“Cuando era chico era un polvorín en todo sentido. Jugando, protestando… era terrible”. Un tiempo atrás, Alberto Gianfelici, futbolista y entrenador de Pujato y quien lo conoce desde chico, hizo una radiografía de ese Lionel Scaloni que no se ve, ese que está escondido en lo más profundo de su ser, por lo menos desde que tomó el control de la Selección. “Hoy parece otra persona. Esa templanza que tiene, se ve que la tomó de sus años internacionales. Pero temperamento y sangre tiene; eso seguro”, remató “Beto”.
El entrenador trata de pasar desapercibido siempre. Muestra mesura, simpleza, humildad y calma. Nada lo saca de su órbita. “Todo es de los jugadores”, se cansó de declarar durante la Copa del Mundo. Esa humildad logró proyectarla en un grupo en el que los egos jamás existieron y en el que el foco siempre estuvo claro. Así logró ganarse el respeto de propios y extraños. De sus jugadores y de la prensa, de críticos y de escépticos; y hasta les “torció” el brazo a muchos de los que se le habían parado en la vereda de enfrente desde un primer momento.
“Cuando era chico era un polvorín en todo sentido. Jugando, protestando… era terrible”. Un tiempo atrás, Alberto Gianfelici, futbolista y entrenador de Pujato y quien lo conoce desde chico, hizo una radiografía de ese Lionel Scaloni que no se ve, ese que está escondido en lo más profundo de su ser, por lo menos desde que tomó el control de la Selección. “Hoy parece otra persona. Esa templanza que tiene, se ve que la tomó de sus años internacionales. Pero temperamento y sangre tiene; eso seguro”, remató “Beto”.
El entrenador trata de pasar desapercibido siempre. Muestra mesura, simpleza, humildad y calma. Nada lo saca de su órbita. “Todo es de los jugadores”, se cansó de declarar durante la Copa del Mundo. Esa humildad logró proyectarla en un grupo en el que los egos jamás existieron y en el que el foco siempre estuvo claro. Así logró ganarse el respeto de propios y extraños. De sus jugadores y de la prensa, de críticos y de escépticos; y hasta les “torció” el brazo a muchos de los que se le habían parado en la vereda de enfrente desde un primer momento.
“Siempre critiqué a la gente que me juzgaba sin conocerme. Equivocarse es humano y yo lo hice. Por eso quiero pedir disculpas públicamente por mis dichos sobre Scaloni. Demostró y demuestra ser un ejemplo al mando del seleccionado, impartiendo con claridad y eficiencia su técnica, haciendo oídos sordos a los que muchas veces desconfiaron de su capacidad a la hora de dirigir”, dijo hace algunos días Cristian Fabbiani, ex jugador, ahora entrenador.
El que no pudo hacerlo fue Diego Armando Maradona. Murió antes de verlo consagrarse en la Copa América primero y de levantar la Copa del Mundo después. “No puede dirigir ni el tráfico. ¡Cómo le vamos a dar la selección Argentina a Scaloni! ¿Estamos todos locos?”, había dicho el “10” en 2018.
Scaloni nunca entró en polémicas; por el contrario, siempre intentó evitarlas. Tampoco entró en el juego al que un sector de la prensa intentó empujarlo cuando Claudio Tapia decidió entregarle ese fierro caliente llamado Selección, ese que nadie quería agarrar.
Su carrera fue rarísima, meteórica, similar a la de algunos de sus dirigidos. No pateó el piso de las canchas del ascenso, ni las de Primera. Tampoco necesitó ninguna experiencia previa en grandes ligas. Tan solo un tiempo como ayudante y un torneo juvenil amateur le sirvieron como palanca para lanzarse como entrenador principal.
Casi no hubo proceso de adaptación entre el Scaloni jugador y el Scaloni entrenador. Ni bien se retiró, en 2015, Jorge Sampaoli lo sumó como ayudante cuando asumió en Sevilla. Y tras una buena temporada en el equipo español, Sampaoli llegó a la Selección y Lionel fue designado como analista de rivales.
