Una de las diapositivas que ha traído Herminia Ledesma ilustra sobre el Día de Sobregiro del Planeta: la jornada del año donde, según los científicos, el mundo ya consumió todos los bienes y servicios que es capaz de producir de forma sostenible. “Ese Día de Sobregiro cada vez ocurre antes. En la Argentina llega entre junio y julio, lo que equivale a decir que el sueldo mensual se gasta por completo a los 15 días. La Tierra se está fundiendo porque la sobreexplotamos. El incremento de las temperaturas es la señal del desastre que se avecina. Si seguimos por esta senda, el planeta será inhabitable hacia 2100”, apunta la primera oradora de “Mujeres líderes que emprenden con impacto”, encuentro organizado por la Universidad Tecnológica Nacional-Facultad Regional Tucumán y la Fundación Konrad Adenauer.
La exposición de Ledesma se titula “La economía circular y su importancia”, y hace hincapié en la urgencia de que la población modifique sus maneras de producir y de consumir. La base de esa transformación es la reutilización y el reciclaje de los desechos, y de todo lo que se puede regenerar para preservar los recursos naturales finitos. “¿Qué podemos hacer y dejar de hacer hoy para causar un impacto positivo en el planeta?”, interroga esta tucumana que es licenciada en Administración; integrante del equipo fundador de El Alfar, taller de cerámica de mujeres de San Cayetano y consultora de empresas que iniciaron el proceso de certificación como organizaciones “B” (benefactoras de la Tierra).
La convicción de Ledesma es que, si se modifican ciertas conductas depredadoras y dañinas, la naturaleza respirará. Su mensaje contrasta con una provincia célebre por sus basurales clandestinos, y la contaminación y el maltrato de sus ríos. “El norteño mira hacia otro lado ante la crisis ambiental”, opina la especialista durante una conversación en el pasillo de la Tecnológica. Y añade: “en nuestra región los avances son lentos y escasos. Hasta hace poco tiempo, alguien que proponía emprender con una solución ambiental era tildado despectivamente de ‘hippie’. Recién ahora se lo comienza a ver como un capital valioso”.
Neumáticos anecdóticos
En términos generales, la Argentina está ocupada en otros “problemas” mientras su biodiversidad y sus ecosistemas primarios se deterioran. “En el país lamentablemente todavía estamos en una etapa inicial de la concientización sobre la necesidad del cambio. Las políticas públicas no acompañan a los emprendimientos y a las empresas que realmente quieren sumarse a esta tendencia de preservación de la vida”, advierte Ledesma.
A modo de ejemplo sobre la falta de incentivos estatales, la especialista en proyectos de impacto económico, social y ambiental (triple) cuenta lo siguiente: “hace cuatro o cinco años charlamos con los dueños de una línea de transporte público de pasajeros de San Miguel de Tucumán acerca de la posibilidad de hacer la disposición final de los neumáticos. En ese entonces, la única opción viable era llevarlos a una planta en Tafí Viejo pero, como los neumáticos estaban en la capital, les pertenecían a la empresa recolectora de residuos de esa jurisdicción, la 9 de Julio. ¿Qué significaba eso? Que, por cuestiones normativas, las cubiertas estaban destinadas a terminar en un basural”.
Si bien Ledesma dice que esa clase de traba estaba aflojándose, subraya que en la actualidad continúan los conflictos de recolección y tratamiento de residuos entre los municipios. “En conclusión, a la planta industrial taficeña no se le saca provecho y para los neumáticos descartados sigue sin haber una solución en la Argentina: se los manda a Brasil para que los reprocese y se compra el caucho reciclado”, precisa.
La vieja escuela
El progreso de la economía circular y de triple impacto depende en la Argentina más de la iniciativa privada que del Estado. “En especial, de los emprendedores, y de las empresas proveedoras de bienes y de servicios de exportación. ¿Qué sucede? En el extranjero se presiona cada vez más a la cadena de suministro para que desarrolle y aplique políticas ambientales y sociales”, refiere. Ledesma observa que los mayores adelantos suceden en Mendoza, Córdoba, la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y Rosario (Santa Fe): “después sigue la Patagonia, en gran medida por la presión del turismo internacional”.
