Por Hernán Miranda - Para LA GACETA
No es buena idea largar una carrera sin antes mirar que todo esté a punto. Esta metáfora automovilística utiliza el psicólogo Hernán Paliza para referirse a la idea de fijarnos nuevos objetivos cada nuevo año, algo que ya está instaurado en nuestra cultura. “Y está bien que así sea -considera- porque al final de la carrera del año viene bien pisar el freno y replantearnos desde dónde venimos y hacia dónde vamos”. Así, parece que estos primeros días de enero son ideales para definir hacia qué lugar nos dirigimos y evaluar con qué recursos contamos.
Entretanto, la coach Mariángel Matarrese destaca antes que nada la importancia de mirar un instante hacia atrás: “finalizamos el año, observamos lo recorrido hasta aquí y agradecemos lo que fue, lo que ya es pasado. Y ahora, parados en el presente, nos preguntamos: ‘¿cuáles son los objetivos que tengo?’”. Aquí aparece el problema de los propósitos, que deben ser concretos y centrados. “Deben poder medirse y ser claramente formulados. Debemos pensar hasta dónde queremos llegar, qué necesidad queremos satisfacer y si estamos dispuestos a hacer los esfuerzos que implica”, observa Matarrese.
Por ejemplo, si nuestro objetivo es aprender un nuevo idioma, entonces debemos apuntar las acciones para lograrlo: anotarnos en un instituto o buscar un profesor, ir a dos clases por semana, practicar la pronunciación, rendir y aprobar exámenes, viajar para practicarlo, etcétera. “Un objetivo concreto y centrado -define Paliza- es todo aquel que refiere a las preguntas qué, cuándo, cómo, dónde y para qué. Esta última es la más importante, porque el objetivo debe nacer del ‘quiero’ y no del ‘tengo que’. Si nace del ‘tengo que’, caemos en el terreno de la obligación y buscamos la posibilidad de evitarlo; pero si surge del ‘quiero’ y definimos todos los pasos para lograrlo, nos conectamos con emociones poderosas y nos hacemos cargo”.
Definir coordenadas
En todo caso, lo primero es definir los objetivos. Matarrese indica que si tenemos varios en mente, hay que hacer una lista. “Entonces observo cuáles son los más importantes para mí y elijo: ¿cuál es mi próximo objetivo? ¿Qué resultado quiero obtener? ¿En cuánto tiempo? ¿Cuándo comienzo? ¿Cuándo termino? ¿Qué recursos tengo? ¿Qué medios necesito? ¿Cómo hago para medir mi progreso con el tiempo? Necesitamos definir las coordenadas en donde está el logro del proyecto”, transmite.
Por su parte, Paliza advierte que si no nos planteamos los propósitos de esta manera y solo los tomamos a la ligera, estamos haciéndoles una invitación a la frustración y a la pérdida de la confianza en uno mismo: “si, por ejemplo, yo no he hecho nada de actividad física durante todo el año y de repente me propongo bajar 10 kilos en un período corto, es muy probable que lo haga como una expresión de deseo y no como un compromiso. Entonces, el momento de elegir los objetivos debe ser un acto consciente en donde nos comprometemos con algo realista para que nuestro cerebro lo recuerde”.
Evitar la procrastinación
Pero para cumplir un objetivo personal no basta con que sean concretos y centrados. Existen técnicas que permiten acercarnos más a ellos y lograr realizarlos. Una de ellas es la creación del día a día, según la define Paliza. “A la noche, antes de dormir, evaluamos cómo fue el día y qué hicimos de lo que nos propusimos, y luego hacemos un borrador del día siguiente. Después, a la mañana, cuando recién nos estamos levantando, encaramos ese borrador de micropropósitos diarios. Esta técnica del final y el comienzo del día, de la evaluación y la precarga, crea hábito y genera un cambio que hace que ya al tercer o cuarto día todo sea menos costoso”, explica.
Otra técnica es el centramiento, que consiste en tomarnos un par de minutos entre una actividad y otra con el fin de ver cómo nos sentimos y qué hemos hecho hasta ahora. “De repente salimos del piloto automático y pasamos al comando manual -grafica Paliza-, con el que podemos elegir y recalcular. Decimos: ‘me dejo de enganchar acá, llamo a esta persona, hago esta tarea pendiente’. Así volvemos a hacer presentes nuestros grandes objetivos y nos centramos constantemente en el presente, fortaleciendo el músculo de ‘me propongo y lo hago’”.
Así, ahora tenemos dos técnicas que, de acuerdo con este psicólogo, generan los sentimientos de autoconfianza y de animarse a más: “cuando yo las propongo en el consultorio y los pacientes se las llevan, es muy notorio el cambio. Son cosas que funcionan bastante bien”.
Cambiar de rumbo
¿Existe un guía interior? ¿Hay una intuición capaz de prevenir nuestros fracasos y anticipar nuestros éxitos? Paliza cree que sí. “Nuestro inconsciente -recuerda- tiene una sabiduría heredada. Está en nuestra genética y nos informa de los éxitos y fracasos de nuestros ancestros”. Prestarle atención a este sabio que llevamos dentro puede ser una buena idea a la hora de decidir si hay que cambiar de rumbo: “normalmente te encontrarás con situaciones que te dan mala espina, que no te cierran o que te ponen en un estado de incomodidad. Esos son buenos indicadores de que debemos corregir la dirección”.
Pero el cambiar de rumbo no tiene que implicar necesariamente tirar por la borda el gran objetivo que elegimos para este año. Puede ocurrir, más simplemente, en lo cotidiano. Si hacemos la técnica del centramiento, respirando profundo y tomando conciencia del cuerpo, podemos encontrar las señales de si un micropropósito está bien o mal. “Cuando uno aprende a confiar en esos signos, puede pasarlos a la conciencia y comprender por qué tiene que decir que no a alguna situación. Y si, en cambio, la dirección es correcta, uno nota que el cuerpo se expande y surge una sensación de bienestar”, apunta Paliza.
Aprender a confiar en la intuición es, de este manera, una de las mejores formas de evitar meternos en lugares de donde después vamos a querer salir.
Manejar la frustración
¿Pero qué pasa si no conseguimos los objetivos? ¿Cómo soportar los malos sentimientos que sobrevienen a un fracaso? Matarrese responde que recordando que todos nuestros proyectos y trabajos nos permiten aprender algo. “Cada propósito es necesario y su sentido es vivir y ayudar a otros a vivir -reflexiona-. El camino a nuestro objetivo precisa que estemos en un continuo presente disfrutando el recorrido”.
Mientras tanto, Paliza habla de aceptación. “De ninguna manera debemos tratarnos mal, porque no nacimos sabiendo ni somos perfectos. Hay que asumir las consecuencias de nuestras acciones pero recordando en todo momento que somos personas en evolución constante. Entonces yo diría que ninguna experiencia puede ser frustrante si sabemos que está al servicio de nuestro aprendizaje”, argumenta.
Esta una pequeña guía para definir nuestros grandes y pequeños objetivos y aprender a evitar la procrastinación y la frustración. ¿Qué esperás para largar la carrera?