Es uno de los oficios religiosos más antiguos, más importantes y más solemnes que tiene el catolicismo. Con él se da inicio formal a la parte más “dura” de la Semana Santa: luego de esto viene el memorial de la pasión de Cristo, que más tarde vence la muerte y resucita para la eternidad. Hoy, a partir de las 10 en la Iglesia Catedral, se hizo la santa Misa Crismal, ocasión litúrgica en la que se bendicen los Santos Óleos y momento en el que los sacerdotes renuevan sus votos de servicio.

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En las puertas ya se percibía que no iba a ser una celebración común. Los fieles que se acercaron estaban dispuestos de una manera diferente a vivir la misa. Es que estos días previos a la Pascua, para el catolicismo son una gran oportunidad de introspección, de revisión y de reflexión de manera personal y en forma comunitaria.  Cuando todo estuvo listo, el órgano del templo comenzó a sonar y a retumbar en cada punto del edificio y, seguramente, en los corazones de los creyentes. Con cantos tradicionales, se dio inicio a la misa.

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Cerca de un centenar de religiosos, entre obispos, sacerdotes y de seminaristas de toda la provincia entraron a presidir la celebración. Cada uno de ellos, en fila, dio cuenta de la magnitud que tiene esta fiesta eucarística. Ellos, de hecho, son parte protagonista: en este día Cristo mismo introdujo su servicio a la comunidad, una vocación que es pieza fundamental para el mantenimiento y para la expansión de la fe cristiana.

Caminar en sinodalidad

En la Catedral, por supuesto, no cabía un alfiler. Esta misa dio inicio al Triduo Pascual, y fue encabezada por el arzobispo monseñor Carlos Sánchez y por el obispo auxiliar monseñor Roberto Ferrari. También representó “la principal ocasión de comunión del arzobispo con su clero”, advirtió un acólito. Las lecturas, el salmo y el Evangelio giraron alrededor de los motivos de reunión: la consagración de los óleos y la renovación de los votos sacerdotales. “Es una alegría presidir esta Eucaristía que nos introduce en estos Días Santos, que nos hacen participar en el misterio de nuestra redención, realizada por la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo”, indicó a los fieles el arzobispo.

FOTO LA GACETA / Analía Jaramillo.

En su extensa homilía, Sánchez destacó esta primera reunión como “un momento vivo de sinodalidad” para todo el pueblo de Dios. El término, que deriva de la palabra sínodo, hace referencia a la necesidad imperiosa de que la Iglesia camine junta hacia el Reino de Dios. Esta es la propuesta del Papa Francisco, que en más de una ocasión ha explicado que la sinodalidad es el único camino para la fe del siglo XXI.

En gran parte de su discurso, el arzobispo hizo referencia a los sacerdotes. Así como el Sumo Pontífice los invitó más temprano a “crear armonía” y a no “ensuciar la unción del Espíritu y el manto de la Madre Iglesia con la desunión, con las polarizaciones, con cualquier falta de caridad y de comunión”, Sánchez aprovechó la oportunidad para dar gracias por la vida sacerdotal e instó a los religiosos a continuar viviendo en esa unidad. “Todos los cristianos bautizados, ungidos por el Espíritu estamos llamados a continuar las huellas de Jesucristo. Somos nosotros, sacerdotes y obispos, los que tenemos más responsabilidad, pero siempre en sinodalidad con pastores y laicos -resaltó-; sigamos trabajando. Que (la sinodalidad) no sea un discurso solamente, sino una actitud, una experiencia, un estilo de vida que hacer al ser Iglesia”.

A su vez, invitó a los religiosos a seguir siendo instrumentos para que el pueblo pueda llegar a Dios. “Queridos sacerdotes, pidamos crecer en el encuentro, en la escucha. Sigamos creciendo en diálogo y en discernimiento, juntos como presbiterio, para poder ser más sinodales, para crecer en espiritualidad y en comunión, ayudándonos a vivir fielmente las exigencias de nuestra vida sacerdotal”, solicitó.

Signos

Más tarde, los 100 religiosos se pusieron de pie para revivir sus promesas sacerdotales. “¿Están dispuestos a ser signos de fidelidad?¿Quieren irradiar la palabra de Dios?¿Están dispuestos a celebrar los misterios que dan vida nueva? ¿Están dispuestos a vivir identificados por Cristo, renunciando hasta su propia vida por los fieles?”, consultó Sánchez, ante repetidos “sí” de los presbíteros. A continuación llegó el momento más solemne de la celebración eucarística: la consagración de los Santos Óleos.

Según registros de la Iglesia Católica, este acontecimiento se realiza desde el año 200 después de Cristo. Inicialmente se hacía durante la Vigilia Pascual (en la madrugada del domingo) y con el tiempo pasó al jueves. Los Santos Óleos son el de los catecúmenos (usado en el sacramento del Bautismo), el de los enfermos (para el sacramento de la Unción) y elSanto Crisma (utilizado en los sacramentos de Bautismo, Confirmación y Orden)

Este último se hace en la misa. Está compuesto por aceite de oliva (que representa la fortaleza) y una pequeña cantidad de bálsamo (con aroma dulce, que significa santidad). Ambos elementos, previamente preparados, fueron llevados al arzobispo.

“Para aliviar dolores del cuerpo y del alma”; “para ser parte del cuerpo místico de Cristo” y “para recibir la sabiduría y la fe divina”, Sánchez pidió la colaboración de los sacerdotes (que extendieron sus manos hacia los aceites) para hacer la bendición y la consagración de estos elementos, “signos de salvación y de vida para todos”. Con una oración final y con un soplo en el Crisma (simbolizando la “venida” del Espíritu Santo para consagrar los aceites), los aceites quedaron listos para uso. Estas preparaciones acompañarán todos los oficios sacramentales de la provincia durante el periodo 2023.