Desde hace varios días en Santiago del Estero nadie duerme. La llegada de la Selección envuelve a todo el mundo. “Ni siquiera dormí la siesta para poder venir a ganar un lugar cerca de donde pasarán los jugadores”, asegura Cristian, dejando en claro que hasta lo más “sagrado” se puede resignar con tal de ver de cerca a Lionel Messi y compañía.
Hubo fiesta de la buena en los alrededores del hotel en el que se hospedó la Selección, ubicado en frente de la Casa de Gobierno. Desde las primeras horas de la tarde, el público se fue agolpando con la ilusión de tener un contacto, por más ínfimo que fuera con sus ídolos. Mientras la Selección era homenajeada en la sede de la Conmebol, el himno “Muchachos” que se hizo famoso durante el Mundial sonó más de una decena de veces.
“A Messi le diría que lo amo; que me lleve con él”, dijo un pequeño con la sonrisa amplia, soñando con tener la chance de poder cruzar aunque sea unas palabras con su ídolo. Casi todos buscaban a Messi pero, si bien el “10” ganaba cómodamente el ranking de futbolistas más solicitados, no era el único. La Selección se consagró campeona mostrando ser un equipo compacto en el que todas las patas aportaron a la causa; y por eso el resto de los jugadores también tenían a sus fanáticos.
“Gracias, Dibu. Mirá que te como”, rezaba una bandera con la foto del “1” en el momento exacto que en el que tapó el remate de Randal Kolo Muani cuando la final se moría.
“Di María, te amo más que a mi marido”, decía el mensaje, en un cartel hecho con cartulina, que exhibía una mujer varios metros detrás del vallado policial. “Lo amo, lo amo”, sólo atinaba a gritar de manera desaforada.
La espera se hizo larguísima. Cuando el mensaje de que el avión procedente de Asunción había tocado suelo del aeropuerto santiagueño, hubo varios puños apretados. En ese momento, la Banda Musical de la Policía entonaba algunas canciones tratando de calmar las ansias de los fanáticos.
Pero Santiago vivió la fiesta grande del Norte y del interior del país. “Esto es histórico. El interior puede ver de cerca a los campeones del mundo, algo que antes era impensado”, le asegura a LA GACETA, casi al borde del llanto, José Ramos, un empleado estatal. Y esa fiesta fue pura, casi sin ningún tipo de problemas.
La llegada de la Selección a Santiago
A las 22.15 comenzaron a llegar casi una decena de camionetas y un sinfín de motos de la Policía. Minutos después, el ómnibus con los campeones aparecía en escena y desataba el único desorden. Fanáticos desbordaron las vallas tratando de acercarse lo más posible. Pero no hubo caso.
Cuando Lionel Scaloni y Claudio Tapia bajaron del ómnibus (fueron los primeros) hubo gritos de desesperación y el “Dale campeón” tronó con fuerzas.
La delegación bajó sin poblemas y en fila india se encaminó hacia adentro del hotel. “Dibu” saludó a la multitud y Messi mostró cara de sorpresa y guiñó el ojo en señal de cortesía.
La cena esperaba a la delegación en el primer piso del hotel. Uno a uno los jugadores fueron subiendo, pero los fanáticos no tenían pensado marcharse. “Messi, Messi, Messi”, gritaban esperando un encuentro que no pudo ser.
Sin embargo, el hecho de ver de cerca a los futbolistas y de tenerlos en su tierra ya habían pagado la espera. Claro, la locura seguirá por estas horas y tendrá su punto máximo hoy en el estadio “Madre de Ciudades”; porque el tributo a los campeones será eterno.