A un año del inicio de guerra, tras la invasión de Rusia a Ucrania, el deporte ofrece dos nombres. Uno es el de Shakhtar Donetsk, el equipo ucraniano que se clasificó la semana pasada a octavos de final de la Liga de Europa (deberá medirse contra Feyenoord). Se clasificó tras ganarle 5-4 por penales a Rennes, de Francia. Su “Dibu Martínez” se llama Anatolii Trubin. Atajó tres penales en la serie. “Victoria para Ucrania”, afirmó el DT Igor Jovicevic. “Casi se podría decir que morimos en la cancha, que dejamos brazos y piernas ahí”. Suena dramático, es cierto, pero es inevitable que cualquier hazaña del deporte ucraniano en estos tiempos no tome metáforas de la guerra.
Shakhtar, históricamente el equipo más poderoso de Ucrania, no tiene ya a su legión de brasileños, porque no hay extranjeros jugando en la Ucrania invadida. Sus partidos de copas europeas los juega en Varsovia. Y los de la Liga ucraniana los juega en Lviv, cerca de la frontera con Polonia. A 1.200 kilómetros de su cancha, en la región de Donbass, ocupada por Rusia. Su cancha es hoy un depósito de armas rusas. En medio de la crisis por la guerra, Shakhtar hizo una fortuna cuando vendió a su estrella promisoria Mykhailo Mudryk por cien millones de euros a Chelsea, el mismo equipo que fichó a Enzo Fernández por otros 120 millones. Rinat Akhmetov, presidente millonario de Shakhtar, donó 25 millones a las víctimas de la guerra.
Aun en medio del conflicto, Rusia y Ucrania hicieron jugar sus respectivas Ligas nacionales, deterioradas, claro. Algunos de los equipos ucranianos juegan en ciudades que sufren ataques continuos. En medio del partido, cuando suena la alarma, jugadores e hinchas dejan todo para refugiarse. El diario británico The Guardian publicó una serie reciente de entrevistas a jugadores ucranianos. En los días de semana, algunos de ellos marchan al frente de combate para distribuir alimentos y otras necesidades. Aprovechan su fama como futbolistas para obtener donaciones. Los fines de semana vuelven al club para jugar. La Liga rusa también perdió calidad. Rusia está sancionada para competir internacionalmente. Su Federación de fútbol debate si abandonar Europa y pasar a competir dentro de Asia.
En rigor, todo el deporte ruso está castigado. Y allí tenemos el segundo gran debate en este primer año de guerra. El Comité Olímpico Internacional (COI) anunció en enero pasado su intención de permitir que compitan en los próximos Juegos de París 2024 los atletas rusos y bielorrusos que acepten hacerlo bajo bandera neutral, himno olímpico y, tal vez, declarando su oposición a la guerra y distanciándose de modo claro del gobierno de Vladimir Putin. Pero Ucrania inició una fuerte campaña para evitarlo. Cerca de treinta países podrían boicotear la cita si eso ocurre. Un asesor del presidente ucraniano Volodymyr] Zelensky afirmó inclusive que el COI había recibido “sobornos” de Rusia. El COI rechazó de modo terminante la acusación sin prueba alguna. Quiere que los atletas no sean castigados por haber nacido en un país determinado. Que no se les prohíba su derecho a competir.