En el último medio siglo, los adelantos científicos y tecnológicos han provocado notables transformaciones en la sociedad y en la vida cotidiana. Con la creación y el desarrollo de internet, las redes sociales, las múltiples aplicaciones, la vida es muy diferente, por ejemplo, de lo que era en la década de 1980. Los avances en las ciencias médicas siguen asombrando y en las comunicaciones, han provocado una revolución sin precedentes. Con un aparato pequeño como el teléfono móvil, se han acortado al mínimo las distancias, podemos acceder a cualquier tipo de información en un instante. Sin embargo, no se ha podido derribar o, por lo menos, morigerar la desigualdad social a nivel planetario, dos tercios de la humanidad siguen viviendo en la pobreza o miseria, carecen de posibilidades de mejorar su calidad de vida. En este mundo tecnológico, hay todavía amplios sectores de la sociedad argentina y tucumana sin conectividad por falta de recursos. Por otro lado, se ha tomado conciencia de que educar en la ciencia puede facilitar una mayor inserción en el mundo laboral.

El programa “Las científicas y los científicos van a las escuelas” es una iniciativa del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación de la Nación, que está llevando adelante la Universidad Nacional de Tucumán. Según la casa de altos estudios, el programa pretende mejorar la enseñanza de las ciencias en el aula a través de la participación activa en el propio aprendizaje; estimular el conocimiento general y el interés por la ciencia en los jóvenes; facilitar la generación de lazos creativos entre la comunidad científica y la comunidad escolar, incentivando el pensamiento crítico; generar instancias de articulación entre científicos de la comunidad universitaria y las escuelas provinciales para generar ideas, aportes y debates desde la investigación y el conocimiento científico que contribuyan al cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible en el ámbito de la provincias.

La UNT informó que la iniciativa permitió ampliar la cantidad de científicos y escuelas que participarán en esta edición, haciendo un total de 27 científicos y 27 establecimientos educativos de nivel inicial, primario, secundario e institutos de formación superior.

En 2007, el decano de la Facultad de Ciencias Exactas de la Universidad Nacional de Santiago del Estero afirmó que era necesario actualizar constantemente los planes curriculares en función de los veloces cambios tecnológicos; formar a los docentes que enseñan en el secundario y alentar el desarrollo de vocaciones desde los primeros años de la escuela media. Manifestó que los jóvenes debían perderles el miedo a la matemática, a la física y a la química y comentó que una de las dificultades era la deserción estudiantil antes de ingresar, a causa de que los jóvenes no se adaptaban a la vida universitaria. De 450 inscriptos en Ingeniería, egresaba menos del 10 %. En un intento por comenzar a revertir esa realidad, en 2008, la Nación lanzó el programa “Los científicos van a la escuela” con la idea de arrimar a los chicos a la investigación y a las ciencias duras.

Por cierto, las olimpíadas intercolegiales en diversas disciplinas, no solo en matemática, física, química y biología, son también un gran estímulo para estudiar y superarse, y lo serían más todavía, si las escuelas tuviesen que participar en forma obligatoria. Ello también alentaría a los docentes de esas áreas a capacitarse y a preparar mejor a sus alumnos. El gusto por cualquier materia depende siempre de que el educador sepa hacerla lo suficientemente atractiva, de generar la curiosidad y el deseo de investigar. Y si se relacionan sus contenidos con la vida cotidiana, el aprendizaje será mucho mayor aún. Se trata de diseñar estrategias creativas de enseñanza para desacralizar aquellos conocimientos que parecen inaccesibles por sus dificultades. En buena hora que la ciencia no solo llegue a las escuelas, sino que también surjan futuros científicos y tecnólogos.