En los últimos años, cuando se menciona a los Critics Choice Awards (CCA), se considera a esa premiación como la más cercana a lo que se verá en los Oscar. La similitud de resultados en general (más allá de las diferencias particulares) hacen que la gala de esta noche sea seguida con especial interés.
Para quienes se quedaron con las ganas de ver en vivo y en directo una alfombra roja y los emocionados discursos de agradecimiento de los Globo de Oro, esta noche habrá revancha: está confirmada su televisación para la Argentina por TNT y TNT Series (y una producción digital especial en sus redes sociales), con una previa desde las 21 y la gala en sí una hora más tarde con comentarios de los mexicanos Ileana Rodríguez y Rafael Sarmiento, desde el hotel Fairmont Century Plaza de Los Ángeles.
La anfitriona será la actriz y comediante estadounidense Chelsea Handler, y entre los presentadores de los premios estarán Benjamin Bratt, Cedric the Entertainer, Phoebe Dynevor, Ayo Edebiri, Diego Luna, Anya Taylor-Joy, Miles Teller, Elizabeth Tulloch, Kerry Washington y muchos más. Michelle Pfeiffer le entregará el premio a la Trayectoria a Jeff Bridges (muchos los recordaremos nostálgicos de “Los fabulosos Baker Boys”, de 1989) y Kate Hudson le dará el SeeHer Award a Janelle Monáe.
La atención de los televidentes nacionales se concentrará en una estatuilla específica. “Argentina, 1985” disputa el premio mejor producción de habla no inglesa, por el que acaba de ganar el Globo de Oro. Las vencidas del martes piden revancha esta noche: repite lista contra la alemana “Sin novedad en el frente”, la belga “Close”, la coreana “Decision to leave” y la india “RRR”, y en la nómina se suma la mexicana “Bardo, falsa crónica de unas cuantas verdades”.
Pensar que tiene asegurada la estatuilla es un error. Su principal rival es “RRR”, que ha sido nominada además a mejor película general, dirección (S. S. Rajamouli), efectos visuales y canción original. Pero a no decepcionarse si se pierde esta noche: el filme indio no disputa los Oscar.
La pelea bien puede medirse en un choque entre plataformas de streaming: “Argentina, 1985” puede verse en Amazon Prime y “RRR”, en Netflix.
Otras categorías
No es la única categoría de los premios que entregan los críticos de las principales publicaciones y revistas especializadas de Estados Unidos y Canadá donde los nombres son los mismos que en los Globo de Oro, y que se presumen figurarán también para los Oscar cuando se anuncien a fin de mes. “Todo en todas partes al mismo tiempo” (o “Todo a la vez en todas partes”, aún no se definió su título para el estreno argentino), dirigida por Daniel Kwan y Daniel Scheinert, lidera las candidaturas de hoy con 14 nominaciones, seguida por la película semiautobiográfica de Steven Spielberg, “Los Fabelman”, con 11 y “Almas en pena de Inisherin” con nueve. Por supuesto, aparecen en las listas más importantes. Las tres vienen de cosechar Globos de Oro.
Le siguen en la nómina de los que más posibilidades de estatuilla tienen “Babylon” (también nueve nominaciones); “Elvis” (siete); “Tár” (otras siete); “Avatar 2: el camino del agua”; “Glass Onion: Un misterio de Knives Out”; “Top Gun: Maverick” y “Women talking” (las cuatro últimas, con seis postulaciones cada una).
Para la televisión
Los CCA tiene un listado aparte para premiar a los mejores productos de la pantalla chica, sea televisión abierta, de cable, satelital o streaming.
En la pelea entre sellos, Star+ reivindica haber conseguido 33 postulaciones, mientras que Netflix afirma tener un total de 28 nominaciones, incluyendo los títulos estrenados en cine que luego pasaron al servicio pago. Pero Warner Bros Discovery disputa espacio con 31 candidaturas, aunque 21 de ellas sean de HBO Max, que funciona de forma bastante independiente (CCA no las acumula oficialmente). Paramount+ tiene 14 postulaciones y Apple TV, 10.
En la nómina de títulos, a la cabeza figura “Colegio Abbott” de ABC y en la grilla de Star+, con seis nominaciones, seguida de la sexta y última temporada de “Better Call Saul” (de Netflix), con una menos. Una de las grandes peleas de la noche será por la estatuilla de actriz de reparto, entre Jennifer Coolidge (“The White Lotus”, de HBO Max) y Julia Garner (“Ozark”, Netflix). Las dos ganaron sendos Globo de Oro y esta noche será el desempate.
Candidaturas individuales
- MEJOR ACTOR: Austin Butler (“Elvis”); Tom Cruise (“Top Gun: Maverick”); Colin Farrell (“Almas en pena de Inisherin”); Brendan Fraser (“La Ballena”; Paul Mescal (“Aftersun”) y Bill Nighy (“Living”).
- MEJOR ACTRIZ: Cate Blanchett (“Tár”); Viola Davis (“La mujer rey”); Danielle Deadwyler (“Till”); Margot Robbie (“Babylon”); Michelle Williams (“Los Fabelman”) y Michelle Yeoh (“Todo en todas partes al mismo tiempo”).
- REVELACIÓN: Frankie Corio (“Aftersun”); Jalyn Hall (“Till”); Gabriel LaBelle (“Los Fabelman”); Bella Ramsey (“La vida de Catherine”); Banks Repeta (“El tiempo del Armagedón”) y Sadie Sink (“La ballena”.
