El principal acreedor siempre tira una cuerda para evitar ahogar a su principal deudor. Sucede en la vida cotidiana, cuando llega el resumen de la tarjeta de crédito y, en ocasiones, sólo hay para pagar el mínimo. La Argentina está en esa situación frente al Fondo Monetario Internacional (FMI). El directorio del organismo aprobó el informe de metas económicas del cuarto trimestre de 2022 y autorizó el desembolso de U$S 5.400 millones para la Argentina. Eso permitió que las reservas internacionales captaran unos U$S 2.500 millones y, de esa manera, subir a U$S 39.055 millones, un monto bruto que, en los hechos, no están disponibles. Esto le permitió al Banco Central mostrar una imagen menos complicada en un mes que cerró con una pérdida que rondó los U$S 2.000 millones.

Los tipos de cambio siguen creciendo. El dólar “blue” cerró la semana en alza, a $ 395, mientras que las variantes financieras (MEP y Contado con Liquidación) treparon a los $ 400 por unidad. No hay un escenario que implique un mayor ingreso de divisas. Por la sequía, las producciones agrícolas perderían unos U$S 19.000 millones, dólares que dejarían de entrar a la Argentina.

En los últimos dos años y medio hubo una mejora sustancial de precios internacionales, primero impulsada por la política monetaria de Estados Unidos y los principales bancos centrales del mundo, y luego por la guerra Rusia-Ucrania, con mayor impacto en el trigo y el girasol. “Sin embargo, así como hubo una mejora de los precios internacionales, se dio una baja abrupta del tipo de cambio oficial real, lo que afecta de manera negativa la competitividad cambiaria de la producción agrícola. De hecho, a raíz de este atraso es que fueron necesarias las dos ediciones del Dólar Soja para impulsar las ventas de soja”, dice un reporte elaborado por la Fundación Agropecuaria para el Desarrollo de Argentina (FADA). En términos de tipo de cambio real, descontando los efectos de la inflación, en el último año el dólar cayó un 7%. Medido a precios de marzo, el de 2022 era el equivalente actual de $ 222, el de marzo de 2021 era el equivalente actual de $ 281. “De acuerdo a lo que se ve desde septiembre, se espera que se frene el atraso del tipo de cambio oficial, aunque el año electoral puede jugar en contra de esta política. Pero también han comenzado a desinflarse los precios internacionales, a medida que menguan los efectos de la guerra en el mercado de granos y los bancos centrales suben las tasas”, advierten desde FADA. El campo espera el nuevo “dólar agro” anunciado por el ministro de Economía, Sergio Massa. Según trascendió regiría durante todo abril para la soja y por tres meses para algunas actividades de las economías regionales. Ante la incertidumbre, hubo un freno de la comercialización de granos al cierre de la semana. El lunes habrá más precisiones sobre este nuevo tipo de cambio, afirman en el Palacio de Hacienda.

Las dos ediciones anteriores del “dólar soja”, instrumentado por Massa, han significado altos costos para el Gobierno. La primera dio lugar a una mayúscula liquidación de U$S 7.600 millones a un tipo de cambio de $ 200, de los cuales el Banco Central logró comprar casi U$S 5.000 millones, tras vender U$S 2.700 millones a un tipo de cambio promedio de $ 141, recordó GMA Capital. Esa operación resultó en una emisión neta de $ 1,14 billón (28% de la base monetaria) y le representó un perjuicio patrimonial de $ 430.000 millones al valuar las nuevas divisas al tipo de cambio oficial, agregó. En la segunda, la liquidación superó los U$S 3.000 millones, y las compras netas del Central durante el período ascendieron a U$S 2.300 millones.

El economista Pablo Pero, advierte que, con la brecha cambiaria actual, no hay ningún mecanismo real, honesto, natural, que logre evitar la pérdida de reservas. “Siempre habrá más demanda de dólares que oferta. Por lo tanto, y ante la carencia de voluntad y capacidad política para ordenar la economía, solo queda aguantar”, señala. La dolarización de los portafolios y la demanda de divisas externas por parte de los ahorristas es más evidente en tiempos electorales. Y eso le pone más presión al mercado.

“Devaluar, hacer una maxi devaluación, tiene otras consideraciones. Tiene que hacerse sabiendo que va a salir bien. Si sale mal es un Rodrigazo. Lo importante es estar lo más firme posible en lo fiscal. Estamos lejos del superávit. Estamos a brazo partido para llegar a las metas acordadas con el FMI”, decía en noviembre pasado el economista Gabriel Rubinstein, hoy viceministro de Economía, cuando se refirió a la imposibilidad de abandonar el cepo cambiario en una exposición organizada por el Instituto Argentino de Ejecutivos de Finanzas (IAEF).

Según Pablo Pero, el titular de Economía está tratando de evitar lo que ha llamado “un Massazo”, la réplica 2023 del Rodrigazo generado por Celestino Rodrigo en 1975: una devaluación no exitosa que solo genere más aumentos de precios, que no cambie la expectativa y, por lo tanto, nos lleve a un régimen de inflación aún más alto.

El presidente de la Fundación iPeC cree que eso sucedería si es que el sinceramiento del tipo de cambio se hace en forma desordenada. Por esa razón, al ministro no le queda otra que apelar a algunos parches para lograr captar divisas (ayuda del FMI, swap de China y préstamos de organismos externos, entre otros) y pisar la economía.

“Por lo tanto, y ante la carencia de voluntad y capacidad política para ordenar la economía, solo queda aguantar”, puntualiza.

¿Qué implicaría evitar el “Massazo”? Pero enumera cinco claves:

• Aceptar la recesión como un hecho. Ya que disminuirán las importaciones.

• Renegociar las metas de acumulación de reservas con el FMI (como ya lo hizo)

• Hacer un máximo esfuerzo por tratar de respetar el déficit fiscal acordado en el presupuesto, y no más.

• Encontrar martingalas financieras para que aparezcan dólares. Tal vez por el lado de China, algún acuerdo con activos de las provincias, dólares especiales para algunos exportadores, entre otras estrategias.

• Mantener contentos y calmos, a los bancos.

Al Gobierno sólo le queda aguantar en un año complicado para el gasto público por el proceso electoral. Proyectar la economía es una tarea difícil. Se vive el día a día y se busca frenar el deterioro cambiario. La realidad económica le corrió el arco a Sergio Massa. “El objetivo es poner el tres adelante en la inflación de abril”, había dicho a principios de año en una entrevista con Jorge Fontevecchia. La inflación no abandona la zona del 6% y es probable que este año sí llegue a los tres dígitos, otro factor con fuerte incidencia en el humor de una sociedad cansada de tanta crisis.