes de todo el recorrido que hizo Joaquín ese día, quiero verlo con mis ojos”, manifestó, destrozada, Mariela Flores, la madre de Joaquín Sperani, de 14 años, quien habría sido asesinado por su amigo L., de 13 años. El adolescente confesó el crimen y, por ahora, la teoría fiscal sostiene que actuó solo. El hecho ocurrió el la ciudad de Laboulaye, al sudeste de Córdoba.

Joaquín estaba desaparecido desde el jueves. Esa noche, al ver que su hijo no volvía de la escuela, Flores les consultó a sus compañeros de curso sobre su paradero, pero al no recibir una respuesta concreta fue a denunciar la desaparición del adolescente.

La mujer criticó duramente la labor de la Policía por no haber revisado una de las casas donde más se sospechaba que Sperani pudiese haber estado. Se trata de una vivienda abandonada que es frecuentada por los estudiantes. Ante la ineficiencia para localizar al desaparecido, familiares y amigos constituyeron grupos de búsqueda para colaborar. Una de las escuadras, compuesta por algunos primos de Joaquín, recorrió el domingo la calle Sarmiento, donde se ubica la casa en cuestión, y un vecino les aconsejó que buscaran en esa vivienda. Los chicos siguieron ese consejo y encontraron el cuerpo de su primo, que estaba molido a golpes y afectado por la descomposición.

“El tiempo que perdimos buscando en otros lados y mi hijo estaba ahí, atrás. Pasamos muchas veces por esa casa y nunca se nos dio por entrar, pensábamos que la Policía ya había pasado por ahí”, señaló indignada la madre de la víctima durante la conferencia que dio ante medios nacionales y cordobeses.

Las primeras evidencias señalan que la víctima habría sido asesinada en el mismo lugar donde se encontró el cuerpo. La autopsia, realizada en la morgue judicial de Río Cuarto, confirmó que el chico murió por los golpes recibidos, principalmente por uno en la nuca que le generó traumatismo encefalocraneano. Habría usado pedazos de hormigón para agredirlo.

Evidencias

Una cámara de seguridad de otro vecino captó a la víctima y al sospechoso caminando juntos por calle Daireaux, a la vuelta de la vivienda a la cual aparentemente se dirigían. La misma cámara registra más tarde solo a L., que regresa sobre sus pasos, esta vez corriendo. En determinado momento se le cae algo que, aparentemente, era el celular de la víctima. Así surgieron las dudas sobre el acusado.

El adolescente, que por su edad es inimputable, finalmente confesó el hecho y sostuvo que actuó solo. A pesar de las sospechas de la familia Sperani, la Fiscalía no encontró evidencias de que haya intervenido más de una persona en el hecho. Quedaron descartados, al menos por el momento, otros dos adolescentes que habrían frecuentado la zona ese día.

El caso quedó en manos del juez Penal de Niños, Niñas y Adolescentes, Sebastián Moro, quien recibió a L. y a sus padres, y oyó la confesión del adolescente, que fue compañero de curso de Joaquín desde la primaria y se lo consideraba su mejor amigo.

Hasta el momento se desconoce el móvil del hecho. Sí se sabe que tanto la directora como una inspectora general de Educación, sostuvieron que Sperani no era víctima de bullying, desmintiendo la versión que sostuvieron los padres del chico. También esas mujeres, que declararon sobre la situación ambiental de la víctima en la escuela, manifestaron que Joaquín y L. iban a todas partes juntos pero que en los últimos días se los notaba más distanciados; ya no se sentaban juntos.