Por Ignacio Bossi

Coach deportivo

La experiencia mundialista nos dejó muchas cosas y hablo de la Selección Argentina y de nuestra participación como hinchas que apoyamos al equipo. Además de haber levantado la tercera Copa, nos dejó sentimientos y potenciales aprendizajes. Sentimientos en relación al vínculo que tenemos con la adversidad y el logro. Todavía está en nuestros corazones, resonando un mix de pasión, miedo por la posible derrota (la atajada del “Dibu” en el final del alargue), esperanza y felicidad por el logro. Ello genera un contexto apropiado de apertura, a posibles aprendizajes como sociedad:

Fuerza interior

Detrás de la experiencia, el equipo tiene un fuerte sentido de propósito. ¿Cuál es? Pertenecer a un proyecto mayor, más allá de ellos mismos. En el fútbol: gana quien hace goles, no necesariamente quien merece. Nuestro equipo quiso transformar esa idea, que veníamos “llorando hace varias finales”. Porque nuestro capitán, Lionel Messi merece por sus múltiples ejemplos como jugador individual y colectivo culminar su carrera con este objetivo conseguido. Si me permiten la expresión, nuestro equipo “ayudó a la Historia” a tener ese evento desmitificador.

Para lograrlo ocurrieron muchas cosas, en los tres años del proceso de conformación de este equipo:

- El equipo estableció una especie de acuerdo para reducir/manejar los egos individuales. Desaparecieron como individuos para aparecer como actores/autores del proyecto colectivo. Vistos desde afuera, los líderes del equipo mostraron una genuina sencillez y los miembros actuaron como uno, todo el tiempo. Algo complicado de conseguir en un vestuario poblado de “jóvenes millonarios”, parafraseando al célebre discurso de Marcelo Bielsa en el vestuario del Athletic Bilbao, en 2012.

- El poder del amor por la Selección. Escuché una historia que representa muy bien este punto, sobre la persona que llama a Messi, la primera vez para convocarlo a la Selección. Omar Souto se equivocó con el nombre de Messi, al inicio de la convocatoria. El padre de Messi dijo: “no se llama Leo, se llama Lio, pero no se preocupen, llevamos toda la vida esperando esta llamada”. Y así comenzó la historia.

- En síntesis, hubo una especie de donación del equipo a Messi, probablemente porque él se lo merece. Tiene una combinación única de rasgos de personalidad ("rasgos"): es el mejor jugador de este juego (el juego que aman los miembros de la Selección) y al mismo tiempo Messi es una persona increíblemente humilde que tiene un gran respeto y aprecio por “la familia” como valor. Estas características son las condiciones adecuadas para que se produzca la donación, porque las representan. Él es literalmente su héroe. Un superhéroe, pero basado en su humanidad.

Nuevas referencias

Como resultado de muchos años de navegar en la decadencia, en Argentina nos faltan personas-ideas con las que identificarnos. Me refiero a líderes con valores. Messi y Scaloni ¿podrían ser nuestros nuevos referentes?. Messi es un líder del “fútbol disruptivo”: se entrega a su familia, el lujo y el éxito ocupan el segundo lugar. Scaloni es un jefe que muestra su sensibilidad, amor por su lugar de origen y su familia. Una persona normal obtiene resultados extraordinarios.

La sobriedad es otro valor experimentado que podría convertirse en una gran lección para nosotros como sociedad, dada nuestra tendencia a actuar desde la arrogancia. Messi dijo al final de la copa: “Dios me permitió ganar esta copa”. Pone a Dios en su lugar de instancia superior y él se pone en el lugar de mortal que corresponde. A Maradona le hicieron creer que era Dios, y él se sintió Dios y quizás eso le comió el alma. Messi, solo un hombre con una misión que cumplir, un “Don” que administrar, y la gracia de entender dónde está lo importante, qué lugar ocupa Dios y qué lugar ocupa el cómo hombre.

Creer

“Dibu” Martínez, es el loco integrante de la zaga/aventura (“epopeya”). Agrega a la historia la creencia ciega de que todo es posible. A pesar de nuestra historia de los últimos años, potenciada por las declaraciones de Mbappé sobre nuestro menor poder como selección latinoamericana, fue un integrante que llevó a no escuchar esa idea, y escuchar la idea de que somos posibles.

Adversidad

Finalmente, la adversidad fue nuestra compañera de viaje durante todo el campeonato. Este “maestro” nos deja dos lecciones:

Una vez que estamos allí (en la adversidad), el colectivo es la solución a cualquier dificultad (el individualismo amplifica los problemas) y que hay sufrimientos innecesarios. De hecho, tal vez podríamos evitarlos, si evitamos el autoboicot colectivo, producto de nuestra falta de herramientas para manejar el inconsciente colectivo.

Imagino una sociedad aprendiendo de nuestra Selección. ¿Te sumas?