El paso de los años ha llevado a que los argentinos cambien su forma de interpretar la política. Hace algunas décadas, primaban los proyectos más que los hombres y, desde esa concepción, los partidos políticos se fueron fortaleciendo. Los liderazgos eran naturales. Surgían por impulso de aquellos que llevaban adelante las ideas a la acción. Pero en ese transcurrir, la política no quedó ajena a la inmediatez. Desde la experiencia que le dan sus 81 años de vida, el analista político Julio Bárbaro da fe de ello. No duda en afirmar que hoy “los argentinos no discuten proyectos, sino candidaturas” y, por esa razón, las coaliciones que se enfrentan en cada elección carecen de iniciativas y se inclinan más por el posicionamiento de dirigentes. En una entrevista concedida a LA GACETA, el escritor y ex titular del Comfer afirma que la política actual es de cómplices, de personas que poco y nada le importa el pueblo.
-¿Cómo observa la realidad que vive el oficialista Frente de Todos?
-Me parece que hay un fin de ciclo en la Argentina. Y, en el caso de Alberto Fernández, terminó cumpliendo la teoría que lanzó Alejandro Borensztein: es el Caballo de Troya que venía a destruir al kirchnerismo. Juan Domingo Perón decía que había brutos e inteligentes. Y hablaba también de voluntariosos y vagos. Los inteligentes vagos no molestaban a nadie. Los inteligentes voluntariosos eran los grandes hombres de la historia. Pero el problema real eran los brutos voluntariosos y un ejemplo práctico de eso es el gobierno de Alberto Fernández.
-Con la escisión del bloque oficialista en el Senado, todo parece indicar que la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner pierde poder…
-Ella venía perdiendo vigencia cuando ganó Mauricio Macri. Los errores de Macri, sin embargo, le devolvieron algo de poder y la posibilidad de imponer a Alberto Fernández como candidato a presidente de la Nación en 2019. Pero, a su vez, la pequeñez de Alberto lo retira de la historia para siempre. El kirchnerismo tiene la rebelión de los alcahuetes; parece un oxímoron. Es algo que se afianza en esta etapa final de ciclo. Miremos a Aníbal Fernández (ministro de Seguridad de la Nación). Da pena, porque era tan cristinista que termina abrazando hoy a Alberto. Es la nada misma.
-¿Y qué le queda al peronismo para conservar el poder?
-Dentro de peronismo quedan varias opciones. Sólo algunas de ellas son Daniel Scioli, Sergio Massa y hasta Juan Manzur, que serían peronistas que intentan o tienen oportunidad de recuperar al partido y devolverle la política tradicional al peronismo. Hoy no veo una figura que, por sí, recupere al peronismo. Para salir del fracaso de la gestión del ex presidente Fernando de la Rúa, el radicalismo tardó muchos años en recomponerse. Uno se pregunta si para salir del fracaso de Alberto el peronismo lo hará más rápido. Hoy a ese proceso de salida rápida puede ayudarle la debilidad del PRO, que cuenta con potenciales candidatos a presidente de la Nación, pero que no ha dejado de ser un partido porteño.
-Máximo Kirchner ha dicho que quiere que gobierne “un buen peronista o una buena peronista”…
-Se da cuenta que no sabe nada.
-¿Qué es ser un buen peronista?
-Antes que todo hay que ser un buen argentino, que significa defender el patrimonio nacional, exigir el esfuerzo de los trabajadores y recuperar la voluntad de producir riqueza al país. También es aquel le devuelva la solidez a las leyes que, a su vez, le permita al empresariado argentino (también al foráneo) invertir en su patria. Si la política no devuelve la confianza sobre el futuro, no es política. Cada vez que camino por la calle, la gente me pregunta si hay salida. Ese que me pregunta sabe que el gobierno es de idiotas, pero duda de que la oposición tenga la lucidez para sacarnos del pozo. Los argentinos no discuten proyectos, sino candidaturas. Y las candidaturas que no son hijas de un proyecto, sólo expresan codicia personal.
-¿Los liderazgos están en crisis?