En el Norte, Ledesma vislumbra un desafío particular en las empresas de familia, que son actores poderosos y muy típicos de esta zona. “En esas organizaciones de varias generaciones la transformación luce más compleja. Si ya resulta difícil cambiar hábitos en términos personales, por ejemplo, empezar a separar los residuos, a hacer compostaje, a preferir envases reciclables, etcétera, mucho más lo es en una entidad antigua, que debe implementar un cambio cultural muy significativo, que involucra a sus líderes, pero, también, a colaboradores acostumbrados a trabajar de cierta manera. Las nuevas generaciones tienen que lidiar con esa vieja escuela”, enfatiza.
Salta y Jujuy llevan la delantera en la región en cuanto al desarrollo de la economía circular y de triple impacto. Ledesma manifiesta que Tucumán se sitúa a continuación: “si bien predomina la lentitud, sí estoy sorprendida con el caudal de iniciativas y el nivel de interés detectado este año. El tema se está moviendo, aunque aún falta capacidad técnica para expandir el modelo de empresa circular o de triple impacto. Veremos si la curiosidad creciente por saber de qué se trata esto se convierte en acciones concretas y genuinas”. Una empresa fundada hace un siglo puede mudarse hacia la economía circular si así lo desea mediante un rediseño de sus procesos. Al respecto, la especialista expresa: “puede ser grande y tener mucha trayectoria, pero estar en condiciones de repensarse como organización gracias a su cultura innovadora y a su agilidad”.
Cuando todo colapse
¿Y qué pasa con la demanda? ¿Están los consumidores, en particular los tucumanos, atentos a las propuestas empresariales amigables con el ambiente o todavía prefieren lo conocido? “Hoy quizá los emprendimientos estén más interesados en la sustentabilidad que sus clientes, a lo mejor porque se dan cuenta de que se trata de un movimiento imparable y de que conviene anticiparse. El consumidor tucumano sigue siendo más bien tradicional: el consumo consciente crece en forma paulatina, aunque no con la velocidad advertida en otras provincias”, responde Ledesma.
Todavía es muy común la indiferencia o, incluso, que se mantengan las conductas a sabiendas de los perjuicios que causan. La profesional relata que algunos de sus amigos llegaron a pedirle que dejara de hablarles de los problemas ambientales con el argumento de “que ya verán qué hacen cuando llegue el colapso”: “lo curioso es que, si eso pasa, no habrá nada para hacer. La gente manifiesta que necesita tiempo para cambiar, justamente lo que no tenemos”.
Es difícil consumir de manera consciente y Ledesma lo sabe. “Yo lo intento y aún me falta mucho por hacer. A mí se me complica en las circunstancias sociales porque empiezo a juntar los ‘plastiquitos’ y mi hermana me pide que me deje de molestar, y hasta me acusa de que su hija, mi sobrina, hace lo mismo en las reuniones a las que va. Y yo digo para mis adentros, ‘¡menos mal que es más consciente que su mamá!’. Anécdotas como estas muestran que cada vez somos más los que queremos proteger el ambiente”, refiere. Y elogia en particular el compromiso con este tema existente en el Municipio de Tafí Viejo, donde expresa que hay un movimiento hacia un cambio profundo y no meramente de marketing por medio de ferias agroecológicas, educación del ciudadano, promoción de la separación de los residuos y gestación de empresas sostenibles.
“Veo síntomas alentadores, aunque aún no sea posible eliminar los globos de plástico de los cumpleaños infantiles o popularizar el champú sólido: yo lo uso hace casi ocho años, muchos de mi círculo lo probaron y creo que sólo dos lo sostienen”, dice Ledesma. El reto es enorme por las barreras ligadas a la idiosincrasia y a la cultura locales.
La experta en economía circular arriesga una hipótesis: “me atrevo a decir que la resistencia obedece a la falta de información y a la desinformación acerca de las consecuencias reales de nuestras decisiones de consumo, y de dónde estamos parados en la dimensión global de la crisis climática. Yo estoy convencida de que si no cambiamos ya, no hay futuro para las nuevas generaciones”.