El viejo axioma legal “sin cuerpo no hay delito” ya no tiene vigencia en la provincia. Darío Suárez se transformó ayer en el cuarto condenado por un crimen en el que nunca se encontraron los restos de la víctima. Un dato que no es menor: tres mujeres y un niño perdieron la vida en manos de acusados que recibieron duras condenas. Dos de esos casos fueron femicidios.
El 31 de julio de 2006, Ángela Beatriz “Betty” Argañaraz dejó su domicilio para concurrir a dictar clases en un colegio de Barrio Norte. Nunca más se supo de ella. En esos días, se elaboraron varias hipótesis sobre el caso, pero todo comenzó a aclararse cuando se descubrió que había sido convocada por dos compañeras a su departamento. La ex fiscala Adriana Giannoni acusó del crimen a Susana Acosta y a Nélida Fernández, que actualmente se llama Marcos Fernández. Según su teoría, habrían asesinado a la docente para impedir que asumiera como directiva del establecimiento educativo, cargo al que aspiraba una de ellas. En diciembre de 2009, un tribunal las encontró culpables de homicidio simple y las condenó a 20 años de prisión. Las penadas aún siguen detenidas.
En octubre de 2016, Milagros Avellaneda, con su hijo Benicio, salió de su casa de San Cayetano. Ambos desaparecieron. La fiscala María del Carmen Reuter, después de meses de investigación, sospechó que el guardiacárcel Roberto Rejas, padre del pequeño, la había matado con la colaboración de su actual novia y de un compañero de trabajo, los había privado de su libertad, asesinado y arrojado sus cuerpos en un lugar que aún sigue siendo desconocido. Los sospechosos fueron enjuiciados, pero sólo Rejas sufrió fue condenado a prisión perpetua.
Tanto en el caso Avellaneda, como en el de Daiana Garnica, los celulares fueron claves para condenarlos. Los investigadores encontraron mensajes de WhatsApp que terminaron incriminando a Rejas y a Suárez. Ambos fueron condenados a perpetua por haber cometido femicidios.