Las emociones se multiplicaron en la nueva representación teatral de “Vida y Pasión de Dios Hombre”, que se revivió el viernes y ayer en el predio Ojo de Agua de Tafí del Valle. Fue la principal atracción de turismo religioso que ofreció la villa que, en este fin de semana, se colmó de visitantes.

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Además, en el Complejo Deportivo municipal ayer se desarrolló la novena edición de la Fiesta del Agricultor, que congregó a pequeños cultivadores que exhiben sus producciones hortícolas y donde hubo espectáculos folclórico, y hoy se prevé la realización en el mismo predio de la XV° Fiesta Regional del Lazo a partir del mediodía, con concursos de enlazada y pialada, desfile de agrupaciones gauchas y distintos números musicales, todo complementado con una amplia variedad de comidas criollas.

Convocante

Una multitud, estimada en 15.000 personas para cada función, lloró y aplaudió los pasajes dramáticos de una obra que, se pensó, iba a sentir la ausencia entrañable de su creador y baluarte, el extinto actor y director Carlos Kanan, quien falleció el 8 de marzo pasado a los 85 años.

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Sin embargo su voz en la banda sonora, como desprendida del cielo, le volvió a dar vida al Mesías, interpretado en el terreno por Benjamín Tannuré Godward, quien asumió la dirección artística junto a Yanina Chávez y Lourdes Salas. “Es un año muy emotivo, distinto. Tener que actuar y estar a cargo de la dirección me permitió darme cuenta del enorme trabajo de Carlos. Tres lo tuvimos que reemplazar. Afortunadamente todo salió muy bien”, apuntó el actor. “Estamos muy contentos y seguro que él estaba presente. Es un gran honor dar vida al texto de Jesús con su voz, que lo hará eterno. Aparte lo acompañan grandes glorias del radioteatro”, añadió.

El viernes, el clima a primera hora parecía que iba a frustrar una jornada con muchas expectativas. Lluvia y truenos alimentaron malos presagios. Pero pronto, a media mañana, el cielo se despejó y asomó un sol que le dio luz y calidez al día. Al despejarse, se desnudaron unos cerros que deslumbraron por el blanco intenso que pintó la granizada de la noche. “Fue una ayuda venida del cielo”, remató Tannuré.

Relieve privilegiado

La obra dura dos horas. Antes de las 16, horario de inicio puntual, el acceso al predio se transforma en un caos; muchos asisten con bastante tiempo de antelación y ocupan su lugar en los amplios estacionamientos disponibles. La salida es otro drama ante la enorme cantidad de rodados. Aunque la entrada es gratis, la comunidad originaria de Ojo de Agua tiene a cargo el cobro del ingreso de los vehículos.

El atractivo relieve natural, rodeado de cerros pintorescos, se complementa con la escenografía que reconstruyó parte del escenario en que fue juzgado Jesús (la Torre de David en Jerusalén), que se vino utilizando años atrás. Las laderas de las elevaciones se constituyeron en un sitio privilegiado para seguir las secuencias de la obra. Parecían un verdadero hormiguero humano. En los alrededores fue desplegado casi un centenar de efectivos de la Policía de la provincia, personal municipal, de Defensa Civil y de los bomberos voluntarios. Además se instaló una carpa de la salud con médicos y enfermeros para asistir a los asistentes en caso de emergencia. Tres ambulancias permanecieron alertas.

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Este es un gran esfuerzo que realizamos para mantener una propuesta teatral religiosa que atrae todos los años a miles de personas a esta villa. De esta manera hacemos un aporte al movimiento económico del lugar” apuntó Francisco Caliva, intendente local presente en la representación.

“Fue un hermoso homenaje a mi padre. Gracias a los actores que mantuvieron viva la llama de su espíritu y el cariño que le brindaron. Ahora me estoy enterando de todo lo que él dejó aquí, de cuánto la gente lo quiere. Escuchar su voz me llenó de alegría, porque trae el consuelo de saber que sigue vivo con lo que construyó”, dijo Irma Kanan, hija del fallecido director teatral.

Marcelo, otro de sus hijos, estuvo a cargo de la producción. Valoró el reconocimiento de la gente al legado de su padre que, dijo, “tiene la impronta natural del verdadero actor que, pese a todo, impone el principio de que la función debe continuar”.