Numerosas figuras marcaron una época gloriosa para el rugby tucumano. Nicolás Mario Rizzo fue uno de aquellos artífices, un apasionado del juego, pródigo en afectos, siempre generoso para las enseñanzas. Todo un personaje llegado de Córdoba para enamorarse de la provincia y cosechar incontables amigos. Y también para hacer historia: junto a Gabriel Palou y a Juan Carlos López dirigieron a los “Naranjas” que en junio de 1992 vencieron a Francia en el estadio de Atlético. El “Mono” falleció ayer a los 77 años en las afueras de Villa Carlos Paz. Allí residía.

Su pasión por la ovalada se generó en Tala RC y se desarrolló en el NOA, pero siempre dejó en claro que su club de cabecera era el “blanquinegro” cordobés. “La gente lo sabe, nunca lo escondí, y todos me bancaron así. Tala es mi club y voy por lo menos una vez al mes”, afirmó en una entrevista que LA GACETA le hizo en 2013.

Hace 10 años “Mono” recibía el CAP, la máxima distinción que entrega la Unión de Rugby de Tucumán. “Disfruté tanto del rugby que nunca me hubiese esperado algo como esto. ¡Si el que se divierte es uno!”, decía entre la sorpresa y el orgullo cuando le entregaban el reconocimiento.

Su apellido está ligado también a Tucumán Rugby, donde fue campeón en múltiples oportunidades entrenando junto a su amigo “Willy” Lamarca; a Los Tarcos, que fue el primer club que le abrió las puertas en Tucumán; y también a Jockey de Salta. Allá por los 70 llegó a jugar en tres equipos al mismo tiempo (Tala, Tarcos y Jockey), mientras viajaba por las provincias trabajando para una concesionaria de autos.

Con semejante bitácora, Rizzo no podía pensar de otra manera. “Los triunfos y los campeonatos son para las estadísticas, los amigos para toda la vida”, decía en aquel reportaje.

López está apuntado en esa extensa lista. “Transmitía huevos y sangre -recordó-. Acostumbrábamos en las concentraciones a hablar con partes del equipo en nuestra habitación. Cada uno de nosotros tocaba un tema. Él hablaba de la actitud. Cuando los jugadores se iban del cuarto saltaban, ya querían jugar. Hablaba con fuerza”, destacó su compañero en la dirección técnica.

“Era un gran tipo, muy metódico, con convicciones muy fuertes sobre la disciplina, el orden y lo que había que entrenar”, recordó José Santamarina. “Cheto” fue el capitán “naranja” en el triunfo ante los franceses. Su arenga en el entretiempo junto al “Mono” fue clave para dar vuelta el marcador. “Siempre fue muy rígido en los entrenamientos y muy solidario, entrenando donde hacía falta”, lo recordó Santamarina.