El llamado Síndrome de la Excitación Sexual Persistente (PSAS) o Trastorno de la Excitación Genital Persistente (TEGP) constituye una extraña y poco frecuente disfunción sexual padecida por mujeres. Fue descripta hace poco más de 20 años por las investigadoras Sandra Leiblum y Sharon Nathan como “una sensación de excitación genital sin un desencadenante sexual previo, que persiste durante períodos prolongados de tiempo, y no desaparece a pesar de tener uno o varios orgasmos”. Luego fue redefinida como “una excitación genital espontánea intrusiva y no deseada en ausencia de interés sexual y deseo”.
Las mujeres que presentan este trastorno, sin estímulo previo ni deseo alguno y en contextos o situaciones que no perciben ni interpretan como eróticas, sienten sus genitales excitados (congestión, hormigueo o palpitaciones) y al borde del orgasmo en forma permanente. ¿Hipersexualidad, libido exacerbada, orgasmos múltiples? Nada más lejos: esta conmoción no siempre desemboca en un orgasmo y, aunque lo haga, la sensación de urgencia no necesariamente desaparece.
Y lo peor todavía: el orgasmo puede sobrevenir en los momentos más inoportunos. Como si el mecanismo de la respuesta orgásmica se disparara una y otra vez sin discriminar los estímulos. Algo interesante es que se ha intentado bloquear e incluso cortar los nervios que llegan al clítoris sin que la excitación desaparezca.
Los síntomas de esta disfunción pueden ser constantes (es decir, siempre presentes) o intermitentes (aparecen y desaparecen). Puede tratarse de un padecimiento de orden primario (de -casi- toda la vida) o adquirido. Esto último es lo más frecuente, presentándose sobre todo en mujeres postmenopásuicas.
Se trata, sin duda alguna, de una experiencia sumamente molesta que no tiene nada de placentera (por el contrario, el deseo sexual se esfuma y aparece un fuerte aversión por el sexo). Lo que sí genera es un gran malestar, no sólo físico sino sobre todo psicológico: vergüenza, ansiedad, depresión, angustia emocional, culpa, desesperación, pensamientos suicidas.
No se conocen las causas de este síndrome, pero las investigaciones apuntan a varias posibilidades: factores neurológicos, vasculares, hormonales o por efectos secundarios de medicamentos.
En 2012, el profesor Barry Komisaruk de la Universidad de Medicina de Nueva Jersey publicó una posible explicación en la revista científica Journal of Sexual Medicine: aunque se trató de un pequeño grupo de mujeres con PSAS, observó la presencia en el 66% de la muestra de ciertos quistes en la llegada del nervio pudendo de la columna vertebral, los cuales podrían estar originado la excitación. Algunos autores apuntan también a algún tipo de lesión traumática desapercibida y que solamente afecte a la respuesta orgásmica genital.