Reparar el semáforo de la esquina de 24 de Septiembre y 25 de Mayo costó un millón de pesos, según informó secretario de Obras Públicas de la Capital. El artefacto había sido roto el 18 de diciembre durante los festejos por la obtención del Campeonato Mundial de Fútbol, cuando una multitud se reunió en la Plaza Independencia, momento en el que también se provocaron daños en la estatua de la Libertad de Lola Mora, en la fuente, en luminarias y en los árboles del paseo, y se sustrajeron cables y otros elementos.

El vandalismo es una rémora en el espacio público. A veces afecta la estética urbana, otras también su funcionalidad -es el caso de daño o robo de bancos o luminarias de las plazas- y en otras ocasiones genera además riesgos, como sucede cuando se dañan artefactos como el semáforo. Incluso puede tratarse de riesgos de accidentes vehiculares o contribuir a la inseguridad en algunas zonas, como ocurre en los accesos a la ciudad, en los que hay extensos sectores en los que sólo quedan los postes y el resto es oscuridad.

Lugares frecuentes de vandalismo son la plaza Independencia -donde incluso se dio la insólita situación de que un grupo de jóvenes fue visto mientras se llevaban un pesadísimo banco-, el parque 9 de Julio -donde el robo de cables de luminarias es casi diario- y el Guillermina, y determinados sectores de avenidas. El secretario municipal dice que el fenómeno se da en todas partes de la ciudad y que eso implica enormes gastos de reposición y a veces demoras por falta de elementos a veces importados, como fue en el caso del semáforo. En abril del año pasado se estimaban gastos de hasta $ 300.000 mensuales en el parque 9 de Julio, donde en 2021 hubo un gigantesco robo de cables que generó una pérdida de 25 millones de pesos.

Además, dice el funcionario municipal, los ladrones se han sofisticado, porque muchas veces llegan en camioneta y con uniformes que parecen de empleados municipales, con lo cual se roban los cables y las luminarias a la vista de los vecinos, que piensan que se trata de un operativo municipal.

Hay varias reparticiones destinadas al cuidado de los espacios verdes: la Guardia Urbana municipal capitalina (también hay en las intendencias del Gran Tucumán), la secretaría provincial dedicada a preservar el espacio público y la Policía provincial. Pero no dan abasto. También ha habido preocupación para analizar el tema: la Municipalidad hizo varias reuniones con la Federación de Entidades Profesionales Universitarias de Tucumán (Feput) y también el Colegio de Psicólogos se interesó en la búsqueda de soluciones. El titular de Feput señaló que el vandalismo no sólo afecta en lo económico, sino que tiene una incidencia directa en la identidad cultural y social. Una urbanista ha explicado que el vandalismo por un lado tiene que ver con una forma de hacer dinero de manera deshonesta robando elementos, y por otro está estrechamente relacionado con el deterioro social. En ambos casos los agresores no sienten como propio el espacio público. Para ello propone “incluir a los ciudadanos en los planes, intervenir mediante organizaciones sociales, que el Estado sepa lo que los vecinos requieren y necesitan”. Algo similar sugiere el presidente del colegio de Psicólogos, que plantea que haya una “mesa abierta” con un abordaje interdisciplinario y con la participación de referentes de la comunidad. Dice que reponer los objetos dañados no resuelve el problema. “Necesitamos incorporar al patrimonio como algo propio y para eso hace falta la escuela”.

Parece claro que se requiere un enfoque multidisciplinario y amplio. Lograr presencia policial y de referentes sociales en los lugares de riesgo, enseñanza en las escuelas, acción decidida de los guardianes y policías contra los vándalos, para que no sientan que sus acciones quedan impunes. También, identificar los lugares de compra de los cables y de los elementos metálicos robados, tal cual surgió de reuniones de la Municipalidad con la Policía. Convendría intensificar esos encuentros y comenzar a actuar. El espacio público es de todos y así debe ser cuidado; no puede quedar abandonado como si fuera de nadie.