Milagro Correa García se inventó una carrera profesional que no existía en Tucumán, y que a grandísimos rasgos consiste en reunir gente con intereses e inquietudes similares, y ayudarla a conseguir sus objetivos, con énfasis en la juventud y el género. Fundadora de varias organizaciones e integrante de otras, Correa García tiene 39 años y es una emprendedora total a la que le cuesta reconocerse como tal. A la hora de definir lo que hace elige palabras distintas: “puente”, “generadora”, “apasionada de los proyectos”, “motivadora”, “project manager”, etcétera. Sin quererlo, ella misma encaja en la observación que propone durante la entrevista en el café Sombrero Negro, “muchas mujeres emprendedoras no se perciben como tales”, quizá porque sus emprendimientos están vinculados a activar a otros para que proyecten, y desarrollen sus talentos y misiones.
Con casi dos décadas dedicadas a trabajar por el cambio social, Correa García dice que entendió la importancia de producir, al mismo tiempo, un cambio económico. “En la Argentina es muy difícil entrar en el mundo emprendedor sin acompañamiento o sin colaboración. El desafío es no trabajar solos porque el camino se hace tan cuesta arriba que termina generando frustraciones. Hay que emprender con personas y para las personas. Yo no emprendí sola nunca, sino en comunidad y con equipos, algo que me parece complejo y hermoso a la vez”, dice.
Arquitecta de profesión, un día asistió a una charla de Gustavo Albera, otro fanático de la “religión” de los proyectos como método para transformar el mundo. “Conocerlo fue un hito para mí. Hoy es mi mentor y amigo”, refiere. Con el tiempo, Correa García llegó a desempeñar la misma función que, tiempo atrás, desempeñó Albera en la presidencia del Capítulo PMI Nuevo Cuyo. PMI es la sigla de la organización global Project Management Institute, una especie de escuela de buenas prácticas de gestión y de procesos de planificación en la que confluyen especialistas e interesados de todo el planeta. Correa García descubrió el universo PMI y no lo soltó. Y, si bien la zona geográfica que lidera en la actualidad abarca La Rioja, San Juan, San Luis y Mendoza, la arquitecta tucumana está empeñada en sumar al Noroeste argentino en un capítulo andino.
“A mí me motiva que cada vez más gente pueda mejorar; trabajar en equipo, y realizar sus proyectos y que estos sean exitosos”, explica. Y agrega que lo que más le atrae de PMI son los valores y la ética que promueve, además de una visión de gestión del riesgo que atiende a los infaltables imponderables. “Es algo que sorprendentemente no hacemos en la Argentina. Por el hecho de que no gestionamos bien los riesgos tenemos grandes pérdidas económicas, de tiempo y de recursos”, apunta. Ejemplifica con la organización de convenciones o de acontecimientos en la provincia, donde raramente se alquila un grupo electrógeno para garantizar la provisión de electricidad, pese a que el servicio registra cortes frecuentes.
El trabajo de Correa García va a contramano de la corriente que no ve futuro en Tucumán. “Amo mi país, mi provincia y mi región, el Norte argentino. Estamos acostumbrados a recibir malas noticias, pero también están sucediendo cosas positivas, que hay que buscarlas y es cierto que ello demanda un esfuerzo adicional. Cuando encontrás esas historias inspiradoras, es imposible no contagiarse del entusiasmo. Por eso mismo creo que son muy importantes las redes humanas para conversar sobre cosas que nos impulsen hacia adelante. A las realidades durísimas se las combate con proyectos”, opina.
Hablar sin miedo
Otra arista del trabajo que se inventó Correa García está vinculada con la formación de jóvenes líderes. La arquitecta forma parte del grupo de 12 cofundadores de ELNA, Escuela de Liderazgo del Norte Argentino, por la cual ya pasaron 600 chicos de la región. “Buscábamos que haya agentes de cambio. En esa escuela encontré a mis tres socias en la Agencia i, con la que trabajamos en innovación social (ahora son tres, Correa García, Sofía Simón y Mariana Jiménez). Esto demuestra cuán poderosos son los espacios de encuentro como ELNA”, observa. Agencia i organiza, justamente, reuniones de alto impacto como las de PMI y de las Naciones Unidas; desarrolla capacitaciones abiertas con la Universidad Tecnológica Nacional y administra un laboratorio de proyectos. La vocal “i” corresponde a inspirar, innovar e impactar.
ELNA, Agencia i y el Capítulo PMI de Nuevo Cuyo no son las únicas ocupaciones de Correa García, quien también participa de la creación de la academia de emprendedores de Explorer Latam Venture Capital, un fondo local de inversiones de riesgo; es miembro de la comisión directiva de Solidarios en Red e integrante de Unaje (Unión Argentina de Jóvenes Empresarios). Para ella todos estos trabajos están relacionados entre sí porque buscan generar y potenciar los liderazgos emprendedores capaces de elevar la calidad de la vida individual y colectiva.
En esa articulación de los distintos sombreros que se pone y que se saca, Correa García intervino hace unos años en un encuentro de mujeres empresarias locales en el que tomó nota de la necesidad de acompañamiento y de herramientas para la toma de decisiones que existe. “Muchas mujeres emprendedoras no se perciben como tales. Sentarlas en el escenario ya de por sí es un desafío. Todavía nos falta poder hablarlo y decirlo sin miedo. Creo que los hombres lo tienen más resuelto y eso les permite juntarse entre sí. A las emprendedoras les cuesta más, por ejemplo, recurrir al mentoreo”, compara.
La diferencia entre las autopercepciones de hombres y de mujeres del emprendedurismo podría deberse a las diferentes razones que empujan a unas y otros a emprender. “A las mujeres generalmente las guía la necesidad”, apunta Correa García, y añade que en las nuevas generaciones de emprendedoras se ven cambios y una autoestima mayor. “Pero también ocurre que, cuando logran dimensionarse a sí mismas y a su capacidad de transformar, hacen un clic. Se despierta algo que demanda contención”, explica.
La carrera de Arquitectura dio a Correa García una visión de sistema y de construcción en el que confluyen espacios, personas y proyectos. Con 20 años en la trayectoria que se diseñó para sí misma, se ve en el futuro haciendo lo que hace hoy, pero concentrada en Agencia i. “Me encanta proyectar con jóvenes y con mujeres, y en esos procesos aprendo más de lo que aporto. Lo digo con honestidad y, también, porque es lo que disfruto de mi trabajo”, dice. Y agrega que hay que hacer proyectos para crecer en lo que a cada quien le interesa y le gusta: “esto requiere de mucho esfuerzo, de conocerse, de entender qué es lo que se quiere lograr, de identificar a los aliados y de saber qué es lo que se tiene y, más importante aún, qué es lo que falta”.