Por Flavio Mogetta

Para LA GACETA - BUENOS AIRES

Ni bien atiende la llamada telefónica en París, el doctor Juan David Nasio se interesa en aclarar el sentimiento de afecto que siente hacia la provincia de Tucumán, “una parte de la Argentina que quiero mucho, primero porque es el lugar de una gran amiga mía, Mercedes Sosa, y después porque un día gracias a Alfred Ygel, un psicoanalista tucumano, la Universidad de Tucumán me otorgó el título de doctor honoris causa”.

En las últimas semanas ha visto reeditado por editorial Paidós, y en el marco de la Biblioteca del pensamiento Gabriel Rolón, Un psicoanalista en el diván, un trabajo fruto de una serie de entrevistas con Javier Díaz, que tiene ya más de 20 años y que sin embargo mantiene una inalterable vigencia.

-Si tuviera que señalar cuáles son los pilares de la vida interior del ser humano, ¿cuáles serían?

-Yo diría que en la vida interior del ser humano las dos columnas son el amor y el dolor. El amor, cuando nos unimos, que quiere decir elegir una profesión, unirse quiere decir casarse, unirse quiere decir tener un hijo. Amar es siempre ir hacia el otro, cualquiera sea este otro, una cosa o un ser humano, una casa o una tierra. Y luego tenemos el dolor, que es todo lo que es al revés, que es la separación, a veces la separación dolorosa de aquel que hemos amado.

-En el prólogo, Gabriel Rolón menciona que el impulso por desentrañar el misterio ha sido el motor de la humanidad. Me detengo en dos términos: “impulso” y “misterio”, ¿qué opinión tiene de ellas?

-Yo también subrayé esas dos palabras, qué mejor que esas dos palabras para definir lo propio del ser humano. Lo propio del ser humano es en un extremo a la izquierda lo que es el deseo, el impulso, lo que empuja hacia adelante y en el otro lado, a la derecha, el horizonte. ¿Qué es el horizonte? Siempre es un misterio, siempre estamos avanzando. En este momento que estoy respondiendo a su pregunta, el minuto que va a seguir es un misterio. Nosotros vamos avanzando progresivamente y a medida que avanzamos estamos develando un misterio. Efectivamente, esas dos palabras “impulso” y “misterio” marcan los dos extremos: a la izquierda y a la derecha de lo que puede ser el instante la trayectoria del ser humano, una acción humana cualquiera sea.

-Durante las charlas del libro, Díaz sugiere que a partir de los avances de la neurociencia y la psicofarmacología se podría proyectar una victoria contra la salud mental. Su respuesta inmediata es “no vayamos tan rápido”. Pasaron más de 20 años y la salud mental sigue siendo un tema importante y de preocupación. ¿Dónde estamos parados en la actualidad con respecto a ella?

-Hemos hecho avances magníficos en neurociencia. El cerebro es uno de los grandes misterios y estamos descubriendo cada día algo nuevo de él, pero el cerebro sigue siendo un misterio impenetrable. De todos los órganos que existen es el más desconocido para la ciencia y el ser humano. Y en el cerebro está todo. Hay dos grandes órganos en nuestro cuerpo: el cerebro y el corazón. Y todo depende de ellos. Del corazón para que el cuerpo viva y del cerebro para que la persona piense, actúe y sienta placer o dolor. Todo está en el cerebro pero sigue siendo el gran desconocido del cuerpo humano. Hemos hecho avances maravillosos como descubrir el funcionamiento de las células nerviosas, el funcionamiento interno de las hormonas con el cerebro y las glándulas. La neurociencia sigue avanzando, y ocurre que muchas proposiciones hechas por Freud en el año 1885 sin ninguna base científica -que parecían en ese momento de ciencia ficción- hoy en tiempos de laboratorio, la neurociencia las está demostrando con todo el protocolo científico con el que cuenta.

-En el libro se menciona que es posible que perdure el amor en las parejas y ofrece las razones. En los días que nos tocan vivir donde prima la inmediatez, lo efímero, la velocidad y la ansiedad, ¿sigue pensando lo mismo?

