Nuestros hábitos alimenticios constituyen uno de los elementos fundamentales que condicionan el funcionamiento del organismo. Y lo que comemos en los primeros años de vida es clave en la formación de nuestra microbiota intestinal, que es el conjunto de bacterias, levaduras, hongos, virus y otros microorganismos que se alojan en el intestino, y que cumple un rol clave en la salud.
La Sociedad Argentina de Pediatría (SAP) difundió un artículo sobre la importancia de desarrollar una microbiota intestinal saludable desde el embarazo, los primeros días de vida y hasta el crecimiento posterior. A continuación los aspectos más sobresalientes del trabajo.
Microbiota: el ecosistema de las bacterias saludables1. Los primeros 1.000 días: desde la concepción hasta los dos años. “Este período es crucial para la programación inmunológica, la maduración y la prevención de enfermedades crónicas a futuro. Una microbiota saludable ayuda a regular la respuesta inmune y contribuye a proteger al individuo contra infecciones y enfermedades”, expresó Gabriel Vinderola, doctor en Química, del Instituto de Lactología Industrial y docente de la Universidad Nacional del Litoral.
2. Alimentación durante el embarazo: “Una alimentación adecuada, actividad física regular, no beber alcohol y no autoprescribirse psicofármacos promueven un mejor desarrollo fetal. Los recién nacidos de madres con sobrepeso tienen una menor diversidad microbiana y una composición diferente de la microbiota en comparación con los recién nacidos de madres de peso saludable”, agregó el doctor Vinderola.
3. Diferencias según el tipo de parto: La composición de la microbiota difiere entre los bebés nacidos por parto vaginal y los nacidos por cesárea. Los primeros ingieren lactobacilos vaginales saludables para fortalecer el desarrollo de la inmunidad del bebé, lo que ocurre en menor medida en el otro grupo.
“Cuando la cesárea tiene indicación médica, es indiscutible su necesidad. Sin embargo, el creciente número de cesáreas nos invita a poner en valor los beneficios del parto natural, siendo uno de ellos el pasaje por el canal de parto, que constituye la colonización por bacterias vaginales en el tracto digestivo del recién nacido”, puntualizó el doctor Omar Tabacco, ex presidente de la SAP.
4. Hora sagrada: inmediatamente luego del nacimiento hay un período temprano sensible, en el que el contacto estrecho entre la madre y el recién nacido sano puede inducir efectos positivos a largo plazo en la interacción madre-hijo. El contacto piel a piel entre ambos contribuye a estabilizar la respiración, la oxigenación, la temperatura y presión arterial del bebé, mantiene sus niveles de glucemia, reduce las hormonas del estrés, disminuye el llanto, incrementa el estado de alerta tranquila y promueve el inicio precoz de la lactancia materna.
5. Leche materna: es fundamental para la nutrición del bebé y es determinante para establecer una microbiota intestinal óptima por su aporte de compuestos benéficos. Reduce la incidencia de infecciones y el riesgo de desarrollar enfermedades inflamatorias.
6. Seis meses de lactancia exclusiva: este es un objetivo deseable y alcanzable; se debe trabajar para lograrlo. De todos modos, cuando no es posible, la lactancia materna exclusiva durante períodos más breves también resulta valiosa. Estudios indican que la leche materna contiene más de 200 especies bacterianas, que aportan más del 30% de las bacterias de la microbiota del bebé.
7. Alimentación complementaria: A partir de los seis meses, los requerimientos nutricionales comienzan a ser superiores a los aportados por la leche humana o una fórmula infantil, así que hay que iniciar la alimentación complementaria. Una alimentación rica en fibras (frutas, verduras, cereales integrales) y baja en grasas saturadas promueve una microbiota más diversa y abundante, con mayor producción de ácidos grasos de cadena corta, en la que predominan microorganismos adaptados a obtener energía y nutrientes de las fibras.
8. No a la leche de vaca hasta el año: la Organización Mundial de la Salud (OMS), Unicef y el Ministerio de Salud de la Nación recomiendan no ofrecer leche de vaca a los niños menores de un año. Los lactantes alimentados con leche presentan una baja ingesta de hierro, ácido linoleico y vitamina E, y una ingesta excesiva de sodio, potasio y proteínas. El doctor Tabacco explicó que la leche de vaca, de otros mamíferos o las vegetales “no se deben ofrecer antes del año de vida debido al exceso y déficit de ciertos nutrientes. Las leches de fórmula contienen los nutrientes adecuados para la correcta alimentación del niño.
9. Bióticos en fórmulas infantiles: Si bien la composición microbiológica y fisicoquímica, y el dinamismo en la sucesión de nutrientes y microorganismos de la leche materna es imposible de reproducir en una fórmula, en los últimos 30 años se avanzó en el desarrollo de compuestos bioactivos (los probióticos, prebióticos, sinbióticos y postbióticos) capaces de otorgar algunas de las funcionalidades de la leche materna. Se espera que la complejidad de las fórmulas siga aumentando a medida que se conozca mejor cómo modular la microbiota intestinal mediante probióticos, prebióticos, sinbióticos y postbióticos.
10. Beneficios a largo plazo: “Tener una microbiota saludable, con el paso de los años, contribuye a una digestión más eficiente y a una mejor absorción de nutrientes. También puede ayudar a prevenir trastornos digestivos funcionales, el síndrome del intestino irritable, el estreñimiento o condiciones más complejas como la enfermedad inflamatoria intestinal”, concluyó el doctor Vinderola.