Esa templanza que hoy muestra cada vez que habla en público, ya fluía de su ser por ese entonces. Cuando durante el mundial de Rusia se hablaba de que la relación futbolistas-cuerpo técnico estaba quebrada, fue él quien estuvo más cerca de los futbolistas. Allí comenzó a ser muy respetado.
A la vuelta de Rusia, pidió seguir en la AFA, encargándose de los juveniles. Le dieron la Sub-20 y la sacó campeona del torneo de L’Alcudia.
Ahí mismo “Chiqui” lo nombró entrenador interino de la Selección mayor. Acompañado de Pablo Aimar, Walter Samuel y Roberto Ayala, sus laderos más fieles y hombres que comulgan los mismos valores que él, tomó el mando por tiempo indefinido.
En medio de juegos amistosos en los que no contó con Messi, Scaloni fue dándole forma a una renovación casi total del plantel siendo consciente que, tal vez, él no iba a disfrutar el punto máximo del equipo.
Si bien no lo decía de manera pública, Claudio Tapia buscaba entrenadores; pero nadie estaba dispuesto a agarrar ese hierro caliente. Diego Simeone, Marcelo Gallardo y Mauricio Pochettino fueron algunos de los que rechazaron el ofrecimiento. Él seguía firme.
Durante su interinato, disputó seis partidos: cuatro victorias (Guatemala, Irak, y México, en dos oportunidades), un empate (Colombia) y una derrota (Brasil). Ante las buenas sensaciones que dejaba el equipo en cada juego y sin encontrar el nombre indicado, el 29 de noviembre de 2018 Tapia lo ratificó en el cargo hasta el final de la Copa América 2019, con opción de extensión de contrato hasta la Copa América 2020. Según cuentan en los pasillos de la AFA, uno de sus mayores logros fue haber convencido a Messi para que volviera a utilizar la camiseta “albiceleste”. La misma que no se puso por ocho meses debido a las despiadadas críticas que recibió durante mucho tiempo.
En el primer certamen, el equipo hizo un papel interesante y perdió en semifinales ante Brasil. Terminó tercero luego de vencer a Chile y tanto él como “Chiqui” decidieron ir por más. Lo mejor estaba por venir.
En 2021, Scaloni y sus dirigidos tocaron el cielo con las manos. Un equipo sólido, decidido, enfocado, solidario y con un Messi clave, cortó la racha de 28 años sin títulos para la Selección mayor. Justo en la Copa América de Brasil, justo en el Maracaná, justo ante la “Verdeamarelha”. Y como si eso aún no le alcanzará, también se quedó con la “Finalissima”, en la que venció a la Italia campeona de Europa, en Wembley.
Pero no sólo fueron los resultados los que le permitieron ganarse el respeto del mundo futbolero. Las lágrimas que derramó en el triunfo sobre México, con sus hijos en pleno campo, lo hicieron diferente. Lo mismo algunas de las frases que salieron de su boca:
- “Hay que terminar con ese tabú de que nosotros somos esto: sabemos ganar y sabemos perder. Yo no compro esa de que no sabemos ganar”.
- “En un Mundial, hay momentos para disfrutar. Claro que es un sueño. Pero no me cargo de ninguna responsabilidad. Lo importante es la imagen que podamos dejar”.
- “El cuerpo técnico irradia ilusión, hemos vivido cosas muy fuertes en la Selección. Hay tantos momentos entre los integrantes para compartir que yo creo que es positivo que estén los ex jugadores. Viven para la Selección, sufren como la hinchada y como los jugadores...”.
- “Cuando jugás para tu Selección y representás a tu país, es imposible no hacer lo que hacen estos chicos. Después se puede ganar o perder, pero es emocionante”.
- “Intento no emocionarme, creo que estoy en un lugar soñado para cualquier argentino”.
Con apenas 44 años (renovó contrato hasta 2026) y con tan sólo 57 partidos dirigidos en la Selección (ganó 38, empató 14 y perdió cinco), Scaloni se dio el lujo de generar una revolución en torno al seleccionado: estrechó nuevamente el lazo con la gente, le imprimió una identidad sólida al equipo y fue uno de los grandes artífices de que en un puñado de años, Argentina haya podido recuperar la alegría.