Por Sergio Silva Velázquez para LA GACETA
Protagonizó la Marcha Cívica por el Cambio del 15 de noviembre de 2021 en Cuba. Hoy, está radicado en Madrid. Define el sistema de poder cubano como un “capitalismo monopolista de estado de partido único, con un sistema burocrático que controla la sociedad”.
Ese líder que estaba permanentemente despierto, vigilante, omnipresente en la conciencia de sus compatriotas con la chaqueta verde oliva y casquete de comandante, atusándose la barba mientras paladeaba el lugar que la historia le reservaba, era parte del mito. Lo habría desbaratado García Márquez y quizá antes hasta el propio encandilado Hemingway. Que ese líder de visitas planificadas con sus secretarios, que elogiaba o regañaba altisonante a los funcionarios, era una representación teatral. Ya no existía más, incluso mucho antes de morir. Fidel Castro era la talla viva de una revolución que no había terminado de ser tal, un exégeta para quienes lo escuchaban o tenían que seguir escuchándolo. Lo sabe bien Yunior García, dramaturgo, activista y cara visible de la Marcha Cívica por el Cambio del 15 de noviembre de 2021 (15 N). Su desengaño empezó el 1 de Mayo de 1999, el día que asistió a la Plaza de la Revolución por primera vez y sintió que la máscara caía y su credo se desplomaba como la pintura resquebrajada que se desprende de la pared.
“Fui por primera vez a La Habana, atraído por aquellos desfiles multitudinarios de esa fecha y fue una decepción. Escuché un discurso extraordinariamente largo y aburrido. Aquel entusiasmo inicial por el líder se había tornado en minutos en cansancio y luego en hastío. Mi escuela no había sido invitada y fuimos con mis compañeros de teatro. Como éramos actores estábamos vestidos de gánsteres: la gente de seguridad nos rodeó y nos quitó unas pistolas de plástico. Que los atentados, que debían proteger al líder: ese mito creado y el relato de un número inconcebible de atentados. Yo pertenecía a la juventud comunista, había sido delegado de estudiantes, había estado cerca de Fidel y aquello fue un primer golpe a mi credulidad”.
Solo entonces Yunior se percató –no había nada parecido a las redes sociales, vale recordar lo obvio, ni una idea cercana a prensa libre- que de la euforia de los primeros años ya nada quedaba. El resto del mundo había cambiado tras la caída de la URSS. “La dependencia histórica con la antigua Unión Soviética había sido principalmente económica. Los lazos -al contrario de los demás aliados europeos a la URSS- eran de otra naturaleza, eran de conveniencia. Pero la única ideología era el Fidelismo. Cuando durante cuarenta, cincuenta o sesenta años te siguen pidiendo sacrificio y todo sigue igual llega un momento en que te preguntas… para qué, para lograr qué. Era un sacrificarse… porque sí”.
Sintió entonces que no le bastaba con el teatro y la literatura y se propuso tomar un protagonismo inusual con el inicio de un activismo por el que terminaría siendo encarcelado. “Mi primer interrogatorio fue comiendo mariscos, en una mesa con copa de cristal, con comida que en Cuba no existe y una lata de refrescos de cola que a mi hijo no le podía comprar. Estaba lleno de cámaras probablemente con la intención de que si, en un futuro me torturaban y yo denunciaba ellos dirían: mira la tortura que hacemos… comiendo mariscos. Y funciona porque hay una población que va a decir: sí, es verdad”.
En 2021, su movimiento Archipiélago hizo visible el inconformismo opositor con una convocatoria inédita de repercusión mundial, “para buscar una salida cívica” y denunciar persecuciones a través de fake news en redes sociales, una herramienta que ha sabido utilizar muy bien el régimen, dice el dramaturgo. Para hacerlo “visible y casi ridículo”, García planeó una marcha en solitario por las calles con una rosa blanca. Después de que las fuerzas de seguridad sitiaran su casa, calificando su protesta como “desestabilizadora”, Yunior salió sorpresivamente de Cuba y aterrizó en Madrid con un visado de turista. “Nuestro objetivo no era acabar con una dictadura, es decir, era plenamente consciente de que un grupo de muchachos con Whatsapp no acaban con un régimen de 60 años en el poder que tiene el control del ejército y de la policía. El objetivo era desenmascararlos ante el mundo. El 11 de julio de 2021, usaron la excusa de que habían detenido a manifestantes por una supuesta actividad ilegal. Pero desde la presidencia del Tribunal Supremo Popular, indicaron que cualquier ciudadano “con una autorización” podía ejercer su derecho. Nosotros queríamos probar que eso era mentira. Archipiélago trataba de debatir, era una organización plural más allá de toda ideología. Las experiencias de Venezuela y Nicaragua sirven para eso porque muchos cubanos ingenuamente creyeron que se acababa la dictadura con la muerte de Fidel. En Venezuela y Nicaragua eso no sucedió”.
La infancia de García fue la de un muchacho cualquiera en la Cuba de aquellos tiempos. “Como todo niño adoctrinado, crecí convencido de que era alguien bendecido por vivir en Cuba y sentía lástima por los países capitalistas. Lo primero que dice un niño en la jura es seremos como El Che, y nos creíamos con eso revolucionarios. En la escuela te preguntan sobre las tres virtudes del Che: comunista, latinoamericanista, antiimperialista. La única pregunta que va a examen es esa. Tú respondes esas características y apruebas”.
