Abril será un mes clave para la política local y nacional. El 14 del cuarto mes del año arrancará formalmente la campaña proselitista. Dos días antes se sabrá, a ciencia cierta, quiénes serán los rivales, cuyas boletas se exhibirán en el cuarto oscuro el domingo 14 de mayo cuando los tucumanos vayan a definir quiénes los gobernarán en los próximos cuatro años. Simultáneamente, la campaña nacional también tendrá que tomar definiciones durante abril. El renunciamiento a cualquier candidatura por parte de Mauricio Macri ha modificado sustancialmente el mapa electoral de las presidenciales. La puja interna en Juntos por el Cambio se intensificará con tres contendientes que se perfilan para pelear el poder contra el Frente de Todos. Horacio Rodríguez Larreta y Patricia Bullrich creen que les llegó el momento para ser las caras visibles del posmacrismo. El radical Gerardo Morales no pierde las esperanzas de que su partido recupere el protagonismo perdido desde que en 2001 Fernando de la Rúa se tomara el helicóptero en la azotea de la Casa Rosada para abandonar el poder y dejar en offside a la UCR. El kirchnerismo sepultó cualquier ilusión de los “correligionarios” para resurgir de sus cenizas. El gobernador de Jujuy cree que este es el momento para volver al radar de las grandes decisiones, y no con papeles secundarios. Algo de eso se evidenció en Tucumán cuando Roberto Sánchez mantuvo su candidatura a gobernador y obligó a otro “renunciamiento”, el del líder del Partido de la Justicia Social, Germán Alfaro, a pelearle a la dupla Osvaldo Jaldo-Juan Manzur el poder que ostentaron en los últimos ocho años. El intendente capitalino, sin embargo, se da mañas para no quedar relegado. Habla más que su compañero de fórmula a la hora de criticar al oficialismo y a analizar los temas que inquietan a la sociedad.

El kirchnerismo se quedó sin confrontación directa con el “Ah, pero Macri”. El 67% de los ciudadanos consultados por D´Alessio IROL y Berensztein contestó que le parece bien que Macri haya renunciado a cualquier postulación. Un 63%, a su vez, cree que el más favorecido por esa decisión es Juntos por el Cambio, porque podrá decantar su interna sin que tengan que recurrir a las imposiciones. Esto es relativo. El ex presidente ya ha dejado en claro que quiere ser el gran elector en dos de los distritos claves para cualquier elección nacional: la provincia y la Ciudad de Buenos Aires. Esa conducta dejará demasiados heridos y la ambulancia peronista siempre está esperando en la esquina. De la misma manera que ha pasado en territorio tucumano, donde alfaristas, radicales y otros opositores han decidido, directa o indirectamente, apoyar a las huestes oficialistas.

Macri está más tranquilo que antes. Siente que tiene tiempo para operar políticamente desde una posición de menor compromiso y mirar las peleas internas desde la platea. Un líder político jamás abandona la arena. Siempre se asegura esa cuota de poder que necesita para no pasar al olvido. Cristina Fernández de Kirchner es otro claro ejemplo. Pasó del “no seré candidata” al “operativo clamor” para salir de la trampa de una inexistente prescripción de la mano de sus militantes camporistas. Las consultoras que hicieron el sondeo preguntaron a los ciudadanos de distintos puntos del país que participaron de la muestra acerca de cuál es el rol que debería asumir Macri en caso de que Juntos por el Cambio vuelva al poder. Un 26% contestó que debería convertirse en asesor presidencial; otro 20% lo observa como potencial ministro, con más inclinación hacia la Cancillería. Más contundente ha sido la mayoría: un 57% de las respuestas múltiples apuntó que no debería ocupar rol alguno.

La construcción de consensos no es el fuerte en ninguna coalición política. Los liderazgos tradicionales de los últimos años están más cuestionados que siempre, mientras la propia dinámica electoral busca posicionamiento de los que sobreviven al tamiz del malhumor social. La economía está jugando un papel central en esta película argentina de terror, teñida de “blue” más que de verde dólar. La inflación ya ha dictado su veredicto: las malas decisiones políticas son las culpables de la costosa cuenta que deberán pagar los argentinos en los próximos años a través de un ajuste que ningún dirigente se atreve a tomar, pese a que hace tiempo está en marcha. Aquel ajuste está edulcorado.

Las lealtades políticas mutaron a traiciones electorales. ¿Alguien garantiza que tanto transfuguismo garantice a la coalición que capte referentes un triunfo en las urnas? ¿Cuántos de esos dirigentes pensaron más en el bien común que en el personalismo? ¿Responderán a las expectativas del electorado o de los dirigentes que los convocaron? Las respuestas están en las conductas y en las acciones. La lealtad es una moneda que se ha devaluado allá, hace tiempo, pero que ha sido cambiada por otra, denominada traición, que siempre ha existido, aunque con menos poder de fuego que en la actualidad.

Si lo que importa es el bienestar ciudadano, ¿por qué no asoman planes de gobierno concretos y sostenibles en el tiempo, más allá de quién esté a cargo de un país, de una provincia, de un municipio o de una comuna rural?

El peronismo mantiene su hegemonía en los actos proselitistas. Llena estadios, clubes y otros predios deportivos, para demostrar que su aparato electoral está aceitado y que la unidad es posible, aunque sea temporal, dentro de un oficialismo que ya vivió una espantosa interna entre sus dos principales figuras. El Frente de Todos llega confiado a las elecciones y pisará el acelerador durante el mes que se avecina. Hay dudas entre algunos referentes territoriales sobre el combustible necesario para tanta maquinaria. La fórmula responde que habrá nafta para la competencia, pero, por la experiencia de otras elecciones, también habrá un período de pruebas para la dirigencia que, antes de los comicios promete un resultado y, al concluir el escrutinio, muestra planillas completamente diferentes.

Manzur y Jaldo decidieron arrancar la jornada en el aire. El gobernador emprende un vuelo a Buenos Aires para mantener una serie de reuniones con empresarios, con asesores jurídicos y otros referentes políticos que, usualmente, llegan a la provincia en perfil bajo y con los que está preparando el terreno para un eventual desembarco a nivel nacional. El vicegobernador, a su vez, tomará un helicóptero con el que recorrerá la reparada ruta 307 que conduce a los Valles Calchaquíes. Es curioso que, cada vez que se ausenta el mandatario, el presidente de la Legislatura no pisa la Casa de Gobierno. Prefiere salir a recorrer obras antes que encerrarse en la oficina del primer piso del Palacio de 25 de Mayo y San Martín. Hoy, el tercer piso del edificio legislativo se ha convertido en su lugar en el mundo político. ¿Cábala? Tal vez. ¿Incomodidad? Puede ser. Con Manzur comparten recorridas y actos de campaña, pero no oficina. Sutilezas políticas.

La etimología de abril se asemeja mucho a lo que pasa en este año electoral. Los argentinos no están tan seguros de que ese mes signifique el abrir de un ramillete de oportunidades para salir de la crisis o si se trata de más espuma para un escenario de un interminable loop que se reitera en cada turno electoral y que condena a la ciudadanía no al éxito, como alguna vez dijo un ex presidente, sino a la crisis. Para cambiar la realidad argentina no se necesitan mesías; tan sólo sentido común, para salir de esa espiral de errores que sólo conduce a la recesión económica en un país con escasa tolerancia política.