Es clásica, una pregunta de manual ante la incertidumbre de una nueva tecnología. Lo primero que nos cuestionamos cuando una innovación aparece de manera disruptiva es “¿nos quitará el trabajo?”. Parece que es más fácil preguntarse por la pérdida del empleo más que por su transformación, ya que ello requiere al menos pensar nuevos escenarios de los cuales pocos detalles tenemos. Sin embargo, el auge que estamos viviendo por estos meses con la inteligencia artificial ha sacudido las reflexiones de distintos ámbitos productivos y la pregunta sobrevuela en el aire de más de una oficina.
¿Pero por qué estamos tan alertados en estos momentos? La inteligencia artificial, como disciplina de la informática, existe hace más de 50 años, claro que en distintas etapas. Es más, en su historia se conocen períodos llamados como “veranos” e “inviernos” para clasificar los momentos de mayor y menor auge que tuvieron sus estudios y aplicaciones. La década de 2010 es considerada por los especialistas como el último verano en el que los gigantes tecnológicos promocionaron sus capacidades como si fuesen infinitas. Sin embargo, luego de esos momentos de efervescencia vienen los inviernos, en los que las empresas y académicos reconocen la sobreestimación de los alcances previstos para dicha tecnología. Todo parecía indicar que esta década iba a ser un invierno, pero, como todos ya sabemos: pasaron cosas.
La explosión que vivimos desde fines del año pasado radica en el verano de una de las ramas de la inteligencia artificial que se denomina “generativa”, ya que se enfoca en la generación de contenido original a partir de datos existentes y modelos de entrenamiento. ChatGPT hace justamente eso, genera contenido a partir de algoritmos y redes neuronales, mientras que también sigue aprendiendo a partir de su interacción con los humanos. Esta rama sin dudas ha materializado todo el potencial de la inteligencia artificial y eso ha llamado la atención de diversas industrias y radica allí la pregunta original: “¿nos reemplazará en nuestros trabajos?
Para conocer qué se está diciendo en el mundo del trabajo sobre las posibles transformaciones por esta tecnología, Microsoft Argentina presentó los datos del informe “¿La inteligencia artificial solucionará el trabajo?” correspondiente al Índice de Tendencias Laborales 2023, un estudio anual en el que exploró su impacto en el mundo laboral. El estudio se realizó en base a la experiencia de 31.000 trabajadores y líderes de negocio de 31 países y en Argentina se enfocó principalmente en las nuevas aptitudes que demandará la inteligencia artificial hacia los trabajadores. Según el relevamiento, el 63% de los trabajadores argentinos mostró disposición a delegar tareas a dicha tecnología con el fin de reducir su carga de trabajo. Este porcentaje es ligeramente inferior al promedio global del 70% y el 67% en América Latina. Sin embargo, la mayoría de los empleados argentinos se sienten cómodos utilizando inteligencia artificial en diversas áreas de su trabajo, incluyendo tareas administrativas, trabajos analíticos e incluso aspectos creativos de su rol. Los líderes empresariales argentinos también reconocieron el valor agregado de la misma en el entorno laboral, siendo 2,5 veces más propensos que el promedio global a considerarla como un impulsor de la productividad en lugar de una amenaza para el empleo.
Finalmente, el estudio también destacó la importancia de adquirir nuevas habilidades relacionadas con la inteligencia artificial. El 82% de los líderes argentinos encuestados reconocieron que los empleados necesitarán habilidades actualizadas para adaptarse al crecimiento de esta área informática, en línea con el porcentaje global. Sin embargo, el 54% de los trabajadores argentinos admitieron carecer de las capacidades adecuadas en la actualidad para realizar su trabajo, aunque ligeramente menor que el promedio global del 60%.
En resumen, el mayor desafío no está en el temor a ser reemplazados, sino en no tener las suficientes competencias para trabajar en un mundo aún más complejo. Por eso, quizás, es que muchas veces preferimos tener una visión trágica vinculada al trabajo antes que asumir que vivimos en entornos laborales en constante evolución. Allí radica la verdadera encrucijada, la cual nos obliga a preguntarnos qué cosas nuevas debemos aprender y qué cosas deberíamos descartar de nuestra formación.