Aunque tiene pergaminos suficientes para acreditar una destacada trayectoria como escritor, periodista y guionista de historietas, es la pantalla chica la que le ha dado popularidad, a través de sus ciclos por Telefé y el Canal Encuentro. Bastan unos pocos minutos de charla para tener la impresión de que se está conversando con un amigo. “En todo escrito, hay un lector anterior, uno escribe porque ha leído, no de otra manera. Yo fui de muchacho, de chico, un lector de aventuras; luego de grande, ya profesor, leía obras de ficción de norteamericanas y entre otras cosas, a fines de los 60 cuando empecé a escribir mis propios textos, fui muy lector, como toda mi generación, de los narradores norteamericanos y dentro de ellos, de algunos autores de novela policial. Entonces lo primero que escribí fue un poco un ejercicio de estilo, las primeras páginas de lo que sería después ‘Manual de perdedores’. Puede ser una escena de un policial: un detective es convocado por alguien para que hiciera una investigación, la diferencia es que cuando salía de la oficina en lugar de Manhattan, lo se veía por la ventana era el Luna Park; sale a investigar en Buenos Aires de aquellos años y así surgió mi primera novela”, cuenta Juan Sasturain, director de la Biblioteca Nacional, quien esta tarde, a las 20, en el Centro Cultural Rougés (Laprida 31), en el marco del 19° Mayo de las Letras, brindará la charla “Disparos en la biblioteca: leer y escribir literatura policial en la Argentina”. En la ocasión, será su interlocutor el escritor Fabián Soberón.
- ¿Cuál es la diferencia entre el policial clásico y el negro?
- Hay ciertos aspectos en común, pero lo que se suele usar como forma de diferenciarlos es que el llamado clásico, que tendría su apogeo durante las primeras tres décadas, a partir del Sherlock Holmes y durante las primeras tres décadas del siglo 20, en Inglaterra sobre todo, pero también en Estados Unidos, en el ambiente de sajón, está centrado sobre todo en la figura de un investigador muy cerebral, y el atractivo de la novela consiste en un juego prácticamente de ingenio y de posibilidades con un enigma muy complejo, en el cual suele haber dispersas muchas pistas -el modelo sería la notable Agatha Christie-, en la última instancia se reúnen todos los sospechosos posibles, y el o la detective o quién fuere, con toda su sapiencia señalan al culpable. Lo que sucede en este tipo de novelas, es que el juego de diseño, hay novelas tan hermosas e inteligentes…
- Como sucede en “La piedra lunar”, de Wilkie Collins.
- Con Collins estamos prácticamente en los comienzos del género; él era del círculo de ayudantes de Charles Dickens; para Elliot, “La Piedra Lunar” es la primera y la mejor. La novela clásica de detectives o llamada de investigación, es una novela en la cual el contexto, las motivaciones del crimen, las razones, el contexto criminológico, importan poco; lo que importa es el hecho y encontrar al culpable; el contexto social funciona solamente como escenario. En cambio, a partir de los años 20, en Estados Unidos, en las revistas populares, surgió otro tipo de novela, en que la violencia y ambiente eran los protagonistas, y la pintura social era muy fuerte. En la novela de Dashiell Hammett, por ejemplo, un poco el creador que hemos reconocido con los años como el generador del policial negro. Desde fines de los 20, a comienzos de los 30, Hammett escribió cinco novelas: “Cosecha roja”, “La llave de cristal”, “La maldición de los Dain”, “El halcón maltés” y “El hombre flaco”, con lo cual constituyó un canon de ese tipo de novelas. Ahí, el detective es más profesional y lo contratan por dinero para que investigue. Entonces se mueve en un contexto social concreto, donde hay criminales verdaderos, se muestra explícitamente la relación entre el crimen, el dinero y el poder, es decir el funcionamiento perverso del capitalismo; estamos hablando de los años 20, 30. Eran grandes detectives, con mucha convicción, bastante oscuros en algunos aspectos.
- Medio marginales…
- Exactamente y se mueven en ambientes tenebrosos, de rubias fatales, crímenes enraizados en el poder, muchas veces la policía no tiene nada que ver, al contrario, es parte de la trama del delito. Es una forma de realismo crítico, los cuentos de James Cain, el de “El cartero llama dos veces”, se parecen a los de Hemingway…
- ¿Cuándo desembarca el género en el país?
- Tiene mucha tradición. Al principio de la segunda mitad del siglo 19, en 1875, el periodista Luis Varela, que firmaba como Raúl Waleis, escribe “La huella del crimen”, la primera novela policial en lengua castellana. Varela era hijo de Florencio Varela, que murió asesinado en Montevideo. Sus novelas son muy interesantes. Transcurren en Francia. Siguen el modelo de Poe, que ambientó sus primeros cuentos en París. Inventó un detective ultranacionalista; ¿Y de dónde podía ser? De donde pasaban las cosas, en Francia, no en un arrabal del mundo en Estados Unidos en 1840, o Argentina en 1860. Entonces es curioso que nuestra primera novela transcurra en Francia. Eso para darte una idea de en qué medida ya en la Argentina hay novelas policiales y cuentos, algunos que escribió nuestro director de la Biblioteca Nacional, Paul Groussac, escritos en el siglo 19, tenemos mucha tradición.
- ¿Qué sucede en el siglo 20?
