En San Miguel de Tucumán y su populosa área metropolitana (que incluye cinco municipios), el proceso de cambio es permanente. Se produce a distintas escalas, en diversos puntos y con características propias. Uno de los más visibles es la avenida Francisco de Aguirre. Se trata de una arteria que divide jurisdicciones. A lo largo de su traza (al oeste nace en el Pozo de Vargas y se extiende hacia el este hasta la intersección con Juan B. Justo) separa San Miguel de Tucumán de Tafí Viejo y de Las Talitas. De ser un camino casi marginal hace algunas décadas (periurbano, en algún momento) ha ido adquiriendo una centralidad llamativa. Especialmente después de la pandemia.

Hoy es un camino elegido por miles de personas que viven en la zona norte de Yerba Buena y en el extremo noroeste de San Miguel de Tucumán para dirigirse al centro. A ellos se suman los habitantes de Tafí Viejo que también la ocupan. En conclusión, son cada vez más los conductores que todas las mañanas eligen esta avenida para transitar de oeste a este para luego tomar arterias como Balcarce, Virgen de la Merced, 25 de Mayo, Maipú o Siria-Salta, que los depositan en Barrio Norte sin las demoras excesivas que generan la Belgrano o la Mate de Luna en horarios pico.

Esto no sería un problema si no fuera por el mal estado general de esta avenida. En su extremo oeste, el pavimento se encuentra relativamente bien (es el tramo más nuevo). Pero el primer complejo de semáforos aparece apenas en el cruce con Ejército del Norte. Es decir que intersecciones tan transitadas como la de Las Américas o la de Viamonte no cuentan con ningún tipo de control más que la prudencia de los propios conductores.

Entre Ejército del Norte y República del Líbano (donde aparecen los siguientes semáforos), el estado del pavimento es malo. Si bien el Municipio arregló un tramo antes de las elecciones, el resto está muy deteriorado. De ahí hasta Juan B. Justo el asfalto se deteriora aún más. Eso no impide que los conductores pisen el acelerador incrementando los riesgos para todos los transeúntes. Además, el giro a la izquierda es algo habitual y muchos pozos están cubiertos por aguas servidas, lo cual lo vuelve invisibles.

Ante la saturación de las principales vías que conectan el oeste del área metropolitana con el centro, los ciudadanos buscan alternativas. Encontraron una que, con sus imperfecciones y problemas, les ayuda a resolver un inconveniente cada vez más grande en la vida moderna: la falta de tiempo. A pesar de los riesgos que representa la escasez de semáforos y el mal estado del pavimento, son cada vez más los que optan por ella.

Por eso creemos que es fundamental que las autoridades tomen nota de esta situación -posiblemente sea una tarea que deba encarar la próxima administración municipal- y que hagan las inversiones necesarias para brindarles comodidad y seguridad a aquellos tucumanos que, día tras día, buscan sortear los obstáculos que les presenta la ciudad para cumplir con sus obligaciones.