Capaz que 2022 quiso ser un año de nuestras vidas y no pudo. Fue simplemente un fantasma que trató de ser real y no lo consiguió.
Explicarte, a vos, 2022, es tan difícil como hacer realidad un sueño. No es fácil confirmar que tenemos un presidente que no gobierna. Peor aún es ratificar que quien manda ha sido condenada por corrupción. Eso es muy difícil de comprender porque habitamos un país donde los hombres públicos tienen demasiadas facilidades. Por eso tal vez se explica que “Argentina, 1985” haya sido un filme tan taquillero y tan exitoso. Es que no termina de entenderse si es cierto lo que en ella ocurre o es propio de la ficción del cine.
Y es más fácil comprenderte, 2022, si aceptamos que sos un año fantasma. Donde los muertos siguen vivos y continúan formando parte de nuestra realidad. Así es más fácil entender que en el mundo sigue estando la Reina Isabel II. Que en las canchas de tenis siguen peloteando Roger Federer y Juan Martín del Potro. Que no es cierto que se fueron a los vestuarios para siempre. Imaginándote tapado con una sábana, se pueden soportar las lágrimas de Manu Ginóbili al verse en el hall de la fama del basketball. Y, para que quede claro, los hinchas de River no van tener sentado en el banco a Marcelo Gallardo. Capaz que es cierto que 2022 no ocurrió.
Es más fácil entenderte así. De lo contrario, ¿cómo se explica que la principal referente del oficialismo hoy dice que no será candidata y mañana que sí? Da la sensación de que se hubiera contagiado del Presidente, cuya palabra es en sí misma una contradicción. Por eso, 2022, no sé si fuiste el año en el que confirmamos que la Argentina no tiene nada de federalismo o, por el contrario, fuiste tan federalista que no lo pudimos creer. Te sacaste el barbijo apenas comenzó el año y ahora que te despedís volvés a ponértelo y hasta dejás ocupar camas en los hospitales.
Los fantasmas, mal que nos pese, tienen amigos como los muertos que, como el peso argentino, no tienen muchas ganas de resucitar para seguir sufriendo. Pero también tienen íntimos como los sueños. Son los sueños los que prolongan la vida y hasta les dan sentido a los otros. Seguramente, alguna vez el jefe de Gabinete, Juan Manzur, soñó a Osvaldo Jaldo. Y no es descabellado pensar que alguna noche tranqueña el vicegobernador soñó a Manzur y le dieron sentido a una fórmula que, si se la separa, puede ser más explosiva que las bombas termobáricas que Vladimir Putin lanzó en Ucrania. Y, a propósito, 2022, la guerra no se entendió nada. Los que más mataron no ganaron, pero los que perdieron ahora son fuertes y el cierre de cuentas parece ser más letal que la destrucción masiva de ciudades. No es fácil explicarte, 2022, menos cuando el presidente ucraniano, rodeado de rusos, sale de visita al mandamás de los Estados Unidos que cree que ganó una elección de medio término que tenía perdida. Qué difícil es sentir que fuiste cierto, 2022.
¿Ves lo que te digo?: cuando parecía que todo se encaminaba en la oposición, en Buenos Aires alguien soñó a Milei y le dio fuerza, a pesar de que sus pensamientos y sus ideas eran la antipolítica; justamente lo que él estaba haciendo, política. Y, en Tucumán, Germán Alfaro soñó y apareció Sebastián Murga. El dirigente creyó más en Roberto Sánchez y desarmaron lo que se venía armando. Mientras todos estos buscaban la forma de desunir lo unido, los otros opositores salían huyendo de la coalición opositora. Ricardo Bussi dijo que era de Milei y Federico Masso que no podía estar con nadie del Pro, con quienes en algún momento ya había estado. 2022, lo más fácil es decir que este año no figura en el almanaque.
Tengo la sensación de que fuiste un montón de nada. Como los dólares. Cada vez hay más tipos de moneda extranjera pero nadie puede adquirirla. Y están los que se jactan de esto y los que se enojan con el dólar blue, el dólar turista, con el dólar Qatar, con el dólar contado con liqui, con el dólar ahorro, el MEP, el cripto, el dólar oficial, el dólar tarjeta y algún otro que surgirá hasta que esta nota se publique. No debe ser cierto, 2022, como vos. O tal vez sí, como el atentado a la Vicepresidenta que fue tan grave que sólo se encontró justificativo en la medida que pudiera dañar a la oposición. Es que en este 2022, seamos sinceros, lo importante fue lo que no existió. Así todos buscaron encontrar un enemigo donde no lo había. Y, en todo caso terminaron enfrentándose con lo que ellos mismos inventaron.
¿Será por eso que Jaldo y Manzur siguen juntos, o mejor dicho, los manzuristas y los jaldistas no se separan? Por las dudas uno y otro siguieron haciendo de las suyas. El jefe de Gabinete buscando ser uno de los que termine integrando la fórmula presidencial en los próximos comicios. El gobernador interino intentando poner a la gestión improntas muy propias. Así, la lucha contra el narcomenudeo y los nuevos funcionarios intentaron mostrar diferencias. Después fue más de lo mismo, lo de siempre, como si 2022 fuera cualquiera de sus antecesores. Obras que no terminan de perder la condición de anuncios y la grandilocuencia del turismo que tiene mucha gente y muchas visitas que nunca serán bien recibidas ni en aeropuertos atestados de gente que los prepea y no respeta, o en rutas que aún yapadas no logran ser la alfombra de bienvenida. De nuevo, 2022, pareciera que te hubieran hecho de humo, denso, pero humo al fin.
En tu lógica fantasmagórica sólo queda preguntarse: ¿Contra quién pelean? Luchan contra sus quimeras. En cambio, -y seamos sinceros, 2022- los demás no tienen sombras que los persiguen ni que los acompañan; tienen certezas, son los que viven a la intemperie y que sea el año que sea ven cómo aumenta su pobreza. Por eso no hay mayor ilusión que soñar con el mañana, con vos, 2023, que traés la ilusión de que vamos a tener todo el poder de elegir.
Y vos, 2022, no pudiste escapar a la realidad. Como en los cuentos, siempre hay un despertador para sacudirnos del sueño. A veces una ristra de ajo para espantar a los fantasmas. Y nos despertamos envueltos en alegrías. Desde la virtualidad de una pantalla de televisión llegó la realidad. Desde lejos llegó lo más cercano. El mundial de fútbol nos dio el calor del otro y la compañía del enemigo, algo que no teníamos previsto y que no habíamos sido capaces de soñar. No estaba en la agenda, como la realidad. Ni tu obsesión por no ser pudo convertir el aliento en desaliento. Pero tanta emoción y tanta alegría duró poco o casi nada y ya es recuerdo, como vos, 2022.