Un rumor de chaya refucila en el horizonte. La albahaca titila entre estrellas. Un dolido corazón hila un sueño en un patio solariego. Un pedacito de agua anda esperando la vida. Un acorde riojano de lapachos suspira en zamba. La nostalgia se esparce ahora en el viento: “Ay, este azul, que ha llegado a iniciarme en la luz con campanas de asombro tal vez, habitando lo que nunca fue. Ay, este azul provinciano se quiebra en mi voz como antigua vidala en adiós, como un breve puñado de sol…”

La canción se arropa en la voz de Mercedes Sosa y viaja por varios rincones del mundo. “La conocí través de actuaciones juntos que hicimos en Lomas de Zamora, y en otros lugares. Nació una amistad muy linda, tanto que íbamos a su cumpleaños, los 9 de julio, en su casa de la calle Pellegrini. En uno de ellos, le canté una vidala chayera. Le gustó y le llevé luego un casete con varias canciones y al final, agregué ‘Azul provinciano’, que acababa de componer, y lo eligió”, recuerda Adolfo Pancho Cabral, cantautor y escritor. Nacido en la capital riojana el 21 de octubre de 1944, el distinguido artista vivió la época de otro de los grupos vocales, como integrante de los Huanca Hua y Los Andariegos; se radicó un tiempo en Francia, donde conoció a Beatriz, esa flor que le danzaba poemas en el corazón. El Encuentro Nacional de Poetas “Manuel Aldonate” lo abraza casi todos los años y en octubre pasado, el Festival de Monteros también lo acogió como una de sus figuras destacadas.

- ¿Cuándo germina esa vocación de cantor?

- En tercer grado, nos llamaron a cantar al frente y me di cuenta que yo era más afinado que muchos. Es la primera imagen que me quedó y ahí me di cuenta que podía cantar. Después cantaba solito en mi casa, luego en el secundario; después mi formación siguió con el grupo Calíbar en los años 50 y 60, fue la época que yo tuve mayor formación en cuanto a la lectura. Estaban Ariel Ferraro, Daniel Moyano, Mario Aciar, el tucumano Pedro Herrera, el Macho Molina, gran amigo. A mi generación, ese grupo de adelantados nos marcó muchísimo en cuanto a la lectura y a una guía espiritual y a una guía de renovación, nos ampliaron la visión. Descubrí a César Vallejo, a todos los poetas latinoamericanos, a Almafuerte...

- ¿Cuándo te pica la usapuca de la composición?

- En ese tiempo de la lectura, el primer tema que compuse fue un villancico que está en mi cancionero: “Sí, villancico, oh, vamos todos al pesebre que él va a nacer. Le llevemos chañarcito y le hagamos comer para que duerma bien. Dos estrellas del camino pedirán por él que entre bueyes y burritos, ha nacido rey”. Ese fue el primer tema que compuse, habré tenido unos 15 años. Después de eso yo ya entré a la poesía y le llevé a Ferraro a que leyera mis poemas. Siempre le agradezco a Ariel que me dio el puntapié inicial; era un autodidacta y para nosotros, un sabio humilde que tenía las manos abiertas para entregar todo lo que sabía y además todos los poetas de su tiempo iban a su casa, allí lo conocí a Jaime Dávalos, a Burnichon, a quien le dediqué un poema. Llegaba con un queso y un vino tinto, tenía un Citroën donde llevaba los libros y las plaquetas que él hacía de los demás.

LA NATURALEZA. El cantante y compositor se vincula con sus paisajes. FOTO DE ROBERTO ESPINOSA / LA GACETA

- ¿Qué querías estudiar? ¿Empezaste alguna carrera?

- No terminé el secundario porque a la guitarra y a la música entregué toda mi vida. Entonces, fui a todos los primeros años, al de topógrafo, al de Comercio y al Colegio Nacional, a la Escuela Industrial. Entonces entré a trabajar en la Dirección de Cultura. No quería morirme trabajando en una oficina, veía que yo podía tener otros horizontes; además el sueño mío era conocer otras culturas, viajar y entonces me fui a Catamarca a estudiar en la Escuela Agropecuaria, ya de grande, donde terminé. Participé en un concurso literario y gané cuatro primeros premios y un segundo. El poeta riojano Juan Bautista Salazar era uno de los jurados. Me dieron una medalla de oro muy linda y me distinguieron como personalidad del año, tendría 21 o 22 años.

- ¿Cómo se produce tu llegada a los Huanca Hua?

- Con mis amigos del Grupo Norte que habíamos fundado con mi hermano, fuimos a Cosquín en el año 70. Nos encontramos con Colacho Brizuela, que me dice que los Huanca Hua estaban buscando una primera voz. Me probé con Pedro Farías Gómez, y quedé. En ese momento, estaban Mingo Airala, el tenor que salía, se iba a cantar como solista, el Chango Manzo, Rafael Paeta, y creo que estaba todavía Coco del Franco.

- ¿Se te abrió otro mundo con los Huanca Hua?

- Sí, porque fue una carrera muy meteórica porque al terminar de estudiar en Catamarca y ganar esos premios e irme a Buenos Aires en febrero del 71, al poco tiempo, entramos a ensayar “El romance de la muerte de Lavalle”, la Misa Criolla y el repertorio del grupo. Era ensayar desde la mañana hasta la noche y a los dos meses, ya estaba con don Eduardo Falú y don Ernesto Sábato a la vuelta, me parecía increíble. Yo vivía en Catamarca en el dique Las Pirquitas, donde estaba la Escuela Agrotécnica y a los dos meses, ya estaba en el teatro Regina en la avenida Santa Fe con esos dos monstruos.

