Tiene más seguidores que Tini Stoessel, Lali, Bizarrap o el “Kun” Agüero. No vive en Buenos Aires ni tampoco brilló en la televisión, en la música o en el deporte. Vive a pocos kilómetros de la capital tucumana y sus videos se expanden ya por fuera de Argentina. Se lo conoce como Michelo 2.0 y ostenta el podio de TikTok en el país con más de 26 millones de seguidores.
Diego Omar Suárez, el hombre que está detrás del personaje, nació en Aguaray, al norte de la provincia de Salta. Allí la conexión de internet -como en la mayoría de las pequeñas ciudades del norte argentino- es de mala calidad, sin embargo, fue la cuna de quien sería el rey de la red social más importante para los jóvenes. Michelo se ha convertido en un récord, en una tendencia que inevitablemente, por el algoritmo de TikTok, en algún momento aparecerá en tus videos.
No es difícil reconocerlo. En la mayoría de sus videos aparece vestido como un robot, lleno de cables y luces que llegan hasta sus dientes y ojos. Se mueve con destreza y hace bailes de temas que están en tendencia en la red social, siempre en distintos lugares de la capital salteña. Allí se mudó hace algunos años y se ha convertido en un ídolo. Cuando está trabajando son cientos los chicos que se acercan a sacarse fotos con él, lo ven como si fuera el Messi de Salta, lo felicitan y hasta sus padres se ponen felices. De más lejos se escuchan bocinazos de motos y autos que le gritan palabras de aliento y Michelo responde siempre con buena onda.
Según los datos de marzo de Statista -una reconocida auditoría internacional-, Michelo cuenta con 26,5 millones de seguidores y por debajo de él aparece el humorista Mati Spano, con 26,1 millones. Muy por debajo está el “Kun” con 10 millones y Tini con 9 millones. El salteño además cuenta con más de 630 millones de “me gusta” y sus videos como mínimo tienen 40 mil reproducciones, pero pueden superar el millón según la temática.
El personaje del robot no estuvo pensado para TikTok. Quien haya caminado el centro salteño de noche se acordará de él porque antes trabajaba como artista callejero en la plaza 9 de Julio. Allí estaba con sus luces y música, haciendo pases y llamando la atención de turistas y locales. Pero siguió su instinto para entender que el formato de videos cortos era ideal para su arte. La calle sigue siendo su escenario favorito a pesar de que también produce los llamados videos de “reacción”.
En los últimos días Michelo se sumó al reclamo por el agua en Salta. Aprovecha el alcance que tienen sus videos y está recorriendo varios barrios de la ciudad con problemas de aguas servidas. Allí está su nuevo foco de interés y el apoyo de vecinos que aparecen en sus videos. Lejos de dispersar su contenido, estos videos se encuentran entre los más populares.
Michelo además tiene un objetivo: llegar a los 30 millones de seguidores y así superar a Bad Bunny, el músico puertorriqueño. Así lo ha expresado en sus propios videos y no le falta mucho para llegar a su meta. Para incrementar seguidores sabe que tiene que producir buen contenido y mucho, por eso publica entre 6 y 12 videos diarios en su cuenta.
TikTok además se ha vuelto una fuente de ingresos de Michelo. Si bien en Latinoamérica la red social no les paga a sus creadores por la cantidad de reproducciones, como sí lo hace por ejemplo Youtube, el artista siempre hace transmisiones en vivo durante sus recorridos por las plazas, barrios o la peatonal y es la forma de rentabilizar sus videos. Si uno lo ve por la calle no está solo: tiene un equipo de productores que lo filman, le llevan sus cables y transmiten todo el detrás de escena. De ese modo puede sumar minutos de transmisión y sus seguidores le pueden enviar “diamantes”, que es la forma que tiene la audiencia para premiar a sus ídolos.
Lejos de las grandes capitales, con edificios coloniales y barrios con aguas estancadas de fondo, Michelo ya es un fenómeno que quizás el mundo adulto y más analógico desconoce. Sin embargo, es el ejemplo de un escenario global en el que lo disruptivo y popular puede aparecer en cualquier lado, siempre y cuando haya motivación, constancia y dedicación.