Para la primera votación luego de los siete umbríos años de dictadura, Rogelio Rodríguez del Busto había sido convocado como autoridad de mesa. Por entonces, octubre de 1983, tenía 26 años; y ni siquiera sospechaba que menos de una década después él mismo ocuparía un lugar clave en el área que fiscaliza los comicios nacionales.
En 1990 fue designado -inicialmente, de manera interina; luego, en forma permanente- como secretario Electoral Nacional, cargo que ocupó hasta junio del año pasado, cuando se jubiló. Durante esos 32 años organizó, junto con el personal de la Secretaría Electoral federal de Tucumán, nada menos que 23 elecciones, entre generales; Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO), y un balotaje.
Sobre esa experiencia cuantitativa y cualitativa minimiza las versiones que hablan de fraudes electorales. “En el ámbito nacional nunca se habla de fraude. (Daniel) Scioli perdió por dos puntos (el balotaje de 2015), y nadie objetó nada. Acá en Tucumán son bravos porque no creen en el sistema. Aquí dicen que hay trampa; ¿dónde hay trampa, cuál es? Con tantos los fiscales es imposible”, afirmó.
Contó que una vez fue enviado a realizar una capacitación en México; y que allí se dio con que, debido a que los establecimientos educativos o deportivos no dan abasto para contener la enormidad del padrón, se realizan votaciones en casas de familia. “Se le notifica al dueño, y se vota en la casa. No hay problemas. Y pasa que no hay problemas cuando la gente está convencida de que el sistema es bueno. Acá la gente no está convencida de que el sistema es bueno. Y mientras pase eso, siempre lo va a objetar; y más aun los que pierden. La cuestión pasa porque el sistema sea sistema aceptado por todos”, consideró.
Usó otra anécdota para remarcar cuán persuadida está la ciudadanía de la facilidad para cometer fraude. “Cuando empezó a regir la posibilidad de que los menores de 17 y de 16 años voten hicimos capacitaciones. Una vez le pregunté a un chico: ‘¿vos estás convencido de que yo aprieto un botón y cambio todo, no?’. Y me dijo que sí. Efectivamente, la gente está convencida de que es así. Y es imposible cambiar eso”, puntualizó.
Incluso, recordó que la legislación electoral contempla 48 horas, a parir de la finalización de los comicios, para que los ciudadanos formalicen una denuncia respecto de alguna anomalía que hayan notado en la confección del acta de escrutinio que firman las autoridades de mesa. “Por eso el conteo definitivo siempre comienza a las 18 del martes posterior al domingo de la votación; para que la gente haga el reclamo de alguna mesa que no hubiese funcionado bien. Pero nunca nadie dijo nada; nunca hubo un reclamo. Ojo, por ahí ves planillas mal confeccionadas, puede pasar, pero es mínimo. La elección se gana o se pierde el día de la elección, no hay otra”, aseveró.
Inicios fundacionales
Cuando Rodríguez del Busto comenzó como secretario electoral no abundaba la experiencia sobre el tema. “Recuerdo que me leí todos los fallos de la Cámara Electoral. Entonces, me había hecho medio especialista entre los colegas; y me consultaban mucho, así como en su momento yo consultaba a los secretarios de Córdoba o de Mendoza, unos veteranos que sabían mucho. Y la verdad que yo sabía mucho. Uno tiene que saber lo que pasa en todos lados, en todos los fueros; y conocer qué piensa la Cámara, para no hacer fallos en vano”, explicó.
Contó que una vez, el ex juez electoral Daniel Bejas le consultó acerca de un fallo que debía redactar. “Le dije que estaba muy lindo; pero le pregunté si quería que la Cámara se lo revoque. Obviamente me respondió que no; entonces le expliqué cómo debía hacerlo. Me hizo caso, lo cambió; y la Cámara ratificó su fallo. Vos tenés que saber qué piensa la Cámara”, insistió.