García pertenece a una extraña porción de ciudadanos cubanos que viajaron al extranjero por su trabajo como autor y regresaron a su país.
“De muy joven choqué con una literatura prohibida, Reinaldo Arenas, Virgilio Piñera, Guillermo Cabrera Infante. De forma clandestina, leí Antes de que anochezca que guardábamos bajo la almohada. Leía la revista Encuentro, que se editaba en Europa sobre Cuba: la revista Vitral, que era una de las pocas que se publicaban y era católica y uno podía tener acceso. Pero nada te prepara para “la realidad”. Mi primer viaje fue a República Dominicana. Cuando llegas a un sitio donde existen todos los productos que necesitas para hacer la comida, te genera un shock. Te dices por primera vez, esto existe, es real. Por otro lado, te fascina cómo pueden funcionar tan bien cosas como el transporte. En Cuba nunca sabes cuándo va a llegar la guagua, pueden pasar horas para viajar colgado. En internet, con mucha suerte a la madrugada, podrás postear una o dos cosas en Facebook”.
Pero, ¿cómo se conforma el poder hoy en Cuba, tras la desaparición física del líder? “Indudablemente, era un hombre carismático. Es difícil de catalogar a veces qué tipo de sistema es. Yo creo que es un capitalismo monopolista de estado de partido único con un sistema burocrático que tiene todo el control de la sociedad. Ese aparato estaba dirigido por un líder. Cuando murió hubo que establecer un sistema para paliar la ausencia de ese líder. Es ese el buró que dirige los destinos de Cuba pero no es tan fácil de discernir quiénes son parte de la dictadura”.
Para García el buró está formado por algunas de las familias fundadoras del proceso militar que tienen el poder económico. Sostiene que Miguel Díaz-Canel, el actual presidente de la República desde 2019 y, a la vez, primer secretario del Partido Comunista, está controlado por un aparato que es mucho mayor que él. Que fue Luis López Callejas -fallecido en junio pasado- quien tenía el poder económico por su cercanía con la familia Castro y los principales generales castristas. Un aparato invisible que continúa oxigenando el régimen. “Si mañana Díaz-Canel resultara demasiado molesto, o muestra debilidad o se dan cuenta de que el pueblo no lo soporta, también sería un funcionario desechable; lo sacarían del juego y pondrían a otro en esa posición”, resume.
Cualquiera imagina que la desaparición de una figura suprema desataría la fagocitación de quienes luchaban por el poder. Para García, incluso esto fue alineándose, entramándose casi de manera natural para la permanencia del régimen.
“En la primera década quedó claro quién era el número uno y el número dos, Raúl Castro. Lo que se preguntaban todos era quien sería el número tres. Por el número desfilaron muchos nombres, por ejemplo, un señor llamado Jorge Luis Sierra Cruz que llegó a ministro de transporte y vicepresidente de la República. Un funcionario que escaló posiciones e incluso enviaron a una cumbre del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA). Hay una foto famosa en la que está con Evo Morales y los principales líderes de izquierda. Pero después cayó en desgracia y cuando murió no salió nada en el periódico Granma. Están los casos de El Che y Camilo Cienfuegos, por supuesto. El fusilamiento del general Arnaldo Ochoa, héroe de la República, supuestamente por una acusación de narcotráfico; José Abrantes, ex jefe de escoltas de Fidel, condenado a 20 años de cárcel, murió de un infarto siendo saludable. Hay que verlos como purgas. Son varios los ejemplos de cómo el régimen te desecha”.
Por fin, Yunior apuesta a la sobrevivencia de su criatura. “Archipiélago va a seguir existiendo”, adelanta en una apuesta por el debate por una Cuba plural fuera de toda polarización. Debatir es para García eso que no saben hacer los cubanos. “A mí nunca me interesó ser político pero quiero involucrarme y participar de un cambio. Son tres generaciones que han vivido en la ignorancia. Si mañana acabara el régimen va a costar mucho trabajo; todavía hay mucho sectarismo. Pero no hay que ser un necio. Hay que huir de esa palabra. Yo no quiero ser un necio”.
Así se lo dijo al enorme poeta y artista cubano, la celebridad mundial, en la confrontación de sus diferencias. Cuando en junio de 2021, visitó a Silvio Rodríguez en una entrevista que quedó grabada -cada uno conserva una copia- pero Yunior avisa que no la dará a conocer, a menos que el gran compositor lo haga primero. “La única diferencia entre tú, Silvio, y yo, es que a ti el Unicornio se te perdió y para mí nunca existió”.
© LA GACETA
PERFIL
Yunior García nació en Holguín, Cuba, en 1982. Es actor, dramaturgo y activista. Se graduó en la Escuela Nacional de Arte y en el Instituto Superior del Arte. Colaboró con el Royal Court Theatre de Londres. Obtuvo, entre otros, los premios de dramaturgia Calendario y José Jacinto Milanés. Fue el principal promotor de la Marcha Cívica por el Cambio en 2021. Está exiliado en España.