-No hay liderazgos porque no hay grandeza. Para ser líder hay que renunciar a lo personal en favor de lo colectivo. La Argentina tiene una dirigencia política que se enriquece a partir del empobrecimiento del pueblo. Tengo 81 años y me dicen que soy raro porque no tengo el nivel de vida de un político. Creen que soy un fracasado porque no me enriquecí. Ojo, no es un chiste. No me invitan más a esas reuniones sociales, porque no pertenezco a la clase de ellos.
-¿Ve algún dirigente con la capacidad de mejorar la situación del país?
-Todavía no aparecieron dirigentes de fuste. El fútbol nos devolvió la pasión de ser argentinos que la política nos había quitado. Nos devolvió el orgullo de ser argentinos. Cuando vieron la multitud con las banderas argentinas, los vendepatrias se dieron cuenta que no todo está terminado. Fui diputado en un país que, entonces, tenía un 4% de desocupación y no había un solo subsidiado por el Estado. No se puede vivir degradado por un subsidio.
-Este año se cumplen 40 años del retorno de la democracia. ¿Cómo evalúa las gestiones que han pasado desde 1983?
-El último que intentó darle dignidad a la política fue Raúl Ricardo Alfonsín. (Carlos) Menem fue la traición al peronismo y a la patria. Néstor Kirchner encarnó la idea de recuperar el poder del Estado depositado en su persona. Fernando de la Rúa fue el único ampliamente superado por Alberto Fernández; un fracaso que Alberto vino a superar. Y Cristina Fernández de Kirchner fue la heredera de un capricho, sin conocer el contenido de lo que recibía. Kirchner era el poder personal; ella el fanatismo del resto de la izquierda que se disfraza de peronista sin ser nada. Todos los que hoy defienden al peronismo son de origen marxista.
-¿Y con qué nos encontraremos en el futuro?
-Los pueblos siempre tienen crisis. España la tuvo y lo fue solucionando con el Pacto de la Moncloa. La Argentina necesita dirigentes con grandeza, capaces de soñar, de buscar trascender en la historia más que llenar la cajafuerte. Para cualquier dirigente político es mucho más placentero que en la calle la gente te pida sacarse fotos con uno que tener 10 millones de dólares, que en mi caso jamás los tendré. No hay mayor riqueza que el respeto de los demás.
-Julio, ¿qué es ser un buen político?
-Ser un buen ser humano. Político es aquel que sueña con la mejoría colectiva, no un comerciante que solo piensa en su riqueza personal.
-¿Qué es lo que le pasó a la política en todos estos años?
-La política es un arte. Después de Jorge Luis Borges, muchos escritores no hubo. Tenemos un Papa, a Martha Argerich, a Daniel Barenboim y a Lionel Messi, por mencionar algunas personalidades. Dimos grandes hombres y mujeres en el deporte, en la religión, en la música y ningún gran hombre para la política. Los políticos argentinos no fueron capaces de tener la grandeza de entender al Papa Francisco por encima de las pequeñeces de la política, a 10 años de su papado. El kirchnerismo lo quiso usar y el pobre Macri ni siquiera lo llegó a entender. Para él es más talentoso Jaime Durán Barba que el mismo Papa. Y eso lo describe. La política actual es de cómplices y para ellos somos una molestia. Había un camino digno que ellos no fueron capaces de transitar. A la gente común nos toman como fracasados pero, en el fondo, nos tienen envidia, porque hay una conciencia que existe. A mis 81 años, siento que no traicioné mis sueños de política. Y eso es mejor que tener un palo verde.
-¿Por qué hay tanta oferta electoral?
-Tomemos como analogía el caso de los jóvenes. Cuando no saben qué estudiar, es una clara señal de que no maduraron. Cuando uno tiene varias opciones en la cabeza, es porque no tiene ninguna definida. Me dicen que la Argentina no encontró un proyecto y eso se puede hacer con grandes hombres y mujeres, con talento. No tenemos un proyecto de país.
-Y surge el fenómeno Javier Milei…
-Milei es la lógica de la antipolítica. Cuando no hay salud, hay una expresión de la enfermedad que no implica la cura. Si la opción es Horacio Rodríguez Larreta, estoy convencido que muchos terminarían votando a Milei antes que al jefe de gobierno porteño. Porque la locura es más atractiva que la mediocridad.