Durante los 32 años que ocupó su cargo debió llevar a la práctica varias reformas electorales. A su criterio, la más relevante fue la implementación de las PASO. “Fueron una gran cosa. Al principio no estaba tan convencido, porque veía que se ponía a un particular a que intervenga en la interna del partido. Pero a lo largo de los años debo reconocer que fueron muy buenas. En el caso de la Unión Cívica Radical, por ejemplo, las PASO le permitieron resurgir”, señaló.
Consideró, incluso, que Tucumán podría implementar un sistema similar. “Pasa que aquí no se hacen ni elecciones internas; no hay democracia dentro del partido. Las PASO serían una buena idea para Tucumán, pero hay que organizar los partidos; no puede haber 50 partidos, es una locura”, dijo.
También se inclinó por la puesta en vigencia de la Boleta Única de Papel (BUP). “Los privados de libertad, los argentinos que viven fuera del país votan con la BUP. Es muy razonable; se evita tanta papelería. E implica un gran ahorro en plata, y un ahorro mental para la gente, que no tiene que empezar a buscar cuando entra al cuarto oscuro. Encima, aquí ni siquiera implementaron los colores; es más caro, pero es mejor para la gente”, destacó. Además, advirtió que la BUP soluciona un problema que sí se da en los comicios. “Se evita el robo de boletas; es una práctica deleznable, que más la sufren los partidos chicos, que por ahí no tienen para reponer”, explicó.
Un norte
Si tuviera que subrayar algo que caracterice su gestión al frente de la Secretaría Electoral Nacional en Tucumán, Rodríguez del Busto se inclina por el trabajo de geografía electoral que implementó a lo largo de los años. “Esto es: tratar de hacer los circuitos lo más acotados posible, para que el elector no dependa ni siquiera de un ómnibus para ir a votar. De ese modo se combate el ‘acarreo’”, remarcó.
Precisó que durante un tiempo previo a su jubilación habían realizado un muy buen trabajo en Las Talitas. “Antes había solo dos circuitos; ahora hay seis. Y algo parecido hicimos en Alderetes; se ha subdividido y se han hecho más circuitos. Hoy es más accesible votar; y eso es fundamental”, dijo.
Y mencionó otros ejemplos, de zonas más alejadas de las ciudades. “Ñorco es un caserío que queda en Chuschas, en la comuna de Choromoro. Había 70 electores, que debían ir tres horas a caballo para votar en Potrero, y otras tres de vuelta. ¡Seis horas para ir a votar! En Ñorco hay una escuela; hicimos un circuito y quedó perfecto”, contó. Agregó que algo parecido habían hecho una vez en Chasquivil: “debían ir seis horas para votar en Anca Juli, ¡una locura! Una vez hablé con las maestras, que conocían a quiénes vivían ahí; y votaron ahí”.
Y describió casos similares en La Sala, el límite entre San Javier y Raco: “capaz que alguien vive a 50 metros de una escuela, pero debe ir hasta Raco. Planteé que había que armar dos mesas en esa escuela: una para los electores de Raco, y otra para los de San Javier. Y algo parecido con el tema del río Vipos, que separa las comunas de Tapia y de Choromoro; por ahí uno vive en Tapia, pero debe ir a votar a ocho kilómetros. Entonces, dos mesas en la escuela: en una votan para Tapia; en la otra, para Choromoro”.
Cruzar el mostrador
Ahora que está jubilado, ¿consideró pasar “al otro lado” y dedicarse a la política? “No. Muchos empleados me decían que estaban seguros de que iba a ser candidato. Pero no. Porque, además, estoy convencido de que quedaría muy mal visto por todo aquel que me ha visto actuar. No. Me gusta la política, sin dudas; pero siempre del punto de vista bien técnico. A todos los partidos les di una mano, en la medida en que se podía”, dijo.
Sin embargo, sí aceptaría un convite para desarrollar un proyecto que mejore el sistema electoral en Tucumán. “Con todo gusto. Es algo que realmente me gusta mucho”, aseveró.