Un héroe cívico y militar  

Por José María Posse

Para LA GACETA - TUCUMÁN

La historiografía argentina fue una construcción de Bartolomé Mitre, quien imprimió una visión parcial de la historia nacional, en relación a los caudillos federales. Generaciones póstumas reivindicaron esta versión. Esto se hace palpable con la figura del tucumano Bernabé Aráoz, quien al igual que Martín Güemes, fueron estigmatizados por la visión centralista rioplatense. Ellos representaban a los corajudos caudillos federales, que se atrevieron a disputar la preeminencia de Buenos Aires y su puerto con el resto del país.

En las últimas décadas, se han dado a conocer las hazañas y entidad histórica de Aráoz, gracias a las minuciosas investigaciones de Ramón Leoni Pinto y del Dr. Carlos Páez de la Torre (h); en la música folclórica, homenajeándolo con cantatas y poesías. Compañías teatrales, agrupaciones gauchas, libros, documentales, escritos literarios en su honor, posibilitaron que don Bernabé sea declarado por Ley, Héroe provincial de las Batallas de Tucumán y Salta.

La Terminal de Ómnibus de la provincia lleva su nombre. Actualmente, se debate en Diputados un proyecto de Ley, que tiene media sanción en el Senado de la Nación para declararlo héroe nacional. Su historia y leyenda están siendo incorporadas a la currícula educativa, rescatando valores trascendentes para nuestra provincia. Bernabé Aráoz consolida al pueblo tucumano como cuna de valientes héroes, forjadores de nuestra nacionalidad.

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José María Posse - Historiador. Autor del libro Bernabé Aráoz, el tucumano de la independencia

El fin  

Por Fabián Soberón

Para LA GACETA - TUCUMÁN

Están en Trancas, en medio de la nada.

El hombre ya sabe que la ley lo condena. Sólo es cuestión de horas. Siente en sus venas la inminencia del fin.

De él dirán que es un ambicioso y un guaso. Pero él no lee los epítetos futuros sino que escucha los pasos de los que lo custodian.

En el transcurso de la tarde habla, en la celda improvisada, con un grupo de soldados. Su objetivo es claro. Quiere envenenarlos con la palabra, quiere conquistarlos con el jugo del verbo: desea escapar.

Las versiones sobre su prédica llegan a los oídos de las autoridades. Y estas toman la decisión que está escrita en el libro de la vida.

Al día siguiente, temprano, lo encapuchan. La ceguera no es sólo un problema de los ojos. Empujado por los conjurados, sale al patio polvoriento con los brazos amarrados.

Los fusiles se preparan. Pero a él no lo amilana el ruido de las máquinas de la muerte. Bajo la orden inexorable, la lluvia de balas invade su cuerpo.

Bernabé Aráoz cae y el tiempo no escribe su nombre en vano. Será el dueño de una extraña república que solo existe en la memoria.

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Fabián Soberón - Escritor.

Repensar el caudillismo

Por Facundo Nanni

Para LA GACETA - TUCUMÁN

En esta vorágine un poco inmediatista, en la que vivimos, con mensajes permanentes en nuestros celulares, se ha discutido el sentido de las celebraciones, que implican un tiempo más acompasado: ¿Sólo para “resucitar” cada año a un determinado prócer tiene sentido suspender la escolaridad? Conviene detenerse a pensar la función de las fechas, el significado de las efemérides en una sociedad.

Al cumplirse 199 años de la muerte de Bernabé Aráoz, creo relevante que exista un nivel mayor de conocimiento acerca de su figura. Este 24 de marzo (fecha de por sí llena de significados), empieza a anticiparse el próximo bicentenario de su fusilamiento, ocurrido en el muro sur de la Iglesia de Trancas, un 24 de marzo de 1824. Es una buena ocasión para encontrarnos con proyectos que nos acerquen a esta parte fundante de nuestra historia. Para entender fenómenos de valor americano, como la Declaración de la Independencia, este hacendado y hombre de armas tucumano es realmente una referencia ineludible. Aun así: ¿Cómo evocarlo? ¿Qué puede hacer la historia como disciplina dedicada a darle vida a los anaqueles del pasado? ¿Quién fue decidiendo los próceres masculinos y femeninos para nuestras calles, y qué podemos hacer al respecto?

Del mitrismo a nuevas miradas

Si bien se suele pensar que la posmodernidad supone un abandono de los ceremoniales, un triunfo del consumo, esto no es completamente cierto. La búsqueda de ceremonias no ha cesado, más bien ha mutado. Seguramente mientras leemos estas líneas, alguien atenta en Ucrania contra una estatua de Stalin, alguien cuestiona en Filadelfia algún monumento que honra a Cristóbal Colón, alguna escuela se prepara para enseñar las durezas del pasado reciente en la Argentina. Las agendas del presente condicionan la mirada hacia atrás. Cada pueblo narra su pasado, vive su presente, proyecta su futuro. Elegir a quien honrar no aparece en un decreto, no es una tarea que implique solo a los historiadores y se transforma permanentemente, sin miedo a las discusiones.  

