Con Sergio Massa y con Agustín Rossi al frente de la fórmula presidencial del Gobierno nacional, Cristina trata de despojarse de toda responsabilidad política ante la eventual derrota del oficialismo; y sin “Wado” de Pedro en la boleta lo que intenta es salvar las ropas del kirchnerismo marginándolo de ese posible fracaso electoral. Así preserva y acota la influencia de sus muchachos camporistas-cristinistas a Buenos Aires, distrito en el que podrían llegar a festejar una victoria con Kicillof. Sea como sea, la vicepresidenta fue una accionista clave en el proceso de designación del binomio oficialista y, prácticamente, ella misma anticipó el fin de su ciclo político con esta maniobra. Habrá que ver si el kirchnerismo-cristinista la sobrevive.
El desenlace tuvo una víctima tucumana. Por el juego de amagues y de ensayos repentinos del viernes, en cuestión de horas, se idearon y se desarmaron posibles tableros políticos en el PJ tucumano; escenarios imaginarios que iban en una dirección con Manzur como precandidato a vicepresidente, y más aún si la victoria le sonreía al gobernador. Todas las especulaciones se esfumaron rápido.
La cucarda de la gran victoria electoral del 11 de junio de poco le sirvió al médico sanitarista para sacar chapa de candidato nacional ya que, también en cuestión de horas, pasó de verse -y de venderse- en la fórmula presidencial acompañando al ministro del Interior a tener que celebrar a través de un tuit la unidad del oficialismo y desearle buena suerte a Massa y a Rossi.
El sueño de Juan XXIII fue reducido a cenizas en un chasquido por sus “amigos”: el Presidente, Cristina, los gobernadores peronistas -que terminaron de darle la espalda cuando vieron que picó solo en punta- y Massa, los que privilegiaron sus intereses particulares. En esa ecuación la aspiración de Manzur no cuadró, ni convenció. Menos que menos luego de que el jueves, tras proponerse el binomio Wado-Manzur, el amperímetro del oficialismo no se moviera en favor de la dupla. No generó entusiasmo. No era una buena fórmula; osaron opinar por lo bajo varios peronistas, y tucumanos algunos de ellos. Bien se podría decir que, a la vieja usanza, los lanzaron a la parrilla para ver las reacciones, y los terminaron quemando.
Hizo todo, no bastó
Manzur hizo el intento, se instaló en Buenos Aires, presionó lo que más pudo, pero no le alcanzó para incorporarse a la mesa chica de las decisiones nacionales; hizo sus jugadas, atrevidas por cierto, pero no le bastó. No lo dejaron entrar. Y aunque ahora debe repensar su futuro político para los próximos cuatro años, en lo inmediato tiene un gran desafío: demostrarles a Massa y a Rossi que no hay resentimientos pese al traspié político y, además, garantizarles, de mínima, la misma cantidad de votos que el Frente de Todos obtuvo hace dos semanas en la elección provincial, de más de 500.000. Quedó comprometido para eso desde el momento mismo en que se autoproclamó jefe de campaña del oficialismo tucumano. Se hizo responsable del resultado favorable, por lo que ahora no puede esquivarle a ese nuevo reto. Quedó entrampado en sus propias palabras.
En el cuadro de alternativas, Manzur pasó repentinamente del sueño de presidir el Senado a la oportunidad real de sentarse en una banca de la Cámara Alta el 30 de octubre, e incluso antes de que asuman las nuevas autoridades que resulten electas en las generales el 10 de diciembre. ¿Por qué ocurriría? Por el renunciamiento de Pablo Yedlin a la banca de senador -Manzur es su suplente- y por su asunción como diputado nacional, puesto al que puede acceder ya que es el primer candidato a diputado por la lista oficialista en Tucumán. Es imposible que no se imponga para ese cargo. Además, liberaría la banca legislativa local que obtuvo, lo que le facilitará el ingreso a la Legislatura a su hermano, Gabriel Yedlin. Parece absolutamente lógico que estos corrimientos se produzcan, ya que no es probable que Manzur abandone la carrera política tan tempranamente.
El Senado es una ocasión para jugar donde se siente cómodo: el escenario nacional, aun a costa de que el manzurismo inicie un lento proceso de declive en el terreno provincial. Recuérdese que los gobernadores que concluyeron sus mandatos y que inmediatamente fueron senadores desaparecieron del panorama local: le sucedió a Julio Miranda y a José Alperovich, quienes sintieron en carne propia cómo sus respectivos sucesores los borraban del mapa político: Alperovich a Miranda, Manzur a Alperovich, ¿Jaldo a Manzur?