-Por supuesto y le pido a los lectores de LA GACETA Literaria que acepten la idea, que hoy se ha perdido. El amor puede durar mucho tiempo en la pareja y los integrantes de una pareja pueden vivir juntos sin separarse por 60 años o más, como en las viejas generaciones. Lo que pasa es que las parejas que se separan y sufren mucho son numerosas hoy en día. Entonces se tiene la impresión de que el amor no dura. El amor dura y necesitamos el amor; un amor que dure. Eso sí, una pareja es un lugar de contradicciones, de conflictos, de dificultades. Es cierto que es difícil vivir de a dos. De todas las sociedades humanas, la de dos es la más difícil. Sin embargo, para vivir mucho tiempo juntos, fundar una familia, envejecer y morir juntos es necesario consentir, hacer compromisos. En una vida en pareja hay amor y el sexo es muy importante, es fundamental. Para mí el sexo es la prioridad número uno en la pareja.

-Lo he escuchado hablar de la teoría del banquito.

-Tengo una teoría que llamo del banquito. Es un banquito que tiene cinco patas. Para que el amor sea durable, que es el asiento del banquito, son necesarias esas patas. La primera pata es el sexo, es necesario que una pareja haga el amor una vez por semana, que haya una relación sexual frecuente sin importar si es buena o mala, es un momento de estar juntos en la intimidad, desnudos, tocarse y que haya satisfacción sexual. La segunda pata es que haya admiración, es fundamental que el hombre admire a su compañera o compañero y que el compañero o compañera me admire, y no porque sea extraordinario. La tercera pata es hablar. En toda pareja es necesario que haya un momento en la semana en la que se hable de todos los problemas de la pareja, de la casa. La cuarta es que hace falta que los dos miembros de la pareja tengan una actividad conjunta, ya sea hacer footing una vez por semana o cine los jueves por la noche, algo ritual que los una. Y la quinta pata, muy importante, es saber consentir en la pareja, hacer compromisos, tolerar. No se puede todo. Yo no puedo obtener todo en la pareja, tengo que aceptar que el otro no sea perfecto y que yo no lo sea. Esta teoría es una orientación, no es una garantía absoluta.

-¿Es posible pensar el odio como motor para la raza humana?

-El odio es el nombre que le damos a un sentimiento que está en todos, en general muy intenso, casi violento, de destrucción. Es el deseo de hacer daño, casi de destruir a alguien o a algo. Es una expresión afectiva que forma parte de lo que son las pulsiones destructivas que están dentro nuestro. En el ser humano hay muchas pulsiones pero hay dos muy presentes: las sexuales -penetrar y ser penetrado- y las pulsiones destructivas - destruir y a veces incluso destruir aquello que se ama-. Lo que ocurre es que esa pulsión destructiva se mezcla a veces con la sexual y a veces con las pulsiones constructivas. Por ejemplo, para hacer un cuadro o para crear la arquitectura de un edificio hay que tener una energía, que a veces es una energía violenta, hace falta fuerza, esfuerzo, golpear el puño contra la mesa porque uno se enoja porque no avanza, hace falta mucha resistencia. Todas esas son expresiones del odio, son expresiones de la pulsión agresiva. Es decir que la pulsión agresiva contribuye al progreso de la humanidad y está dentro de la pulsión constructiva, pero a veces se transforma en destrucción y detiene el avance de la humanidad, como por ejemplo, con las guerras. A pesar de eso la humanidad sigue avanzando y ha progresado maravillosamente bien.

-¿Qué es el futuro?

-El futuro es lo que estamos haciendo, lo que estamos haciendo ya crea efectos. El futuro es cuando el lector de LA GACETA Literaria lee nuestra entrevista y se pone a pensar y se pone a soñar, a veces. El que lee LA GACETA, se interesa, pasa el día, llega la noche se acuesta a dormir y de pronto se pone a soñar y su sueño es un sueño influenciado por los propósitos de esta entrevista. El futuro es la acción presente y el efecto de la acción presente.

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Perfil

Juan David Nasio nació en Rosario y está radicado, hace más de 40 años, en París, ciudad en la que ejerce su práctica como psicoanalista. Enseñó en la Universidad de París VII (Sorbonne) y en los Seminarios Psicoanalíticos de París. Fue nombrado en Francia “Caballero de la Legión de Honor” y “Oficial de la Orden nacional del Mérito”. A pedido de Jacques Lacan, realizó la versión corregida de Los Escritos al español, e intervino en su Seminario. Es doctor honoris causa de las universidades nacionales de Tucumán, Rosario, Córdoba y la UBA, como también de universidades de Estados Unidos y México.