“El amor después del amor” es un título sinónimo de éxitos. El disco de Fito Páez batió récords de ventas en 1993 en todo el continente. También rompió marcas el recital que realizó el cantante en la presentación que realizó en el estadio Vélez. Han pasado 30 años de esos días y ahora la serie de Netflix sigue haciendo explotar en mil pedazos todos los índices de audiencia. Tan grande fue el suceso que marcó esta biopic que varios ya están preparando proyectos para lanzar otras tiras similares. La vida de Charly García, Gustavo Cerati y Luca Prodan son algunos de los nombres que están dando vueltas. Los más delirantes apuestan por otro ícono del rock nacional: el “Indio” Solari.
Pero más allá de todas las especulaciones, la serie cuenta algunos detalles de la vida del músico rosarino. Fito formó parte de ese proyecto. Él acomodó varias situaciones para que la serie sea un fiel reflejo de lo que realmente sucedió. Hubo muchos momentos claves en la vida de uno de los rosarinos más famoso de todos los tiempos que fueron reflejados en simples pantallazos y que merecen ser detallados para entender aún más su importancia.
Locura en el hotel
El 7 de noviembre de 1986, Walter de Giusti (23) y su hermano Carlos (18) ingresaron a la casa paterna del músico. Asesinaron despiadadamente a su abuela Josefa Páez (80), a su tía abuela Delia Ramírez de Páez (76) y la empleada doméstica Fermina Godoy (37) que estaba embarazada de siete meses. Fito estaba en Río de Janeiro, Brasil. Un familiar lo llamó para contarle lo que había pasado. En “El amor después del amor” se puede ver una escena de la crisis que sufrió al recibir la noticia. Pero fue mucho más grave de lo que se mostró. Los vasos de whisky y las pastillas de Lexotanil multiplicaron el desastre.
“Cuando llegamos al hotel, ya tarde por la noche, me llamaron a la habitación y me contaron lo sucedido. Todo fue una película de terror. Voy a la habitación de Fito, él estaba absolutamente devastado”, contó el bajista Fabián Llonch en una entrevista publicada por la revista “La Agenda”.
Años después, fue el mismísimo astro relató lo que había sucedido ese día. “No puedo explicar cómo quedó el cuarto del hotel en Río. Lo destrocé. Dolor violento. Perdí tanto la conciencia que hoy no me acuerdo exactamente lo que sucedió. Era como un animal enjaulado en su propio dolor”, dijo tiempo después el músico. “Creo que me la pasé todo el día llorando, tomando whisky y lexotanil”, añadió.
Fito no pudo despedir a las mujeres que se habían transformado en sus madres. Le recomendaron que se quedara en Brasil porque la policía había informado el hallazgo de droga. Tiempo después se descubriría la verdad: la marihuana había sido plantada por los uniformados. Cuando regresó a Rosario, habló con los investigadores para contarle sobre la rutina de las víctimas y los vínculos que tenían. Al salir de una dependencia policial, enfrentó a decenas de periodistas que buscaban tener su testimonio. “Ojo, loco, al primer zarpe me voy. En mis recitales no aparece nadie y ahora están todos”, señaló con cara de pocos amigos.
Luego de esa locura, en medio de una gran depresión, viajó junto a su novia Fabiana Cantilo a Tahití. Allí, con el corazón destrozado por tanto dolor, escribió las canciones y compuso la música de una de sus obras cumbres, “Ciudad de pobres corazones”, disco que presentó en junio de 1987.
El amor antes del amor
La serie muestra a Cantilo consolando a Fito después de haberse enterado de la tragedia familiar. Primero en la destruida pieza de un hotel y después en una playa. Incluso ella lo rescata de morir ahogado en el mar. Esa fue una manera poética de reconocer la ayuda que recibió de uno de los grandes amores de su vida. “Fabi me sacó de la cama, una tarde me agarró de los pelos, me puso en un auto y me llevó a la sala de ensayo de Caballito, a la sala con Luis Alberto (Spinetta) a ensayar ‘La la la’. Si eso es salvarle la vida a alguien, ella lo hizo y no fue la única vez”, reconoció tiempo después.
La relación entre ambos nació cuando formaban parte de la banda de Charly García en los 80 y llegó a su fin en los 90. Protagonizaron una historia de amor de película y tóxica al mismo tiempo. Ella fue la musa inspiradora de varios clásicos de Fito como “Fue amor”, “Brillante sobre el mic” y “Te aliviará”, entre otras. Él fue su apoyo en los momentos más difíciles de su vida. Por eso, la amistad entre ambos lleva cuatro décadas.
“Fito era un tipo tranquilo que tocaba folclore. Nosotros éramos unos pibes que queríamos llamar la atención del ídolo (Charly García). Y Fito se cuidó, yo no. Yo fui muy reventada. Por todo eso, él ahora tiene plata y yo no tengo un mango”, señaló la cantante.
Ella fue una de las figuras invitadas en las últimas presentaciones. “Fabi, te debo tantas, pero tantas canciones”, le dijo el rosarino en el escenario del recital para celebrar los 30 años de “El amor después del amor”. Lo hizo antes de cantar “Creo”, una de las canciones de ese disco. Esa que dice: “Creo que aún tal vez piensas en mí, creo poder captarlo. Creo al fin nada tiene fin, creo desesperado...”
