En el año 2004, el psicoterapeuta estadounidense Jed Diamond publicó “El Síndrome de Irritabilidad Masculina”. Libro que -junto con “Menopausia masculina”, también de su autoría- exhibía una problemática observada desde hacía tiempo en la consulta de varones de alrededor de 40 a 50 años. ¿Los síntomas? Falta de energía, poca motivación, disminución del deseo sexual y cambios importantes del humor.

“Grumpy man” -“Hombre gruñón”- lo bautizaron, en referencia a uno de los siete enanitos de Blancanieves. Cuadro que no es otra cosa que un estado depresivo que se presenta acompañado de hipersensibilidad, ansiedad, frustración, hostilidad, cólera y agresividad. Otros síntomas pueden incluir control excesivo de los afectos, desesperanza, problemas de concentración, aumento de consumo de alcohol y tabaco, automedicación, cansancio, somnolencia.

¿Y la vida sexual? Falta de deseo, dificultades en la erección y en la eyaculación son las formas más frecuentes en las que se ve afectada.

La testosterona

Uno de los factores que desencadenan este síndrome es la reducción del nivel de testosterona: se estima que a partir de los 40 años, esta hormona disminuye en el orden del 1,5% anual. Y que el 25% de los hombres de más de 50 años tiene déficit de testosterona, lo cual favorece las depresiones.

El desbalance hormonal puede ocasionar también disminución de la densidad ósea, reducción de la masa y de la fuerza muscular, pérdida de vello corporal y aumento de la grasa abdominal.

Pero desde luego que no se trata de algo puramente endócrino: esa época de la vida genera, en la gran mayoría de las personas, una crisis, una suerte de encrucijada, de replanteo, con consecuencias emocionales y vinculares de lo más variadas. En este sentido, es difícil predecir cómo reaccionará alguien al hecho innegable de haber recorrido la mitad del camino, de no ser ya tan joven, de empezar a advertir los signos del envejecimiento. Y no ayuda la cultura actual, tan especialmente fóbica con la vejez y la muerte.

A muchos hombres, sobre todo a los que tienen poco trabajo interno, les resulta difícil aceptar y entender lo que les está pasando, por lo que empiezan a buscar culpables afuera: la pareja, los hijos, el trabajo, la situación del país. Sumado a que no son tan adeptos a pedir ayuda profesional y a que este “mal” no siempre es correctamente identificado -y por ende tratado- por los profesionales de la salud.

Por eso, así como pasa con la menopausia en las mujeres, resulta importante tomar conciencia, y no minimizar, los efectos que los cambios hormonales y la mediana edad tienen en los varones. Ellos también necesitan ser acompañados de forma adecuada, tanto a nivel físico como psicológico.