Lo culpamos de muchísimos males (lo cual es cierto) y cómo no, su injerencia también afecta la calidad de nuestras relaciones sexuales. ¿De qué manera el estrés afecta a la vida íntima?

Cómo spoiler tenemos un triste comunicado: acorde a algunos estudios, mientras más intenso y duradero sea este sentimiento de tensión, menor será la cantidad de veces que tenemos sexo.

Catalogada por la Organización Mundial de la Salud (OMS) como la “enfermedad del siglo XXI”, el estrés opera en nuestro cuerpo de diversas formas.

“Los humanos cargamos con algunos mecanismos de supervivencia que, a lo largo de la evolución, nos permitieron evitar la muerte o reaccionar rápidamente ante el peligro. Ante alguna situación que levante alarma, el sistema nervioso envía una serie de señales al cerebro que nos acondicionan para la huida”, explica la sexóloga Irina Delgado.

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En este proceso, el organismo (con un foco especial en el sistema endocrino) libera dos hormonas claves: la adrenalina y el cortisol. “Ellas producen que nuestra respiración y ritmo cardíaco aumenten para lograr acelerar el transporte de nutrientes y oxígeno. Además, el flujo sanguíneo se redistribuye, el torrente se concentra en los músculos que nos permitirán luchar o escapar; mientras que se deja de lado el bombeo a algunos órganos vitales y los genitales”, añade la profesional.

Efectos

Entonces, ¿qué pasa con el sexo? El gran problema surge porque la liberación de estas hormonas debilitan nuestras defensas. Cuando el sistema inmunitario se deprime resulta más fácil que nos enfermemos, aparezcan infecciones y nos invada la fatiga.

“En muchísimos casos, el estrés crónico ocasiona disfunciones sexuales debido a la tensión permanente que sentimos sobre el cuerpo; además, de conducirnos a un estado mental rígido y poco predispuesto al disfrute. Es usual que haya una baja en la libido y que los hombres pierdan el control de sus erecciones y de la eyaculación”, detalla Delgado.

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Con el estrés crónico, los efectos negativos sobre la salud sexual empeoran. “Según la función que se ejerza, el sistema nervioso autónomo puede dividirse en dos. Por un lado, existe el sistema simpático; el cual influye en la respuesta de escape o lucha porque nos predispone a la acción. Junto a él, aparece el parasimpático, encargado de calmar nuestra respiración, mermar la actividad de algunos órganos y prepararnos para dormir, tener sexo o simplemente relajarnos”, resume la sexóloga Maira Lencina.

Al ser ambos incompatibles entre sí, el estrés nos impide concentrarnos al 100 % en el goce erótico. De atravesar un mal momento laboral, encontrarnos en malos términos con nuestra pareja o lidiar con cualquier sobrecarga emocional el sistema simpático se activa.

“En la cama, esa presión que se siente produce que sea imposible conectarnos con los besos, las caricias y disfrutar de los estímulos. De tener una disfunción, eso también genera una mayor ansiedad anticipatoria porque a cada rato estamos pensando en nuestra resistencia, performance y las cosas que podrían salir mal”, reflexiona Lencina.

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Con el estrés crónico sobre la espalda es muy probable que exista además dolor al penetrar o ser penetrado; ya que los músculos se encuentran constantemente rígidos y aparecen las contracturas.

En mujeres

En las mujeres, los periodos prolongados de estrés derivan en una disminución de la lubricación natural en los genitales y alteraciones del ciclo menstrual (con sangrados irregulares o su interrupción), sumado a dificultar el embarazo.

“Nuestra debilidad en el sistema inmune repercute en la flora bacteriana de la vulva y la vagina. Los microorganismos benéficos que se asientan allí empiezan a disminuir o el equilibrio el PH se rompe; eso provoca que algunas bacterias y hongos aumenten su proporciones y aparezcan patologías”, explica Delgado. Como resultado, hay pacientes que registran flujo permanente al ver la bombacha, picazón o ardor, mal olor y otras molestias.