Profunda. Un rumor de añoranza quizás. Su mirada se ejercita en un horizonte de versos. En un viento donde laten sus raíces sefaradíes y también el eco de sus poemas. “La piedra pequeñita del silencio. La habitación de mi madre. La cerradura blanca que mira a la habitación. Los talones de mis pies que desean pero no alcanzan la ventana. El comienzo de todas las cosas. La palabra que quita el miedo y una voz que es la mañana”, escribe Denise León. Escritora, doctora en Letras e investigadora del Conicet, ha dado a luz recientemente “Nostalgias del Imbat (poesía reunida)”, libro editado por la Editorial de la UNT.

- ¿Qué es el Imbat?

- El Imbat es un viento que sopla en verano en Izmir, Turquía, la ciudad donde nacieron mis abuelos. Me pareció que un título donde se puede escuchar soplar el aire y, al mismo tiempo, recuperar algo de la infancia y la nostalgia podía funcionar para un libro que junta poemas, ¿no?

- ¿Qué asuntos aborda su poesía?

- Para mí la poesía no se trata de temas, se trata de un modo de mirar, de abrir. Abrir pasajes para conectarme con otras voces, con otras historias y hacerlas convivir con mi presente. Pero, claro, no hay manera de abrir un pasaje sin deshacer la materia con la que se trabaja o sin deshacerse una misma en el proceso. Todo pasaje es tránsito, deseo, camino poroso y volátil, donde lo que conocemos, en contacto con otra materia, se altera, se transforma. Sólo así se atraviesan las fronteras y la poesía. Nada queda intacto.

- ¿Hay una estética hacia la cual apunta?

- No sé si apunto a algún lugar. Lo que yo quisiera es que mis lectores se emocionen. Que puedan mirar lo que el poema está mirando y asentir con la cabeza, o sentir que se les pone la piel de gallina o que se les anudan las tripas. Que es lo que me pasa a mí cuando leo un poema o descubro la voz de una poeta o un poeta de los que ya no voy a olvidarme nunca.

- ¿Cuándo la poesía se posó en su mirada? ¿Escribe otros géneros?

- Yo empecé a leer y a escribir poesía de vieja. Claro, estaban los poemas que mi mamá nos recitaba de memoria a la hora de dormir cuando le pedíamos un canto y un cuento. Y estaba ese silencio de ella que yo siempre quería llenar de palabras... ¿Cómo se dice las venas azules que se le anudaban en las manos? ¿Cómo se dice que de noche no puedo cerrar los ojos porque tengo miedo de no despertarme? Y así empezó, me parece. Pero tampoco puedo estar segura. Digo, porque la memoria es como un río sucio que va arrastrando un montón de cosas.

- ¿Por qué escribe en ladino? ¿Es un modo de reivindicar a sus antepasados? ¿Cuál es la dificultad principal del ladino como lengua?

- Algunas veces escribo en ladino, sí. Es la lengua que los judíos españoles forjaron en el exilio después de que fueran expulsados por la corona en el siglo XV. Ha tenido muchos nombres: ladino, yudezmo, yidió, espanyiolit y algo que me gusta mucho es que tiene las huellas de todos los lugares en los que estos exilados fueron viviendo, te cuenta quiénes fueron sus vecinos, si estaban o no cerca del mar, esas cosas. Quizás la dificultad principal, además de que el ladino no atravesó como lengua los movimientos literarios que conocemos, quiero decir, no atravesó el Modernismo o las Vanguardias, es que yo no soy hablante nativa de ladino. Mi yudezmo, como siempre digo, es una lengua inventada. Próxima y lejana al mismo tiempo. Es como volver a escuchar hablar a mis abuelos pero esa escucha es “distraída”, quiero decir que retiene algunas cosas y olvida otras. Para mí es una lengua donde los vivos se mezclan con los muertos. Una lengua sin sombra, como el agua.

-¿Qué le ha dado la poesía? ¿Qué quiere decir con ella si es que quiere decir algo?

- Bueno, la poesía me ha dado entusiasmo y emoción. Ya sabemos que la felicidad dura bastante poco y es esquiva, en cambio, como decía la pintora Giorgia O’ Keefe, el entusiasmo dura más. Hay que entusiasmarse con algo. La poesía, y no sólo la poesía sino todos los libros que he leído (los permitidos y los prohibidos), las telenovelas, las películas clase menos que Z, los documentales sobre la vida salvaje que mi hermano me obligaba a mirar, en fin, todos esos materiales me han acompañado, me han hecho algún gesto, me han conmovido.

- La escritura, la docencia y la investigación, ¿se complementan o van por caminos separados?

- Me parece que en la práctica estas actividades no se separan, sino que se impregnan la una a la otra. Digo, se mezclan como las cosas que tenemos en la mesa de luz y adquieren un orden un poco absurdo que quizás sólo tenga sentido para el dueño o la dueña de la mesa. Como las listas, ¿no?, que de algún modo intentan contener, representar o designar cuestiones que se extienden infinitamente, sin dimensión precisa, sin extensión, superando la oposición entre chiquito y grande, entre poesía y docencia o poesía y academia.

› Una trayectoria

Nieta de inmigrantes sefaradíes, Denise León (Tucumán, 1974) ha publicado Poemas de Estambul, El trayecto de la herida, El saco de Douglas, Templo de pescadores, Sala de espera, Poemas de Middlebury, Mesa de pájaros y Árbol que tiembla. Ha participado en distintos festivales internacionales de poesía y textos suyos han sido incluidos en diversas antologías como Por mi boka (Lumen, 2013) y Penúltimos. 33 poetas de Argentina 1965-1985 (UNAM 2015), y traducidos al inglés y al portugués. Es doctora en Letras e investigadora adjunta del Conicet.