Durante el invierno, nuestro organismo debe enfrentarse a condiciones climáticas adversas y lidiar con algunas estacionales (como la gripe o los resfriados). Por esta razón, mantener una alimentación equilibrada adquiere un valor trascendental. “A través de la alimentación el cuerpo absorbe los nutrientes esenciales que requiere para mantener el correcto funcionamiento de sus órganos, células y tejidos. En comparación al verano, cuando la temperatura merma, muchísima gente empieza a tener desequilibrios con sus dietas. En especial por la necesidad que hay de ingerir un menú más copioso y que logre mantenernos calientes y satisfechos”, explica la nutricionista Juliana Viña.

SEGÚN EL COLOR. Las frutas y verduras rojas son antioxidantes y previenen el envejecimiento celular; mientras las naranjas benefician al sistema inmune y a la piel.

Cómo las ensaladas o aperitivos fríos quedan descartados, el problema central pasa por hallarles un reemplazo adecuado. “Ante la duda, normalmente las personas optan por las pastas, los arroces o los platos con mucha salsa y/o tubérculos. Esto no está mal, pero al final uno tiende a abusar de los carbohidratos y deja de lado una amplia variedad de verduras”, comenta.

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En contraposición, la profesional asegura que nuestros esfuerzos en la cocina deben potenciarse. “Ahora necesitamos el doble de nutrientes para mantener en condiciones nuestro sistema inmunológico y obtener la energía suficiente para rendir fuera de casa”, agrega la médica. Para armar un almuerzo o cena acorde hay cuatro vitaminas esenciales a las que prestar atención.

Vitamina C

El ácido ascórbico es un poderoso antioxidante que colabora en la formación de colágeno. “En general, se recomienda comer los alimentos con vitamina C enteros en vez de hacerlos jugo para mejorar nuestra absorción. La vitamina C es indispensable para mejorar la calidad de nuestra piel y cabello; además de lograr combatir con ella la anemia por falta de hierro”, acota la nutricionista Eliana Lobato.

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- Incluí en tu rutina: cítricos, kiwis, frutos rojos, tomates, espinacas, brócolis, pimientos colorados, perejil y amaranto.

Vitamina D

En invierno, las personas con piel sensible pueden sufrir de enrojecimiento, dermatitis o rosácea. “Por eso, consumir altas dosis de vitamina D es ideal para mantener nuestro cutis hidratado y atenuar la resequedad o las alergias cutáneas. También ayuda a combatir las infecciones y reduce el riesgo de enfermedades autoinmunes”, especifica Lobato.

- Incluí en tu rutina: leche, huevos, quesos cremosos, yogures naturales o griegos, pescados grasos (cómo la caballa, la sardina o el salmón), hongos e hígado.

Vitamina B

La vitamina B colabora en el funcionamiento del sistema nervioso, la producción de energía y el metabolismo. A diferencia de otros nutrientes, los humanos debemos obtenerla regularmente de la comida.

- Incluí en tu rutina: carnes magras, pescados y mariscos, huevos, lentejas, garbanzos, almendras, nueces, cereales integrales, verduras de hoja verde y levadura nutricional.

Vitamina E

La vitamina E se conoce principalmente por su capacidad antioxidante y por evitar la degradación del sistema cardiovascular y la piel ante la radiación ultravioleta.

- Incluí en tu rutina: aceites vegetales fríos, frutos secos y semillas, palta, espárragos y productos integrales.