En la Argentina fueron claves algunos libros de Bartolomé Mitre, que a mediados del siglo XIX, cristalizaron sentidos colectivos. Fue, como sabemos, un líder político destacado y un alto conocedor de los archivos. Pretendía, sin embargo, erigir una historia ejemplar, en un país que por entonces recibía miles de extranjeros cada año. En su Historia de Belgrano arroja un saldo negativo respecto al primer gobernador tucumano: “Hombre de limitados alcances políticos, saturado de pasiones locales; muy considerado por sus comprovincianos de la campaña. Ambicioso y vulgar”. Para este presidente de tiempos fundacionales de la Argentina, nuestro propulsor de la primera Constitución provincial y de la República de Tucumán, no merecía un lugar en el podio. Nos permitamos discrepar.  

Estatuas, monumentos, pero no para Don Bernabé

En vísperas de los 200 años de su muerte, creemos que un mayor conocimiento de quién fue un líder temprano de nuestro pueblo, nos conducirá a conocer mejor aquellos acontecimientos como las guerras de independencia, la construcción de Tucumán como provincia y los pactos preexistentes que nos acercaron a una organización constitucional, ocurrida hacia 1853.  

Tengamos en mente que cuando damos visibilidad a un hombre o mujer de nuestro pasado (pensemos en Mercedes Sosa, a quien recientemente le dimos vida con un esplendoroso teatro), lo que hacemos en rigor es borrarla del olvido. Actúa como caja de resonancia de aspectos que buscamos enaltecer. Nombrar a un dique como Celestino Gelsi, por caso, es también dar cuenta de la trayectoria del radicalismo en la provincia, entre otros ejemplos que no costaría mucho multiplicar.

En la historiografía tucumana, dos europeos se ocuparon de caracterizar al partícipe de la Batalla de Tucumán, pero su mirada fue peyorativa, influida por Bartolomé Mitre y Domingo F. Sarmiento. Fueron el francés Paul Groussac, y Antonio Zinny, escritores que dieron impulso a las primeras páginas sobre Historia de Tucumán.  Si bien reconocían cierto aporte de la familia Aráoz en la Batalla de Tucumán (1812) y en tiempos del Soberano Congreso (1816), se nutrieron de una valoración negativa del federalismo y de la movilización de gauchos. Su retórica se anclaba en una mirada lineal de la civilización y del lugar de Buenos Aires.

Los comienzos de una reivindicación hacia la familia Aráoz ocurrieron a en el clima del Centenario, con los trabajos de Juan B. Terán de 1910, y la Historia de la República de Tucumán de Jaimes Freyre, surgidos de una pujante élite intelectual asociada a la Universidad Nacional de Tucumán. Dichos trabajos comenzaron una explícita discusión académica con algunas afirmaciones de la obra mitrista y reivindicaron el lugar de la región norte en la historia nacional. Para el influyente Juan B. Terán, Bernabé había sido un importante gobernador, satanizado por algunos historiadores.

Pese a estas dos obras reivindicativas, no cambió completamente la tendencia al desconocimiento o a la escasa valoración del pasado local. De hecho, la propia vivienda del caudillo, a metros de la Casa Histórica caía en la picota hacia 1969. En Buenos Aires y el país el nivel de conocimiento respecto a Aráoz era (continúa siendo) casi nulo, aspectos que sería justo cambiar. Un mayor conocimiento del líder tucumano se viene logrando con tesis doctorales recientes, con algunas acciones del gobierno y de historiadores tendientes a visibilizar sitios claves como La Encrucijada, lugar donde Bernabé y sus allegados convencieron a Belgrano de dar Batalla en 1812. Se ha avanzado en la señalización de algunas calles y bulevares de Yerba Buena con su nombre. El guion museográfico de la Casa Histórica, pone en relieve su figura en sus acciones vinculadas al Congreso de Tucumán. La recuperación no chauvinista de nuestros hombres y mujeres históricos, del siglo XIX y del XX, puede acompañarse bien con el fomento al turismo en una ciudad que nos honra como Ciudad Histórica.

¿Cumplidos los 199 años de su muerte, próximos al Bicentenario, podremos otorgarle un lugar en el panteón al menos provincial? El tiempo (y nuestras acciones), lo irán decidiendo.

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Facundo Nanni - Licenciado en Historia, doctor en Ciencias Sociales, investigador del Conicet, miembro de la Junta de Estudios históricos de Tucumán.