Los que conocen de fútbol afirman que la mentalidad, la inteligencia y la buena toma de decisiones son tan indispensables para un jugador como las cualidades técnicas. Y Ulises Vera mostró todo eso desde chico.

Tiene 19 años pero habla y piensa como un futbolista que lleva años en el ruedo; y posee una picardía y una “chispa” que lo hacen diferente. Fue promovido este año al plantel profesional, firmó el primer contrato hace tres meses y desde hace un mes vive en un departamento céntrico que le cedió el club.

Nacido y criado en el barrio 20 de Junio, en el seno de una familia humilde y trabajadora, “Uli” siempre supo que quería ser futbolista. En 2012, papá Juan, un vendedor ambulante que había tenido un “buen festival”, le dio la mejor de las noticias. “Ahora que junté plata te voy a llevar a que te pruebes en San Martín, me dijo; y arrancamos en la motito”, le cuenta a LA GACETA sobre el inicio de su sueño. Está en su casa, visitado por el pequeño Joaquín, el menor de los Vera, que ya juega en las formativas del “santo”.

Ulises llegó con tantas ganas de pasar esa prueba que supo leer y anticipar la “jugada”. Durante la práctica había visto que el volante por derecha estaba “flojo” y pese a que él se desempeñaba como volante central o como volante por izquierda, no lo dudó. “Juego de ‘8’”, sentenció. Así pasó el examen y comenzó su carrera en infantiles.

Nunca nada le fue fácil; mucho menos gratis. Viajar todos los días desde su casa hasta el complejo “Natalio Mirkin” era todo un tema. “Mi viejo hizo mucho esfuerzo para que no faltara a ningún entrenamiento. Él viajaba a Catamarca o a Santiago a vender en los festivales. Por ahí estaba una o dos semanas afuera de casa para juntar plata para nosotros. Y cuando él andaba ‘corto’, yo salía por el barrio a vender alfajores de maicena o pastafrola que hacía mi mamá; o también llevaba al club. Así logramos pagar el primer año de infantiles, hasta que San Martín me becó”, relata sobre lo que fue allanando el camino a Primera. “Entrenarme todos los días enfocado y resignar las salidas y la vida que hace cualquiera chico me permitió lograrlo”, remarca.

Ariel Martos, su entrenador en Novena división, equipo en el que se transformó en figura y con el que se consagró campeón, fue casi un padre futbolístico. Lo aconsejó, lo ayudó y estuvo cada vez que él lo necesitaba. En 2018 habló con los dirigentes para que Vera se trasladara a vivir en la pensión del club; algo que marcó un antes y un después en su vida.

“Para mí fue un montón. Hablé con mis viejos y me dieron el sí porque iba a ser bueno para mí; la verdad no se equivocaron. Es otra vida. Estás metido y enfocado en el fútbol; nada que ver a cuando estaba en mi casa”, afirma y va un poco más a fondo en el asunto. “Mis amigos me buscaban para que saliera con ellos. Y en mi barrio todos andan todo el día en la calle y de esa manera no te cuidás como debés hacerlo para jugar de manera profesional. Mis amigos me preguntaban por qué me iba; incluso los mismos chicos de la pensión, cuando teníamos libre, me decían por qué no me iba a mi casa. Pero yo tenía la idea fija de llegar a Primera; sabía que si me iba, comía un sándwich de milanesa, salía, me acostaba tarde... Era consciente de que eso no me hacía bien. Por eso me quedaba, siempre tuve claro que quiero vivir del fútbol”.

Esa disciplina lo ayudó mucho. Ulises quería estar en casa con su familia, con sus amigos; quería salir, disfrutar lo que hace cualquier adolescente, pero entendía que eso no aportaba a la causa.

Con 16 años, en La Ciudadela ya le prometían un contrato. Así saltó a la Primera liguista. En dos semanas de entrenamientos, Floreal García lo puso como titular; pero justo cuando estaba por comenzar el torneo sufrió un esguince de tobillo. No pudo jugar la primera fecha, pero en la segunda, con dolor y todo, se ganó un lugar. “Me molestaba; pero yo me vendaba y jugaba. Así estuve todo el año, hasta que al final se me hizo un edema óseo, justo en el momento en el que Pablo De Muner me había elegido para subirme al plantel profesional”, sentencia.

En 2022 alternó entre la Liga y Primera. Subía para entrenarse y lo bajaban los días de partidos. Cuando De Muner se fue y hubo una gran sangría en el plantel, él pensaba que había llegado su momento. Pero Iván Delfino asumió y no fue citado para las primeras semanas de trabajo. “Ese fue un golpe durísimo. No quería entrenarme más. Estaba desanimado y mis amigos me habían invitado a jugar un torneo en el barrio. Mi viejo no me dejaba, pero yo le decía que no me habían llamado del club; que tenía ganas de dejar. Justo ahí fue cuando me avisaron que debía presentarme a las prácticas”, explica sobre un 2023 soñado.

Fue a la pretemporada, se asentó en el plantel, comenzó a ser convocado, tuvo sus primeras concentraciones, sus primeros viajes, firmó el primer contrato, debutó contra San Martín de San Juan el pasado 9 de abril, y se fue a vivir solo. “Cuando ‘Pitu’ (Miguel Romero) me avisó que ya estaba mi departamento, mi mamá (Silvia) se largó a llorar porque iba a vivir solo (risas). Pero mi papá decía que era mejor, que eso me iba a ayudar, y la verdad es que estoy contento. Además, Pablo (Frontini) y su ayudante (Matías Farao) siempre me aconsejan y están encim”, advierte.

“Contra Nueva Chicago no me citaron y yo estaba enojado. Me llamaron a su vestuario y me dijeron que ellos también estaban mal por haberme dejado afuera, porque me veían bien y sabían del esfuerzo que siempre había hecho -revela-. Quieren que eso me haga fuerte y apuestan a que termine el año jugando o siendo el primer cambio”.

Es sábado por la mañana y el plantel tiene jornada libre. Ulises no sale de su rutina. “Como hoy no tenía clases, anoche mi hermanito vino a dormir acá. Ahora nos iremos a pasar el día con mi familia; pero volveré a dormir acá. En mi barrio la noche es peligrosa”, ríe con ganas el volante que tiene el objetivo entre ceja y ceja: “quiero afianzarme en Primera. Fue mi sueño y ahora estoy convencido de que se me va a dar”.

PUNTO DE VISTA

Por Ariel Martos (fue su entrenador en Novena)

Por sobre todas las cosas, Ulises es un excelente chico, muy querido en el club. Como jugador; un gran proyecto. Tiene potencia, buen arranque, pique corto, le pega con ambas piernas y tiene gol. Creo que hay que tenerle paciencia porque se va terminar imponiendo y puede dejar una “marquita” en San Martín.

Cuando lo dirigí teníamos un gran equipo. Él, Gonzalo Gutiérrez, Ignacio Balcarce, el arquero Tomás García… Él y el “Peti” Gutiérrez hacían la diferencia.

Juega de volante central, a la par del ‘5’ tapón. Ahí tiene mayor panorama, dinámica y despliegue. Puede jugar por afuera, pero lo condicionás con la raya; va a cumplir pero lo limitás.

Se rompe el alma en cada práctica y no cancherea. Cuando vi cómo jugaba y conocí su contexto, traté de estar cerca. Lo quiero mucho y espero que le vaya muy bien porque se lo merece.