COMPILACIÓN

BIG BAD CITY

ENRIQUE SYMNS

(El cuenco de plata - Buenos Aires)

En este libro dos son los rasgos que su autor manifiesta con absoluta contundencia: la capacidad para la narración y la capacidad para la provocación, o mejor dicho, la facilidad para hacer de la narración una forma de la provocación. Big Bad City es un libro intenso, donde las crónicas literarias toman su impulso de una experiencia de vida que coqueteó con los límites a los que puede conducir un combo armado por marginalidad, estafa, rock, arte alternativo, desenfreno sexual, delincuencia. En una de sus páginas presenta muy bien esta condición: “cuando estaba a punto de caerme hacia la calle, algún movimiento en el paño del juego social me permitía acertar un pleno y seguir jugando unos años más, hasta que otra vez la vida me acorralaba y me ponía de espaldas contra el océano de la calle amenazándome con la caída libre”.

A pesar del calor que irradia esa materia candente, de la vida incierta que late en los bajos fondos, su autor parece volver periódicamente de esa región -por momentos infernal, por momentos paradisíaca- y contar sus impresiones con una prosa absolutamente directa y sensata. En primer lugar, es necesario repasar quién es Enrique Symns. Trabajó en las revistas El Porteño, Satiricón y Eroticón; dirigió en distintas épocas Cerdos y Peces. Fue monologuista de Los Redonditos de Ricota, Bersuit Bergarabat y Los Piojos y, entre otros libros, escribió una biografía de Fito Páez. Cuando vivió en Chile, durante la década del 90, también protagonizó algunos episodios periodísticos y editoriales que lo consagraron como un referente del gremio, pero también como un provocador profesional.

Sus crónicas, entre autobiográficas y ficcionales, y que comenzaron a conocerse en 2005 con la publicación de El señor de los venenos, se nutren de los diversos episodios de alguien que pasó y contribuyó a darles forma a los capítulos más arriesgados del periodismo alternativo. Un escritor que exploró zonas de la marginalidad (la locura, la prostitución, el viaje, las drogas, etcétera) con un registro que, por momentos, se confunde con su objeto. No obstante, siempre supo administrar y dosificar su fervor y su admiración por esas condiciones, con la suficiente distancia crítica como para entregar interesantes informes. En los relatos de Big Bad City encontramos personajes de la más variada procedencia y destino: estafadores, delincuentes, pistoleros, drogadictos, profesionales de la vida por izquierda, pero también músicos y periodistas perdidos por la droga o por la necesidad de buscarla. Todos personajes envueltos en secuencias turbias, y por las que están a punto de caer en manos de la ley, o que acaban de zafar de ella, es lo que sucede en “Monedas”, “El linyera”, “Los pistoleros”. También están los episodios de iniciación sexual, en “Mis maestros”, y otros vinculados a su propia vida en “Amor de mi vida”, mientras que en “Ochocientos cuarenta” se trata de historias de personajes que fueron testigos y protagonistas de extrañas coincidencias que torcieron su destino.

Vale destacar la capacidad para relatar con una velocidad y una intensidad que se adecua con la dinámica de los episodios narrados, pero sin dejar de cubrirlos con una pátina de breves reflexiones y secuencias introspectivas que contribuyen a encuadrarlos y darles más énfasis.

(c) LA GACETA

*Publicado originalmente en 2006.