- A lo largo de los 20, 30, hay novelas de tipo folletinesco, por entregas que se publicaban en los grandes diarios como en “Crítica”, “Noticias Gráficas”. Son novelas de aventuras con enigma policial, ambientadas en Buenos Aires como “El enigma de la calle Arcos”, “El crimen de la noche de bodas”, en fin… Y después viene, a principios de los años 40, la consagración del género, desde la cultura, y eso tiene que ver con la tarea de Borges y de Bioy Casares, que no solo escribieron los “Seis problemas para don Isidro Parodi”, sino que además fundaron la colección El Séptimo Círculo para Emecé, y jerarquizaron el género en una editorial poderosa. En los años 40, comienza el auge de las colecciones de la literatura policial en Argentina y se vendía a montones. No sólo vendía Séptimo Círculo, sino también la Colección Rastros, que era mucho más popular y más llena de literatura negra norteamericana. En los primeros números ya están las obras de Hammett. También estaba la colección La Serie Naranja, de Hachette, el Club del Misterio... Cada editorial tenía su colección policial; era impresionante y proliferaron también los autores argentinos que publicaban además en las revistas argentinas como “Leoplán” y otras, y ahí es donde aparece el joven Rodolfo Walsh, que hace la primera antología de cuentistas policiales argentinos, al mismo tiempo que escribe su primer libro “Variaciones en rojo”. En ese momento, hay toda una reflexión sobre el género en la Argentina; no sólo es producción, sino que hay reflexión. En fin, como ves la historia es muy larga y tiene muchas otras patas posteriores.
- ¿Se puede hablar de un policial negro argentino? ¿Tiene características propias nuestra producción?
- Sí, los 60 son años revulsivos en el mundo, no sólo por las revoluciones sociales, los movimientos revolucionarios; a fines de los años 60 hay una nueva relectura del policial similar a la que hicieron Borges y Bioy a principios de los 40, y aparece Ricardo Piglia que funda la colección Serie Negra que empieza a publicar a Hammett, a Chandler, a Cain, pero lo hace con una perspectiva ideológica diferente.
- ¿En la actualidad ha decaído el interés o el consumo de la literatura policial? Claudia Piñeiro, Guillermo Martínez, aparecen como dos de los referentes del género.
- Tanto Claudia como Guillermo o Pablito De Santis son tres excelentes escritores, son narradores en cuyas tramas habitualmente aparece una situación de investigación policial, pero aparte de ellos hay una más que notable cantidad de autores; tené en cuenta de que en los últimos años aparecieron distintas colecciones, hay tantas editoriales pequeñas que han canalizado la producción de autores y autoras, sobre todo.
- Pareciera que son pocas las mujeres que se han volcado al género.
- Es extraordinaria la cantidad de mujeres, sobre todo en el mundo sajón, que escribieron policiales de las mejores, en la época de la literatura clásica norteamericana y la de la literatura clásica de policiales inglesa, hay por lo menos una decena de autoras de primer nivel. No siempre los detectives son mujeres.
- Me refería a la literatura argentina.
- En la literatura argentina, en los últimos años han aparecido además de Piñeiro, Myriam Escliar, está María Inés Krimer; ahora hay una autora muy exitosa, novedosa, que es Dolores Reyes con “Cometierra”, literatura de género, pero tiene la base de policial; son muy buenas, como en todos los órdenes.
- En la realidad que vivimos hay un aumento de la criminalidad, ¿eso también potencia la escritura de la novela policial?
- Me imagino que sí, no se explica solamente por eso. El crimen, el delito organizado, hace muchísimo tiempo que existen; es una realidad que estimula a muchos escritores, en este momento, se suma el tema de la trata, de la droga, en fin, toda Latinoamérica está impregnada por este tipo de delitos, delitos sociales muy pesados y que la literatura los ha actualizado. El auge a nivel universal de la literatura policial tiene que ver sobre todo con los autores nórdicos. En los últimos 30 años, hay muchos autores suecos, daneses, finlandeses, han marcado una tendencia. Esta literatura nórdica, que la vemos reflejada en las películas y sobre todo en las series, es muy fuerte. Desde México a la Argentina, pasando por Colombia, Chile, incluso Brasil, somos súrdicos. Nuestra literatura poco tiene que ver con aquella más allá de la excelencia de una y otra porque nuestra concepción o percepción del papel de la ley, de la justicia y sobre todo, de la institución policial es diferente. Nosotros tenemos problemas muy graves con las instituciones que tienen que ver con el control del delito, sobre todo la policía. Nuestro sistema no funciona bien.
- ¿Cuáles han sido los ejes de su labor desde que asumió como director de la Biblioteca Nacional en 2020?
- Es la institución cultural más vieja del país; tiene los años de la patria, la fundó Mariano Moreno en 1810. Tenemos en nuestro acervo las donaciones que realizó Manuel Belgrano, la biblioteca de San Martín... Hay un primer mandato dado por la historia y por la tradición: es el cuidado, la conservación y la expansión de nuestro patrimonio, que es muy valioso. No sólo en términos numéricos que son millones de ejemplares (unos cuatro millones de objetos culturales) que hay, sino la preservación, la muestra y la difusión. Lo que necesitamos son lectores, libros tenemos. Es una de las funciones primordiales que nos hemos propuesto desde la dirección, es la generación de nuevos lectores, no importa el soporte, si es papel, pantalla, o lo que sea.
- ¿Cómo se logra?
- Hay que crear la pasión y el interés, ¿por qué? Como siempre decimos que leyendo se conoce gente más inteligente que uno, que lo ha pensado todo antes. Ya sabemos una cosa, un principio elemental: nadie puede dar lo que no tiene; si los docentes, los profesores, los bibliotecarios, no son gente que ame los libros, además de guardarlos, que hayan llegado a ese lugar por su amor a los libros y a la lectura, se hace complicado el asunto, así que nuestra idea fundamental es recuperar y estimular la figura del lector, que no tiene nada que ver con el soporte.