Durante casi 3 horas, los más de 40 millones de argentinos atravesaron una verdadera montaña rusa de emociones, siguiendo sin perder detalle la final del Mundial, que protagonizaron el seleccionado nacional y Francia. De la alegría inicial, y un buen rato de tranquilidad, a la decepción por el 2-2 francés; de la locura por el gol de Messi, a un silencio súbito en el 3-3. De un mini paro cardíaco en la última jugada del partido, donde “Dibu” Martínez le tapó un mano a mano a Kolo Muani, a la algarabía total tras el penal convertido por Gonzalo Montiel. Luego de 36 años, el título mundial volvió a quedar en manos argentinas.
Los festejos se desataron casi instantáneamente en cada punto del país. Y entre ellos, lógicamente, Tucumán. Ya desde la fase de grupos, la Plaza Independencia fue punto obligatorio de reunión para quienes festejaban los triunfos del equipo dirigido por Lionel Scaloni. A medida que fueron pasando los partidos, y los triunfos fueron más relevantes, la multitud, en un principio reducida, fue aumentando radicalmente. Y el clímax total se vivió, claro está, luego de la consagración.
Pasadas las 15 horas, la plaza comenzó a llenarse, más y más. Menos de una hora después, el gentío ya era de un volumen considerable; empezaba a tornarse complicado acceder al icónico espacio tucumano. Pasaron los minutos, y cada vez más gente fue llegando. Colas de gente empezaron a vislumbrarse en las calles aledañas: nadie quería perderse las celebraciones, todos buscaban compartir, aunque sea por un ratito, la alegría incontenible junto al resto de sus conciudadanos, y poder decir “yo estuve allí”.
¿Tanta importancia puede tener un simple juego? ¿Tanto puede afectar en la vida de una persona que 26 tipos ganen un título a miles de kilómetros? Para los argentinos, la respuesta es muy simple: un rotundo “sí”. Y si no, a preguntarle a los miles de tucumanos que salieron a festejar el logro, desafiando el calor, especialmente agobiante debajo de una enorme bandera celeste y blanca, que se desplegó en la calle, y dio vueltas alrededor de la plaza. Nada importó; no había nada en el mundo que pudiera alterar el estado de éxtasis total de los argentinos.
No hubo árbol ni poste de luz que no fuera ocupado por algún hincha, la mayoría de ellos, probablemente, con bastante alcohol en la sangre; no hubo persona que no fuera bañada en espuma, agua, y algunas bebidas más, durante su estadía en la plaza. Pero no hubo, tampoco, una persona que no haya vuelto a su casa con el corazón lleno, con la emoción a flor de piel.
Lógicamente, por la inusitada cantidad de gente, no hubo concordancia en los cánticos entonados, al menos temporalmente. El ya clásico “muchachos, ahora nos volvimos a ilusionar” se escuchó cientos de veces; también el famoso “el que no salta es un inglés”, y el “soy argentino”, obviamente. Y también se actualizó uno de las históricas melodías de la Selección, tras 36 años de espera: “ya volvimos a ser campeones, como en el 86”, se escuchó en la plaza, y también en las calles, a una, dos cuadras. Porque no fue necesario llegar a la plaza para encontrar pogos: a una, dos cuadras, en cada dirección, también se pudieron encontrar las arterias repletas. Imágenes de Messi y Maradona se pudieron ver entre la multitud. También se pudieron apreciar muchísimas réplicas callejeras de la Copa del Mundo, en manos de los eufóricos tucumanos.
“Tenía la edad de mi hija menor, diez años, en el 86. Mis viejos me trajeron y es una imagen que no me la quito, así que no podíamos no estar acá, no podía quitarle esto a mi hija. Era algo infaltable para que le quede el mismo recuerdo que tengo yo, y esta alegría inmensa”, expresó Juan, presente con su familia.
“Messi se lo merece, puso todo, la guerreó con 35 años. Hay tipos que con esa edad ya están fuera de las canchas, y el sigue estando, porque tenía un sueño, que quería brindárselo a la familia y a todo el país”, completó Juan.
Chipi Merino fue otro de los que se acercó a la plaza para compartir la euforia con otros miles de tucumanos. “Es conseguir lo que todo estábamos seguros que Argentina se merecía, no solo por el tiempo que pasó, sino por lo que sucedió adentro de la cancha. Futbolísticamente no hay dudas de que Argentina fue el mejor equipo del Mundial”, afirmó Chipi, que se acordó de la gente de Bangladesh, India e Indonesia, países donde se apoyó con pasión a la “Scaloneta”.
Y también, claro, destacó a Messi. “Supo generar algo en nosotros, en todo el mundo, que no se si se va a volver a ver. Para mi papá fue Maradona, para mi es Messi”, resaltó Merino, que, además, deberá cumplir tres promesas que hizo en la previa. “Una es dejar de fumar, el último pucho lo fumé cuando Messi pasó a recibir el trofeo de mejor jugador del torneo. La segunda es pelarme, y la tercera es hacerme un tatuaje que represente todo lo que estamos viviendo”, señaló.
También deberá tatuarse Solana, que se acercó a festejar con su grupo de amigas. “Saqué turno para mañana, antes de saber si íbamos a ganar hoy. Voy a tatuarme la fecha, con Messi levantando la Copa”, reveló Sol.
Emocionada y afónica, Solana no ocultó su euforia por lo sucedido en Qatar. “Es una alegría gigante, ver a Messi levantar la copa fue una emoción increíble, después de tanto sufrimiento. En los penales, le pedía a alguien que nos ayude, a Dios, al Diego. Por suerte se nos dio, lo merecíamos, este partido tenía que ser nuestro”, explicó Sol.
Para Justina, otra de las tantas tucumanas que salió a las calles a celebrar, el título significó una alegría extra, porque llegó dos días después de su cumpleaños. De hecho, le contó a LA GACETA que lograr la consagración fue su deseo el viernes pasado.
“Fue el regalo de mi vida. Lo lloré, lo sufrí, es increíble. Al principio lo viví con mucha confianza, pero después con unos nervios terribles, aunque ya sabía que íbamos a ganar”, narró Justina, que expresó que “Messi es todo”, seguido de un grito desde el alma, declarándole su amor al astro argentino.
Más allá de un episodio menor a una cuadra de la plaza, donde aparentemente se forzó la puerta de un estacionamiento para usar los baños, y de algunos cruces menores productos del roce por el amontonamiento, al cierre de esta edición, los policías seguían vigilando la zona para evitar más desbordes. (Producción periodística: Joel Katz)