Punto de Vista
Yo estuve ahí. Por Fabio Ariel Ladetto
Sigue latente la tentación de someter a una ficción como “Argentina, 1985” a la mirada crítica del relevamiento documental, pretensión que ni su director Santiago Mitre ni sus productores tuvieron al rodarla. El filme ganador de los Globo de Oro a mejor producción de habla no inglesa y que hoy compite en el mismo rubro en los Critics Choice Awards debe ser visto, precisamente, como una reconstrucción artística “basada en” (concepto que tanto le gusta a los estadounidenses que lo exportaron prácticamente como marca de calidad) pero no una reconstrucción fiel de lo sucedido.
Impecable como película, con su toque justo de comedia que relaja momentos dentro una trama agobiante y asfixiante, con ausencias que eran evitables (como la del presidente Raúl Alfonsín) y cuestionamientos (como al ministro del Interior, Antonio Troccoli, sustentablemente documentado), algo que se ve en pantalla jamás podrá reflejar lo que se vivió en las audiencias del juicio a las juntas militares. Ni siquiera lo puede hacer el registro fidedigno que se filmó de ellas (con el original que fue guardado en una caja fuerte de Países Bajos, seña de los tiempos agitados que se vivían a mediados de los 80), porque hay sensaciones que no traspasan lo que se proyecta.
Rompiendo la pared de distanciamiento del periodista, lo sé porque estuve allí. Lo viví. El relato que sigue está, lógicamente, deteriorado por la memoria. En las vacaciones tucumanas de invierno de 1985, siendo estudiante de Abogacía, con un compañero decidimos ir a la Capital Federal a presenciar el proceso oral. Era una instancia única e histórica (y se sentía como irrepetible y llena de incertidumbre). Con la sucesión de acontecimientos, la sentencia ya dictada y los militares condenados muertos, hoy se mira el hecho con el beneficio de que todo salió como debía ser. Pero en ese momento, nada estaba seguro.
El año del juicio la democracia estaba en plena construcción y era inestable, como se comprobó con los alzamientos carapintadas que comenzaron menos de dos años después del fallo judicial. Las nuevas generaciones no tienen (ni podrán tener jamás -ojalá-) el cúmulo de emociones y compromisos que estaban en juego entonces. Quienes ven “Argentina, 1985” y nacieron desde ese año en adelante o poco antes, crecieron con el valor agregado de no sentir en riesgo lo que se consiguió en esa instancia irrepetible de la historia nacional. Por ello, el relato está atravesado por esos días.
Pasos obligados
Para conseguir un lugar en la sala del juicio, había que presentarse el día anterior en una dependencia de la Policía Federal a las seis de la mañana. El primer día que fuimos, no conseguimos lugar: la cola comenzaba a formarse desde la madrugada. A partir de esa experiencia, pasamos la noche en vela en el lugar y fuimos de los primeros a los que les pidieron el DNI para identificarnos y datos complementarios, y darnos un papel con un número de ingreso. Aclaración imprescindible de contexto: estábamos dejando voluntariamente todos nuestros datos personales en una dependencia policial, de esas que (entonces) se buscaba evitar a toda costa.
Al día siguiente, la fila para ingresar a Tribunales era extensa, y los que íbamos al Juicio (como ya se lo llamaba a secas) pasábamos por un lugar en particular, con chequeos varios. Te recomendaban no ir con bolsos, portafolios ni paquetes (no era tiempo de mochilas); nuevamente DNI con el papel con el número. Al entrar, como público común (no familiares de detenidos desaparecidos o de acusados ni interesados directamente en el proceso por algún motivo) nos ubicamos en los balcones para seguir desde allí el debate. Junto a la puerta, más policías de custodia, justo en tus nucas.
Era invierno, y hacía calor. Estábamos presenciando un momento de la historia argentina y todos éramos concientes de ello. Lo que no puede transmitir el hecho artístico son los nervios de cada uno al pasar cada filtro y control; la angustia de saberse registrado en una base de datos de uso incierto; el silencio y respeto que se cortaba con cuchillo ante cada testimonio (los hubo de todo tipo, a favor y en contra de los acusados); el sentirse atravesado por 1.000 miradas ante cada movimiento; las lágrimas de quien tenías al lado y no podías consolar, o la necesidad de respirar profundamente y cambiar el aire al salir, luego de la sesión, que fue una más y cualquiera, de esas donde no se dijo nada que haya sido crucial y determinante para la sentencia (todo dato ayudó, pero no todos tenían el mismo peso). Y aún así, estaba cargada de contenido, de sentimientos y de sensaciones. Y con un profundo cansancio al final del día.
“Argentina, 1985” tiene mucho para ser elogiada, empezando por la importancia de recuperar a personajes que se alojaban en el olvido. Porque si todo se centra en Julio César Straserra y en Luis Moreno Ocampo (a quienes se los recuerda), sólo fueron la cabeza de un equipo sólido (a cada miembro de la Fiscalía se lo veía acercar y llevar papeles sin descanso durante los interrogatorios y en las pausas preparatorias para el siguiente testigo). Fueron los protagonistas anónimos hoy reivindicados para lograr que se diga, como efectivamente dijo Strassera, “unas palabras que no me pertenecen porque pertenecen ya a todo el pueblo argentino: señores jueces, Nunca Más”.