Como sea, el gobernador, a partir de la frustración de no ser candidato para los comicios nacionales, deberá repensar sus pasos y fijarse nuevos objetivos, además de analizar cómo desarrollará su relación política con Jaldo.
El tranqueño, seguramente, hubiera acompañado y apostado todo por Manzur si este se convertía en precandidato a vicepresidente, lo demostró instalándose en Buenos Aires los últimos días y hasta promocionando en las redes sociales la fórmula Wado-Manzur con una foto en Twitter. Ahora todo cambió. Los tableros que se iban organizándose de una forma ahora se reacomodaron en un nuevo sentido. Porque si el gobernador finalmente hubiera sido precandidato por Unión por la Patria, Jaldo se habría hecho cargo mañana mismo de la gobernación de la provincia, aunque sin los atributos formales del poder: el bastón de mando y la banda azul y blanca; y también del oflador, instrumento simbólico que refiere sólo a la interna del PJ.
Ahora deberá esperar hasta el 29 de octubre, cuando asuma con todas las de la ley. Obsérvese que Jaldo pasó de no tener a Manzur como compañero de fórmula por una decisión de la Corte de Suprema de Justicia de la Nación -que le impidió postularse a vicegobernador, aunque aún reste el fallo sobre la cuestión de fondo- y también a no verlo convertido en precandidato a la vicepresidencia de la Nación. Cargos que iban a limitar sus acciones. Primero el máximo tribunal y luego Cristina le sacaron de encima la presión de tener a Manzur al frente de la Legislatura y de poder ser vicepresidente, con lo que, además, debilitaron al manzurismo como expresión interna en el justicialismo.
Factores imprevistos le permiten retomar el viejo esquema de conducción verticalista del peronismo, donde el liderazgo es ejercido por una sola persona y no por conducciones bicéfalas o por trípodes de poder, como viene ocurriendo desde 2003 en el partido de Perón.
Sucesos fortuitos
Obsérvese también que son hechos políticos fortuitos lo que vienen jugando en favor del hombre de Trancas, como la crisis de gabinete que debió soportar Alberto Fernández a instancias de Cristina y que depositara a Manzur en la jefatura de Gabinete. Así pasó de derrotado en la interna del PJ por el manzurismo a convertirse en gobernador durante más de 500 días. Toda una ironía: haber sido sometido políticamente y pasar a conducir a quienes lo habían vencido de un día para el otro.
Ahora, otra vez, por maniobras de Cristina, Alberto y Massa, Jaldo no verá a Manzur en un cargo de envergadura nacional que podría incomodarlo. A partir de estos sucesos, sólo Jaldo sabe el rol que querrá que juegue Manzur en el esquema de poder peronista durante su mandato, aunque lo va a necesitar en los primeros meses de la gestión para no complicar su administración con conflictos internos en el PJ. Tal vez anhele que el gobernador se instale rápidamente en el Senado, para tenerlo lejos. Las conveniencias son más importantes que las amistades en política.
Además, el gobernador electo, al margen de los problemas domésticos, debe estar meditando sobre el perfil de las autoridades nacionales que se vienen, para imaginarse cómo puede ser la relación Nación-Provincia. Si Massa diera el batacazo podrá estar tranquilo, hay fluidos vasos comunicantes; pero si gana la oposición, ya sea Larreta o Bullrich, va a tener que pararse de manera diferente, y con cada uno de los dos del PRO.
Es grande la posibilidad de que la gestión nacional sea de otro color político a partir de 10 de diciembre, por lo que no sólo Jaldo debería preocuparse para que no se repitan las tensiones de 2015-2019 entre Macri y Manzur, sino también los ciudadanos ya que en última instancia son los que terminan padeciendo los efectos de los desencuentros entre las autoridades provinciales y nacionales.
Y si por esos hechos increíbles de la política, por la aparición de un cisne negro, Massa logra convertirse en presidente -o no-, Manzur bien podría plantearse un nuevo desafío en ese panorama: intentar convertirse en presidente provisional del Senado, el tercer cargo institucional en la línea sucesoria presidencial. En fin, sea como sea, el Senado parece ser irremediablemente el destino político de Manzur, algo que al parecer visualizó desde el momento en que se sumó a la lista de 2021 como candidato suplente, secundando a Pablo Yedlin, a quien ahora, casualmente, se le facilita una segura banca en la Cámara de Diputados. Una elegante invitación a abandonar su banca para que Manzur se reinvente políticamente desde allí. Un premio consuelo tras saborear durante unas pocas horas la chance de ser el candidato a vicepresidente de Unión por la Patria.