La pieza clave
El triple crimen de Rosario comenzó a resolverse por una joven trans llamada Paola. Ella, que se ganaba la vida vendiendo su cuerpo, fue la que aportó un dato clave para que las autoridades detuvieran a los hermanos De Giusti. Un policía encubierto que investigaba el submundo de la prostitución en esa ciudad, descubrió que la trabajadora sexual usaba un collar de perlas similar al que le habían robado a la abuela de Fito.
El investigador, después de varias conversaciones, logró arrancarle que ese collar había sido un obsequio de su novio policía. Se hizo un allanamiento en la casa del sospechoso y lograron ubicar el grabador que el cantante le había obsequiado a su abuela. De esta testigo clave nunca se supo nada más. La serie, sólo la muestra un par de veces y punto.
Lo mismo sucede con el homicida De Giusti. Quizás haya sido porque sólo se sabe que concurrió a la misma escuela que Fito, que tuvo una frustrada carrera musical y que tenía contactos políticos para ingresar a la policía semanas después de haber cometido cinco homicidios (además de las allegadas a Páez, mató a otras dos mujeres una semana antes de que se registrara el triple crimen). Los mismos vínculos que le permitieron cobrar parte de su sueldo hasta 11 años después de haber sido condenado. La fiscalía ordenó que devolviera esos fondos, pero murió antes de hacerlo.
El abogado
En la biopic de Netflix Albino “Joe” Stefanolo aparece en pocas escenas. Algunos dicen que es un mero homenaje para el abogado que salvó al músico rosarino de tener más problemas legales. Publicidad, como buscan muchos profesionales, no necesitaba. El llamado “Abogado del rock” defendió a varios astros como Charly García (atendió su divorcio), Luca Prodan (por un conflicto por los derechos de autor) y Andrés Calamaro (por la famosa frase “que linda noche para fumar un ‘porrito), entre otros muchos más.
Pero su nombre quedó grabado con letras de oro por el fallo Bazterrica. Defendió a Gustavo Bazterrica, el guitarrista de Los Abuelos de la Nada, y consiguió, con ese caso, demostrar que el consumo personal de droga no es un delito. “La resolución de ese caso fue muy importante en mi carrera, pero la modificación legal que generó no fue satisfactoria. Y mucho menos teniendo en cuenta la práctica actual del autocultivo. Estamos ante la oportunidad de hacer mil cosas, aceite medicinal o lo que sea, y hay gente presa por tener una planta. Es otra de esas batallas largas que seguimos haciendo frente”, explicó.
Sus logros como defensor de figuras del rock nacional y de personajes famosos de los últimos tiempos (Guillermo Coppola por sólo citar un ejemplo) quedó plasmada en un documental. “Llamen a Joe”, es una creación del periodista y documentalista Hernán Siseles que se estrenó en el BAFICI 2023. Es nada menos que la historia de un abogado que se transformó en el representante legal de varios músicos en problemas en un recorrido de anécdotas absurdas, fallos históricos y jurisprudencia. “Legítima muestra de justicia, drogas y rock and roll”, explicó uno de los tantos críticos que ponderaron el trabajo.
En el documental se pueden ver comentarios jocosos de Pipo Cipolatti, Joaquín Levinton y Andy Chango, entre otros. También se pueden conocer los detalles del asesoramiento legal que dio para que se realizara un festival de rock en la cárcel de Olmos en el año 1993, de donde se desprendería el disco Radio Olmos.
La casa
Uno de los lugares más comunes de la serie termina siendo la casa paterna del músico. En su niñez, adolescencia y adultez. Lo último que se ve en la bioepic es a su tía Charito Paez tratando de acomodar las cosas después del triple crimen. “Hacé lo que quieras, no me interesa más”, fue la respuesta que le dio a su única parienta cuando le explicó que tenían que arreglar cosas, entre ellas, qué hacer con la vivienda. Ese domicilio fue vendido y desde hace más de 20 años que allí funciona un centro de diagnóstico por imágenes.
“La casona de calle Balcarce 681 ya no es lo que era. Su estilo antiguo, sus dos ventanales mirando a la calle, los pisos de parqué, el pequeño patio donde se levantaba un árbol, rodeado de cemento y smog, el piano, disimulado entre los muebles viejos... Ya no están más las marcas del tiempo en las paredes, con mensajes de amor y solidaridad al ocupante que aparecieron después del horror que se desató en el interior de esa casa chorizo. Cuando era pibe”, escribió el periodista y escritor Horacio Vargas en una nota publicada en el diario “La Capital”.
“Como si se tratara de una fatalidad histórica, que desaconseja todo intento por preservar el patrimonio arquitectónico de una ciudad, la casa de calle Balcarce donde creció Fito Páez -como el conventillo donde nació el Alberto “Negro” Olmedo en Pichincha- ha sido sepultada por la ciudad del progreso”, agregó con tono de nostalgia. “Lo que hay allí ahora es un centro de diagnóstico de alta complejidad, un baldío hacia San Lorenzo y una peluquería de apellido Burgués. Dos lugares del vecindario, de puertas abiertas para ver el futuro y maquillar la vida. Y no hablar del pasado, oculto tras la piqueta que tiró abajo la casa de planta baja de calle Balcarce 681. Su casa ya no es su casa. Cuando era pibe tuvo un jardín pero escapó hacia otra ciudad”, finalizó.