Lautaro Andrés Michel es de Concepción, tiene 17 años y desde muy niño, recuerda, cargaba la ilusión de ser piloto de avión. Entre sus juegos cotidianos estaba el de armar aviones de papel o garabatear con lápiz diseños de esas naves. “En mis fantasías me veía al mando de esos aviones enormes como los Boeing 707” confiesa. Hace pocos días el adolescente literalmente tocó el cielo al hacer realidad parte de su sueño. Se convirtió en uno de los pilotos de vuelo privado más joven del país.
Ese primer objetivo lo consiguió al alcanzar las 40 horas de vuelo en la escuela Flying Parrot que está en el aeródromo Coronel Olmedo de Córdoba. Ahora va por su máxima aspiración: el de llegar a ser piloto aerocomercial. Para ello, según dijo, debe conquistar las 200 horas de vuelo en otras aeronaves de mayor porte y que demandan capacitación más exigente.
Un reconocimiento oficial
Lautaro es abanderado del Instituto San Luis Gonzaga de “La Perla del Sur”. El intendente Alejandro Molinuevo consideró que el muchacho reúne mérito suficiente para ser distinguido como “joven destacado” por el municipio. El reconocimiento se le entregó en un acto realizado en el despacho del funcionario ante la presencia de sus parientes e invitados especiales.
“Es una forma de estimular a quienes se constituyen en ejemplo de la juventud que requiere el país. Necesitamos jóvenes con sueño y aspiración de trabajar por una Argentina mejor. Lautaro nos orgullece con su sencillez y capacidad para avanzar hacia sus objetivos” sostuvo el jefe comunal. Michel, hijo de la empresaria textil Virginia Muñoz, expresó su agradecimiento al jefe comunal y enseguida habló con la prensa. “Lo mío tiene que ver con una ilusión que tomó vuelo con el apoyo de mis parientes más cercanos. El llegar a piloto privado me demostró que con entusiasmo y dedicación se pueden alcanzar las aspiraciones por más difícil que parezcan” comentó.
Su próximo objetivo
Aunque el curso presencial de piloto privado lo podía concluir en un año o dos, precisó que él lo aprobó en dos meses. Ahora está embarcado en su próxima meta, que es más complicada. “Ponerse a conducir un avión al principio debo reconocerlo que me dio miedo. Pero a medida que lo hacía con más frecuencia y seguridad, el hecho de pilotear se me hizo algo natural. Ya se me había ido ese resquemor que te genera el hecho de ir a 300 km por hora y a una altura de 3.000 metros” comentó el joven.
“Este año voy a egresar del secundario y voy a encarar con el esfuerzo que sea necesario mi próxima decisión de ser piloto aerocomercial. Es lo que quise siempre” apuntó. Michel se imagina recorriendo el mundo al mando de un avión con pasajeros. “A los jóvenes como yo les digo que a uno lo hace feliz el hecho de tener un proyecto de vida. Y mejor si se parece a un sueño. Ahí cada uno tiene que demostrar que tiene la capacidad y disposición para al final conquistarlo. Nada es imposible cuando uno se lo propone” remató.