A 10 días de haber votado, escrutinio definitivo mediante, no termina de definirse la voluntad popular. Las sesudas explicaciones que leemos, tratando de explicar los resultados de los comicios, comienzan a entenderse a partir del cúmulo de fallas de este arcaico sistema electoral, a saber: la empresa encargada de la votación ponía dos personas para la tarea en cada escuela, cuando el correo lo hacía con el doble o más. Ahí se retrasó el arranque, al entregarse tarde las urnas a cada autoridad de mesa. La ausencia de un ¡casi 40 %! de estas (hecho inédito) fue el segundo tropiezo. Y su reemplazo azaroso por cualquier ciudadano (sí, por cualquiera) fue el tercero. Ya con un mínimo de dos horas de tardanza, la jornada presagiaba ser aciaga para todos. La elección de locales escolares por parte de la junta electoral, inadecuados para recibir una multitud, constituyó un cuarto error. La cuestionadísima ley de acoples, con una multitud de boletas en cada cuarto oscuro, ralentizó el control y la votación. Este fue un durísimo escollo y un verdadero dolor de cabeza durante toda la jornada, para acelerar la tarea electoral. Y finalmente, el conteo final de cada urna, por autoridades mal capacitadas fue la cereza de una torta indigerible. El escrutinio definitivo en la junta electoral colmó la agotadísima paciencia opositora, cuando la lógica falta de coincidencia de las documentaciones validaba desconfiar abiertamente de este vetusto sistema de votación. Todo coronado por la aparente parcialidad de la propia junta, en la ajustadísima definición de por ejemplo, la última banca legislativa. Recurrir a la justicia, entonces, casi es una obviedad al no tener la oposición la certeza de que todo fue transparente, como dijo el vicegobernador Jaldo. En este contexto, hablar de legitimidad es simplemente faltar a la verdad. Dijo el gobernador electo Jaldo: “voy a convocar a la oposición para hacer un gobierno abierto y participativo… no tenemos problemas en implementar el voto electrónico para simplificar la tarea del votante…”.Entonces, le tomamos rápidamente la palabra para decirle que esta puede ser la oportunidad de ponerle un broche de oro a su dilatada carrera política, quedando como el mandatario que colocó a Tucumán en el siglo XXI, cosa que no quisieron hacer ninguno de sus antecesores. Para ello, instaure el voto digital, establecido desde 2006 en nuestra constitución (el 2025 puede ser un buen banco de prueba) y derogue esta nefasta ley de acoples, que obviamente los beneficia sobremanera, tanto como perjudica a todo el arco opositor. Sería el verdadero comienzo del salto de calidad que necesitamos, para tener realmente la democracia que todos los tucumanos nos merecemos.

Ricardo A. Rearte 

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