Benito Carlos Garzón

Abogado

Señalábamos en esta columna (“Tucumán perdió la brújula”, 12/05) la frustración de toda una generación brillante de esta provincia que se originó a principios del siglo pasado y protagonizada por el fundador de la UNT, Juan B. Terán, Ernesto Padilla y toda la pléyade de grandes personajes. Decíamos que esa brillante generación que llevo la universidad y la cultura por todo el norte del país, hasta su culminación con el Dr. Horacio R. Descole y su frustrado sueño de la Ciudad Universitaria de San Javier. Sosteníamos que la última obra de infraestructura en la provincia fue el dique El Cadillal en la gestión del Dr. Celestino Gelsi. No obstante la decadencia de una provincia señera y creadora hasta el presente, como lo señala la nota de este diario “Los sabios que anticiparon el desastre” (03/06), creemos que tanto el país como la región vivieron una etapa que pudo haber superado el estado de subdesarrollo, atraso y aislamiento de todo el norte argentino.

Alternativa de desarrollo

Esta etapa que buscaba la regionalización como alternativa para un crecimiento y desarrollo sin dependencia del centralismo, tuvo origen en el gobierno de Salta gobernada por Roberto Romero, luego de superada la negra etapa de la dictadura militar. En septiembre de 1983 se lanzó desde esta provincia la Convocatoria del Norte Grande, integrada por nueve provincias del norte argentino. Asistí como observador y pude ver el entusiasmo que provocó, incluso en el representante del Gobierno nacional, Antonio Tróccoli. Comenzó el trabajo de las distintas comisiones sobre los aspectos más importantes a tratar para el crecimiento regional (transporte, agricultura, caminos, diques, irrigación, intercambio general, vías de comunicación) y sobrevino a los pocos meses la hiperinflación del gobierno de Raúl Alfonsín y todo el proyecto regional naufragó con ella.

Durante el siguiente gobierno y en ejecución “un peso : un dólar”, trabajamos la idea regional con un grupo de profesionales entusiastas como Jorge Luis Rougés, Jorge Torres, José Roberto Toledo y algunos economistas con la mira de no perder las posibilidades de desarrollo regional, ensayados en Salta. Cuando se decidió la reforma de la Constitución Nacional por el Pacto Menem–Alfonsín, vimos la oportunidad de proponer a la región con rango constitucional. Convocada la Convención reformadora en Santa Fe, asistimos con el Dr. Rougés en calidad de asesores pues se había resuelto que los funcionarios públicos (gobernadores, vicegobernadores, diputados, etc.) sean los titulares.

Me tocó asistir por la provincia de Salta como asesor del Dr. Alfredo Musalen e integrar la Comisión de Desarrollo Regional. Luego de muchas disputas, sobre todo con los convencionales de la Provincia de Buenos aires, se logró que la Convención aprobase el art. 123 que, sucintamente, expresa: “Las provincias podrán crear regiones para el desarrollo económico y social y establecer órganos con facultades para el cumplimiento de sus fines…” Se había dado un paso fundamental para crear regiones y entre ellas la Región NOA, sobre la cual trabajamos con nuestro equipó.

La coparticipación

No obstante, éramos conscientes de que la construcción de una región requería recursos que no sean los que las provincias que la integran y por ello se debatió y participamos en la redacción de dos normas fundamentales. El Presidente de la Comisión de Federalismo era el Dr. Juan Carlos Romero, hijo del fundador de la primera experiencia regional (compartíamos la casa del mandatario y eso nos permitió intervenir en la redacción del Art.75 de las Atribuciones del Congreso). Concretamente se logró de este modo intervenir en la redacción del inciso 2° de esa norma y que importó un giro dirigido hacia nuestros fines: La Ley de Coparticipación federal, que quedó redactada de la siguiente manera: “La distribución entre Nación, las provincias y la ciudad de Buenos Aires… será equitativa y solidaria y dará prioridad a un grado equivalente de desarrollo, calidad de vida e igualdad de oportunidades en todo el territorio nacional”, norma que es completada por el inciso 19 segundo párrafo de dicho Art. 17 que estatuye: “proveer al crecimiento armónico de la nación y al poblamiento de su territorio, promover políticas diferenciadas que tiendan a equilibrar el desigual desarrollo relativo de provincias y regiones”. Con este bagaje normativo emprendimos el proyecto de la Región NOA.

En la gobernación de Ramón Ortega se decidió la constitución de la región NOA que se firmó el Acta de Constitución de la lra. Región en septiembre de 1998 en un acto simbólico en el Salón central de la Casa de Tucumán, con asistencia del entonces Presidente de la Nación, Carlos Menem, a cuya iniciativa se sumó también la provincia de La Rioja. En momentos en que redactaba el Tratado de Integración Ramón Ortega viajó a Miami abrumado por no haber sido candidato a vicepresidente para las elecciones nacionales. Luego vino la crisis del 2001 llevándose entre otras instituciones el sueño de la Región NOA. Desde allí hasta el presente gobernó el país un matrimonio para quienes la Región era todo el país sujeto a sus apetencias de poder discrecional. Quedan aún tibios reclamos de representantes de gobernadores del norte en un remedo de “Parlamento del NOA”, imposibilitados de otra acción que no sea un mero declaracionismo. Para lograr un verdadero desarrollo regional se necesita privilegiar la conexión del área Pacífico–Atlántico con rutas transversales, autopistas, ferrocarril, navegación, organización de organismos de inversión, de negocios de exportación y todo un proceso de relación público-privado que no se construye con discursos y reuniones de turismo. Para constituir una verdadera Región se requiere autonomía y autoridades capaces de desafiar al poder central. Mientras ello no suceda seguiremos en el atraso y la dependencia. Leímos acaso en las metas de los candidatos de gobernador de Tucumán publicados por este diario una sola referencia a estos grandes problemas donde Tucumán fue pionero y que ahora muere en la desidia y la escasez de mira de sus futuros gobernantes ¿Es o no un “desastre político”?