Dicen que miró al cielo y se iluminó para crear la insignia nacional que mayor orgullo nos genera a los argentinos: nuestra bandera patria. Otros afirman que el hombre la creó impulsado por los colores de una escarapela pensada para distinguir al ejército revolucionario de sus enemigos. Siempre celeste y blanco, siempre el mismo nombre y apellido, al final de cuentas. Hablamos de Manuel Belgrano (*), uno de nuestros mayores símbolos de carne y hueso, por los siglos de los siglos.

Abogado, periodista y economista, Manuel José Joaquín del Corazón de Jesús Belgrano González fue, además, uno de los militares más destacados de nuestra historia y también de nuestro vecino Paraguay, a inicios del siglo XIX. A su paso, una huella; una marca imborrable ante la posteridad, como fue la que dejó en su estancia por el Norte. Dos capítulos, uno de ellos de casi tres años en el que cosechó amores, odios, rencores y hasta un confinamiento como prisionero en su propia casa en Tucumán.

Homenajes a Belgrano: cambio de guardia en la Casa Histórica

“Manuel Belgrano es un héroe indiscutido, tanto en el sistema escolar como en el sistema de próceres. Es, junto a José de San Martín, uno de los próceres principales de nuestra historia. Pero lo interesante de Belgrano, como una paradoja de nuestra argentinidad lo digo, es que supo dividir las aguas entre simpatías y antipatías”, cuenta Facundo Nanni, “belgraniano” por afinidad y estudio; “belgraniano” por conocimiento de causa.

La segunda Campaña del Alto Perú, y los meses y semanas que rodearon a la Batalla de Tucumán no fueron pan comido para Belgrano. ¿Por qué?

Si bien en Buenos Aires la adhesión a la Revolución marcaba el pulso del ánimo de sus residentes, en el Norte la creencia no era tal. Ni uno ni otro. El rechazo contaba con varios votos a favor, algo así como el voto en blanco registrado en las últimas elecciones provinciales de 2023, cuando “blanco” supo imponerse ante varios de los candidatos estampados en acoples oficiales y de la oposición.

En diferentes textos escritos por los historiadores Sara Peña de Bascary, Carlos Páez de la Torre (h) y Gabriela Tío Vallejo, la preocupación de Belgrano frente a un sector del pueblo disconforme con su política, era tan visible como palpable en su día a día. Así lo hizo saber en una de sus tantas cartas enviadas a Buenos Aires. “Tengo la impresión de que en el Norte continúan apoyando al ejército realista, a figuras como José Manuel de Goyeneche o Pío Tristán antes que a mí”.

“En 1812 había desconfianza, y esa desconfianza en la región tenía que ver en parte por el hartazgo de la gente de ver al ejército establecido en Tucumán y de lo que ello generaba”, comenta Nanni. Un relato interesante es el de Manuela Petrona, una mujer que vivió en una zona cercana a Tafí Viejo. Denunció que el paso de los ejércitos, Realista y Patriota, le había destruido su finca y por ello pedía una remuneración por los gastos ocasionados. Según la visión de esta mujer, los dos ejércitos fueron dañinos.  

EL GENERAL MANUEL BELGRANO, CON SU IMPECABLE UNIFORME.

Otra de las señales de alerta emitidas por Belgrano fue aquella que apuntó hacia la disconformidad de sus subordinados cuando éste intentó imponer una disciplina militar entre sus tropas. “Un oficial cuyano de apellido De la Plaza cantó canciones contra un salteño -llamado José Moldes- después de la victoria en 1812 de la Batalla de Tucumán”, el clima, claro está, no era el ideal, relata Nanni. Belgrano lo tomó como una ofensa hacia él mismo y contra su ejército. El desgaste del ejército del Norte era evidente. La solución fue apartar al cuyano.

Como si se tratase de un déjà vu, con un Belgrano residente en San Miguel de Tucumán, desde 1816 hasta 1819, los dramas del pasado tocaron su puerta. Si bien ganó adeptos, su apellido continuó vinculado al poder central jerárquico de Buenos Aires, cosa que en la región chocaba. La tensa relación que mantuvo con Bernabé Aráoz derivó en un Belgrano encarcelado en su propia casa hasta fines de 1819. Desconocieron su poder y el poder central de Buenos Aires.

El final del pleito

Meses después de su liberación, Buenos Aires, la tierra que lo vio nacer el 3 de junio de 1770, fue testigo de su último suspiro, el 20 de junio de 1820.

A los 50 años, el hombre que le dio vida a la bandera argentina y que izó por primera vez un 27 de febrero de 1812 a orillas del Río Paraná (en Rosario), dijo demasiado pronto adiós.

¿Cuánto más podría haber hecho Belgrano por esta nación? Quién sabe.

* Textos Citados:

- “Porteños, provincianos y extranjeros en la Batalla de Tucumán” Carlos Páez de la Torre y Sara Peña de Bascary.

- Tío Vallejo, Gabriela (Comp.) “La República extraordinaria. Tucumán en la primera mitad del siglo XIX”, Prohistoria, Rosario, 2011

- Nanni, Facundo. “La ciudad de las noticias falsas. Manuel Belgrano en el San Miguel de Tucumán revolucionario. 1812-1819”, en Belgrano y su Tiempo”, Academia Nacional de la Historia, Buenos Aires, 2020.