- ¿Tenías ya experiencia de cantar en grupos vocales? ¿Cómo elegían el repertorio con los Huanca Hua?

- Sí, en La Rioja canté en grupos vocales lo cual me sirvió de mucho porque cantar en los Huanca Hua requería una emisión de sonido muy particular para que se armen los acordes, por la armonización de Pedro y del Chango, yo ya tenía la experiencia pero ahí adquirí más experiencia todavía. Respecto del repertorio, en general, lo traía Pedro, yo elegí, por ejemplo, de Daniel Viglietti, “A desalambrar”. Después Pedro empezó a componer con Juan Carlos Moscón, que era nuestro mecenas, un excelente ser humano y músico porque tocaba la melódica, el piano y componía. Era uno de los dueños de la fábrica de papel higiénico en General Pacheco y siempre nos estaba amparando en las épocas de poco trabajo. Después se puso el sello Cabal, yo trabajé ahí, los Huanca Hua iniciamos ese sello, donde grabaron don Alfredo Zitarrosa, Edmundo Rivero… mucha música argentina.

- ¿Vos seguías componiendo paralelamente? ¿Qué componías?

- Hice una canción un poco melódica, me interesaba que tuviera una buena poesía, entonces compuse “De qué estará compuesto el corazón”: “¿de qué estará compuesto el corazón? Puede tener pájaros, amor, sangre, delirio, y un cordaje templado para el sueño, ese sueño que buscan las muchachas, muchachas de mi pueblo”. Y después “Canto a Mercedes”, “Mi pueblo ayer”…

- ¿Tenían algún norte tus composiciones o componías al azar?

- Es como si se hubiera tomado conciencia de que yo tenía que decir mi paisaje, con sus personajes singulares. Además del paisaje, sus colores, su no agua, personajes que a los que somos observadores, les vemos su magia y que normalmente la gente los toma como los locos del barrio. A mí me gusta tomar la magia de esos personajes singulares que hacen al paisaje de mi provincia, que son parte de ella, así como la vida de los árboles, como la vida misma.

- ¿La chaya es el corazón de La Rioja?

- Es así porque viene de la vidala. Hay dos géneros: en el carnaval, está la chaya saltada, pero en ese tiempo no existía la chaya como género, si no, como juego en el sentido lúdico; no era chaya saltada es un carnaval saltado. Después viene la vidala chayera que viene de la vidala, que tocamos con tambores. De eso pasa a tonada porque a nosotros nos entra la influencia cuyana por Chepes. Y queda como una cueca cuyana, la vidala chayera es como una cueca cuyana. Entonces, las acentuaciones son diferentes por el hecho de que ellos hablan de una forma y nosotros somos esdrújulos y eso se transmite a la música y a la misma rítmica de la guitarra. Además nunca se habló de lo afro; las vidalas que cantamos son diferentes a las de Tucumán, de Santiago y a la baguala de Salta, que también es una vidala, nada más que se la llamó baguala para diferenciarla por zonas.

- ¿Cuál es la diferencia entre la baguala y la vidala?

- La baguala se canta en falsete, se dice la copla que se va a cantar y se toca con un solo palo; en Tucumán, a veces con un solo palo o con dos. Las cajas nuestras son más grandes, por eso las llamamos tambores. Se invisibilizó a los esclavos, no los dejaban hablar en su idioma. Su influencia se nota en los tambores, son toques afro como los que tocamos en La Rioja. Isabel Aretz, que hizo su tesis doctoral sobre la música popular de La Rioja, dice que las vidalas andinas o montañesas, únicamente se daban en La Rioja y en Catamarca. Esas vidalas son las más bellas del país y no se dan en otras regiones. Catamarca no siguió dándole importancia a la chaya. En La Rioja, los jóvenes están totalmente entusiasmados con las cajas, componiendo nuevas coplas y tratando de renovarse, y cada uno quiere tener una rítmica siempre basándose en ese primitivismo, por así decir, en lo regional y en el canto primero, pero tratando de darles también su impronta nueva y eso le permite a nuestro género una renovación. A ello, sumale que ninguna vidala chayera es igual a otra y que se puede danzar como la cueca cuyana.

- ¿Cuál es tu mirada sobre el folclore actual? ¿Se ha vuelto más superficial, más mediático?

- Creadores hubo siempre y los hay jóvenes, lo que pasa es que los creadores no tenemos el circuito que abarca lo comercial y es lo comercial lo que transforma a los festivales. Todos los festivales perdieron su identidad, queda uno solo: el del Chamamé, donde se hace un folclore con identidad. El de La Rioja se viene perdiendo por el hecho de traer a los taquilleros: Abel Pintos o Luciano Pereyra no hacen folclore. La industria cultural viene deformando la identidad de los pueblos. Creo en los jóvenes que componen como los de Jujuy, los de Catamarca; en La Rioja, tenés para hacer dulce: Ramiro González, Juan Arabel, Carlos Paredes… hemos contado 40 chicas que cantan muy bien y además algunas componen. Estamos invadidos por una industria cultural que es una industria de la nada. Hay letristas que se prestan a eso, porque como no tienen el oficio y buscan el éxito, buscan el dinero; pero hay otra gente que busca aportar lo mejor de él para su pueblo, para su provincia.