El invierno de 1941-1942 fue especialmente difícil para los habitantes de la ciudad sitiada. Los equipos funerarios no tuvieron tiempo de retirar de las calles los cadáveres de personas que murieron de hambre, frío y enfermedades. Ese invierno, los habitantes de Leningrado comieron de todo, incluso animales domésticos, incluidos perros y gatos. Atraparon y se comieron todos los patos en los parques y las palomas en las calles. Comía ratas y ratones. Muchachos con hondas cazaban pájaros y pescaban peces pequeños y espinosos en el Neva. Solo unas pocas mascotas (cuidadosamente escondidas por los dueños) pudieron sobrevivir a ese terrible momento. Y luego, una nueva desgracia cayó sobre la ciudad agotada: las ratas comenzaron a inundar Leningrado. Estos peligrosos roedores no tienen un solo enemigo natural en los entornos urbanos, a excepción de los gatos. Solo los gatos pueden controlar el número de ratas, una pareja de las cuales es capaz de reproducir más de 2000 en solo un año. Las ratas prosperaron en la ciudad hambrienta: simplemente se alimentaban de cadáveres en las calles. Esta macabra descripción nos remite a los tiempos de la Segunda Guerra y al asedio que el ejército alemán tenía a la ciudad. El asedio comenzó el 8 de septiembre de 1941 tras cortar la Wehermacht las últimas vías de acceso. Aunque se abrió un corredor en enero de 1943, los alemanes mantuvieron el cerco hasta el 27 de enero de 1944 o sea un total de 872 días. Dentro de la ciudad como relatábamos antes la situación era muy complicada. Las ratas comenzaron a devorar todo lo que aún se podía encontrar comestible; atacaban a los niños enfermos y desnutridos ya los ancianos mientras dormían, la amenaza de epidemias (incluida la peste) se cernía sobre la ciudad. Ante estas circunstancias las autoridades buscaron una solución y fue pedir gatos que llegaron a la hoy San Petersburgo desde Siberia por que se consideraban a los animales provenientes de allí como los mejores para cazar ratones. Los felinos fueron transportados en cuatro vagones con fuerte vigilancia. Llegaron a una ciudad en ruinas. Algunos gatos ya fueron liberados en la estación y el resto fue entregado a la población. La tradición denomina a estos animalitos como “la división maullidos” y en poco tiempo lograron mantener a los roedores lejos de los almacenes. Sin embargo no era suficiente ya que muchos de ellos murieron por mordidas de ratas enfermas. El “ejércitos de gatos” defendió la ciudad hasta el final del bloqueo en luchas encarnizadas con los ratones que en muchas oportunidades se abalanzaban en grupo mordiendo al felino. Tras el bloqueo se siguieron enviando gatos desde Siberia a la ciudad para reemplazar a los muertos y poder seguir la lucha con los roedores. Hasta los habitantes de Moscú enviaron alimentos y animales. Otra historia emparentada con esta épica guerra son los gatos del Hermitage, el museo más importante de Rusia, que protegían y protegen las obras de arte de los roedores; pero que será contada en otra oportunidad.
División maullidos, el ejército de gatos que salvó a Leningrado de los ratones
Una historia que vale la pena conocer.